lunes, 16 de agosto de 2010

Hendrix vs The Who: la noche que ardió Monterrey


En apenas tres años, los que van de 1964 a 1967, el rock sufrió una transformación inimaginable cuando a finales de los 50 Elvis y Bill Haley terminaban de sentar las bases de ese nuevo sonido surgido de la evolución de la música negra de décadas anteriores. En poco tiempo se pasó del pop ligero de letras simplonas, la beatlemanía, los trajes de chaqueta con los que se vestían los artistas y los ritmos limpios y suaves a las largas melenas, la psicodelia, guitarras distorsionadas, las drogas y la fusión de todo tipo de músicas.

Los jóvenes empezaron a tomar las riendas de su vida al margen de lo que su entorno determinase y el rock fue el medio a través del cual todas esas ideas de ejercicio activo y consciente de las libertades individuales se transmitieron a toda esa generación rebelde. Ese cambio social y generacional necesitaba un hecho a partir del que esa revolución tomara identidad de forma homogénea y coherente, y ese evento fue el Monterrey Pop Festival en el que participaron casi todos los que darían forma al movimiento hippie, Mamas and The Papas, Jefferson Airplane, Simon and Garfunkel, The Steve Miller Band, The Byrds, Otis Reading, Janis Joplin, Grateful Dead… y por supuesto The Who y la Jimi Hendrix Experience.

La noche del domingo 18 de junio de 1967 entre 55000 y 90000 personas se reunieron frente al escenario principal para disfrutar de la última jornada del festival y comprobar que todo lo que se venia diciendo de esas bandas británicas era cierto (Hendrix tubo que exiliarse a Londres buscando la oportunidad que se le negaba en su país). En cualquier caso no llegaban los dos en las mismas circunstancias a Monterrey ya que, mientras The Who habían sido invitados tras una exitosa gira por Estados Unidos donde empezaban a hacerse un nombre, Hendrix lo hacia por imposición del mismísimo Paul McCartney que formaba parte del comité organizador y le consideraba el mejor guitarrista del mundo.

En el backstage, antes de la actuación, saltaron chispas cuando Hendrix y Pete Townshend se enfrentaron a la hora de decidir quien seria el encargado de cerrar la velada. Al final la suerte acompaño al genio de Seattle pero ambos se acusaron mutuamente, de forma airada y ante muchos testigos, de tramposos y de querer robar el protagonismo del show… Decir que este no era el primer enfrentamiento entre ambos ya que estaban picados desde unos meses antes (el 29 de enero) cuando en un concierto compartido en el Saville Theater de Londres (ese día la prensa tituló “Jimi Hendrix contra los Who”) se produjo un autentico choque de trenes en el que Keith Moon acabó con una ceja rota tras destrozar su batería y Hendrix dio un incendiario concierto que dejó a todos estupefactos.

A las 11 de la noche The Who saltaron al escenario y Eric Burdon los presentó diciendo “a continuación una banda que va a destrozaros de muchas más maneras de las que podáis imaginar…” Y así fue ya que, reconvertidos al estilo hippie con un look muy diferente al que venían usando, desde la primera nota se mostraron con una actitud bastante más agresiva de lo habitual manteniendo esa intensidad a lo largo de los seis temas que interpretaron (Substitute, Summertime blues, Picture of Lily, A quick one while he’s away, Happy Jack y My generation).

Cuando acababa la última canción, y mientras Daltrey agitaba el micrófono sobre su cabeza como si fuese un lazo, estallaron unas bombas de humo en el escenario y fue el pistoletazo de salida para el caos…. Pete Townshend empezó a golpear la guitarra contra el suelo y, como no se rompía, la arrojó contra la torre de los amplificadores como si de una lanza se tratase, mientras que Keith Moon siguió atizando a su batería hasta que la destrozó. Sólo John Entwistle se mantuvo impertérrito mirando a su alrededor como si la cosa no fuera con él y no conociese de nada a esos tipos enloquecidos con los que compartía escenario.


