Diseñada por Tom Wilkes, en ella se veía un retrete bastante cutre lleno de pitadas, y eso era más de lo que en 1968 se podía consentir. Lo curioso es que en esta ocasión España no se quedó sola en su veto a la portada ya que el Reino Unido también se vio afectado por el exceso de interés de sus políticos por la salud emocional de sus conciudadanos. Allí el disco se publicó con la cubierta tal y como estaba prevista (parece ser que esa decisión provocó un fuerte enfrentamiento entre el grupo y su disquera), pero al cabo de unas pocas semanas todos los ejemplares se retiraron de las tiendas y fueron sustituidos por otros en los que, sobre un fondo banco, parece representar una tarjeta de visita en la que se veían el nombre y título del disco.
Pero, si lo anterior es extraño (no deja de sorprender que un criterio estético sea determinante para prohibir una portada), más lo es que hasta que no se reeditó la discografía de los Stones en CD no se recuperase el formato original del disco. No es necesario decir lo cotizados que están (en vinilo claro) aquellos discos de la primera edición ya que, como además al poco tiempo el formato LP fue ejecutado, hasta no hace demasiado no han vuelto a verse con regularidad en las estanterías de las tiendas.