The Who habían ofrecido una de sus actuaciones más apocalípticas y acababan de reinventarse de una manera apabullante (ya no volverían a ser esos chicos mod), así que habían dejado el listón muy alto para que el hijo pródigo tratara de superarlo… Pero lo hizo… Sin la violencia tanto física como emocional de los británicos, la actuación de Jimi fue una de las mejores de toda su carrera. Los temas que interpretó fueron “Killing floor”, “Foxey lady”, “Like a rolling stone”, “Rock me baby”, “Hey Joe”, “Can you see me”, “The wind cries Mary”, “Purple haze” y “Wild thing”, mostrándose magnífico durante todo el concierto construyendo muy hábilmente el clímax final que llegó cuando al terminar la última canción vertió un poco de gasolina sobre la guitarra y la prendió fuego antes de hacerla pedazos. Fue un acto de pura destrucción que dejó al público pasmado por la incredulidad y la consciencia de estar asistiendo a un hecho que pasaría a los anales de la historia el rock como uno de sus momentos de máxima emoción…

Para los espectadores y la prensa el resultado de este enfrentamiento se saldó con tablas aunque con ligera ventaja para The Who, pero para los músicos que asistieron al evento (tanto participantes como invitados) Jimi Hendrix fue el absoluto vencedor, hasta el punto que Mama Cass se acercó a Pete cuando se producía el numerito de la guitarra incendiada para decirle “os ha robado el show, ¿eh Pete?”, a lo que este respondió afirmativamente aunque no sin cierta chulería la dijo que “si esto lo hace en mi país me habría liado a puñetazos con él, pero aquí el buen rollito de Monterrey me lo impide…”

Lo que nos ha quedado de esa noche, que más o menos se ha podido ver en distintos documentales y reportajes, es uno de los duelos más épicos y emotivos que se recuerdan sobre un escenario, con dos de los artistas más incendiarios de la historia realizando unos shows a la altura de los mejores que realizaron en su vida. Mientras, el público, se frotaba los ojos sin poder creer el maravilloso espectáculo del que estaban siendo testigos. La puerta de los Estados Unidos y del mundo se abría definitivamente para los dos grupos, aunque eso ya es otra historia…

Texto publicado en la revista Culturamas

jueves, 5 de agosto de 2010

Sam Phillips, el hombre que soñó el rock and roll


Cuando una tarde de julio de 1954 Sam Phillips reunió en su estudio a Bill Black, Elvis Presley y Scotty Moore hacía tiempo que venía soñando con el rock and roll. Un par de años antes había fundado, en el 706 de la Union Avenue de Memphis, Sun Records con la intención de grabar a todo tipo de artistas sin que le importase ni la raza ni el estilo. Cabe recordar que en aquellos momentos existía una clara diferenciación entre la música que hacían los negros y la que hacían los blancos, quedando cada una de ellas restringida casi en exclusividad a su grupo racial correspondiente.

Empezó grabando a artistas negros con la esperanza de encontrar un nuevo sonido que, al margen de quién lo interpretara, pudiese gustar a todo el mundo. Sabía como sonaba en su cabeza y que se encontraba en algún lugar pero, por mucho que buscaba, no acababa de dar con ello. Al margen del mero negocio musical, en sus estudios cualquiera podía grabar un par de canciones para luego regalárselas a los amigos o familiares, lo que hizo que se convirtiera en un punto de reunión de músicos locales a los que Sam aprovechaba para contarles sus predicciones de por donde iría la música en los años siguientes.

Su teoría consistía en que había que despojar a las canciones de todos los arreglos superfluos que usaban las orquestas en ese momento, dejándolas lo más desnudas posibles con un simple esqueleto melódico y el músculo del ritmo. Pero además, para alcanzar el objetivo final, era clave que la frontera musical y racial se superase y encontrase un punto de encuentro entre el country de los blancos y el blues de los negros. Y si en un primer momento creyó que eso lo podría encontrar en artistas de color, con el tiempo se acabó convenciendo de que, para que ese sonido llegase a triunfar y hacerse mayoritario, tenía que buscar un blanco capaz de cantar como un negro.

Uno de los habituales del estudio era Scotty Moore, músico de acompañamiento en las grabaciones de Sun y con el que solía hablar sobre su idea de fusionar estilos para crear algo nuevo. Un día decidieron organizar una sesión para ver que salía y el productor le propuso llamar a un joven que unos meses antes había grabado un single para su madre. El chaval tenía una voz tremenda y podría ajustarse a lo que buscaba. Se trataba de Elvis Aarón Presley que, junto a Scotty y el bajista Bill Black, se reunió la jornada anterior a la grabación para consensuar el material que tocarían y cómo lo harían.

El día 5, 6 ó 7 de julio (dependiendo de la fuente consultada) se reunieron en el estudio los tres músicos y desde casi el primer momento las dudas que Scotty había manifestado a Sam sobre ese chaval parecieron confirmarse. Elvis cantaba bien pero ni de lejos aportaba ese cambio revolucionario que buscaba el productor. Con cada toma del tema que habían elegido para improvisar (“I love you because”) los resultados eran más frustrantes. Se cuenta que tras varias horas decidieron hacer un pequeño descanso y que, mientras el resto se tomaban un refresco, Elvis se quedó en el estudio jugueteando con la guitarra.

Libre de la presión de grabar con gente más o menos profesional, empezó a cantar un tema de Arthur Big Boy Crudup llamado That´s alright. Y lo hizo con alegría y energía, como si intentase espantar toda la frustración acumulada previamente, siguiendo el ritmo con su guitarra pero cantando con un sentimiento y una seguridad que le daban al tema un toque completamente distinto al exhibido hasta ese momento. Primero Bill y luego Scotty se unen a la interpretación. Sam, que se encuentra en la puerta, súbitamente se da cuenta de que por fin estaba escuchando lo que había estado soñando. Tras pedir al guitarrista que se ahorrara las florituras, les invitó a que volvieran a empezar y, cuando finalmente todos juntos escucharon la toma definitiva, se quedaron de piedra. Aquello no era ni blues, ni country, ni bluegrass. Aquello era algo nuevo. Aquello era rock and roll.

Esa misma noche Sam llamó al dj Dewie Phillips a su emisora para que cuando acabase su programa se pasase por el estudio para escuchar la canción. Sam pensó que, como Dewie era otro entusiasta y estudioso de la música, sabría identificar si That´s allright sería un éxito o no. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando tras escucharla tres veces se marchó a su casa sin decir nada. A primera hora de la mañana es Dewie el que llama a Sam Phillips: no había podido dormir en toda la noche y quería poner el tema en su programa.

“Ey, chicos, escuchad atentamente porque os voy a poner un disco nuevo. Bueno, en realidad ni siquiera es un disco, es sólo una maqueta que ha grabado Sam y que saldrá la próxima semana. Es de un chico de aquí, de Memphis, que se llama Elvis Presley. El tema es That´s allright y va a ser un éxito, dee-waw”.

El tema sonó 7 veces en las 3 horas de programa y el impacto fue total. El 19 de julio el single That´s allright / Blue moon of Kentucky llegaba a las tiendas como la referencia 209 de Sun Records y desde el principio es un gran éxito. Casi inmediatamente, Elvis, Scotty y Bill empezaron a actuar en directo para promocionarlo y Sam recorrió miles de kilómetros vendiendo el disco de tienda en tienda, por cadenas de jukebox y convenciendo a los dj´s para que lo pincharan en todas las emisoras posibles. Al final el esfuerzo mereció la pena.

Elvis grabó un total de 5 sencillos y 19 canciones para Sun Records, antes de que vendiera los derechos a la multinacional RCA. Desde ese momento la carrera del rey del rock fue meteórica. Mientras, el productor continuó con el trabajo en su estudio, al que empezó a acercarse gente como Carl Perkins, Johnny Cash o Jerry Lee Lewis buscando la piedra filosofal que Elvis Presley había encontrado entre esas cuatro paredes. Las cuatro paredes que fueron testigo de como a veces los sueños pueden hacerse realidad.

Texto publicado en la revista Culturamas