lunes, 29 de septiembre de 2008

Una ventana de canciones


He de confesar que cuando escuche por primera vez en "La ventana" a Gemma Nierga me pareció horrorosa y me pregunte que coños hacia esa tía sustituyendo a mi querido Señor Casamajó (sabemos en que acabó convirtiéndose Sarda, pero conservo el buen recuerdo de su alter ego). Soy un consumidor compulsivo y fiel de radio, así que las tardes las seguí pasando en el mismo dial (igual que las noches, ahora solo de fin de semana, lo hago con "La rosa de los vientos" en Onda Cero, o el resto del día con Radio3) por que, aunque no me gustaba la presentadora, en general los colaboradores e invitados me resultaban interesantes. Ni que decir tiene que durante los primeros años la música rara vez se asomaba al programa y si lo hacia era con espantos tipo Mecano y engendros de similar pelaje...

La primera vez que la dedicó una sección fija fue de la mano de Joaquín Luqui, un gran comunicador y un tipo que sabia muchísimo y había conocido a todos los grandes, aunque al final acababa cayendo en los mismos tópicos que usó siempre, y no sacaba partido a todo lo que podía contar. A poco iniciado que fueses, el espacio te dejaba frío y para mi gusto se quedó en un intento fallido, aunque al menos sirvió para que ella descubriese que había vida mas allá de los hermanos Cano. Tras su trágico fallecimiento vino la debacle.

Su tiempo lo ocupó Máximo Pradera, y desde el principio dejo bastante claro que no quería estar allí. Su desgana se percibía desde que abría la boca, y además era mal educado, pedante, prepotente y grosero. Se notaba que estaba allí por obligación y que no soportaba a la conductora del programa. Es cierto que al principio era una inculta absoluta (y no me refiero solo al aspecto musical), pero eso no excusa ese comportamiento y además hay que reconocer que la tía se lo ha currado y que con los años ha ganado muchos enteros y se la puede escuchar sin sonrojarse (es evidente que ha tenido la posibilidad de codearse con lo más granado de la política, la vida social y la cultura y que ha sabido aprovecharlo). En ningún momento logró su objetivo, que creo recordar que era hacer algo didáctico relacionado con la música clásica. Nunca he visto una persona con menos predisposición a hacer su trabajo, así que llegó un punto en el que cuando oía su voz cambiaba de dial. Y como era de esperar o le dieron la patada o se largó el solito, pero yo celebre esa decisión casi tanto como la elección de sus sustitutos.

Desde la pasada temporada cada semana Ariel Rot y Jaime Urrutia se acercan a sus micrófonos para elegir una canción y hablarnos de ella. A veces es la historia del tema, otras sus valoraciones personales y otras simplemente divagan y cuentan anécdotas propias o ajenas, pero casi siempre es una maravilla escuchar a dos leyendas del rock patrio disfrutando de un rato a tu lado. Y es que logran trasladar a quien los escucha la sensación de que les encanta estar allí, y que cada semana le dan mil vueltas a la canción que van a pinchar, que buscan lo que quieren decir y que tienen ganas de que llegue el momento de la cita con los oyentes. Incluso Jaime se toma a pecho y se pica el día que la gente llama diciendo que se queda con la elección de Ariel y estoy seguro que esa semana le da al asunto una vuelta de tuerca más...

No soy mucho de dar consejos, pero si alguien me lee, yo le invitaría a que los jueves a eso de las 18:20 sintonizaran la Cadena SER y le dieran una oportunidad a estos chicos. A pesar de ser quien son, logran transmitir ilusión por lo que hacen, y el cariño y la cercanía con la que tratan a los que llaman no dejan de sorprenderme y alegrarme. Tengo anécdotas personales con ambos, y algún día las contaré aquí o llamaré al programa para hacerlo ante ellos. Pero de momento me conformo con decir que tienen pinta de ser más grandes como personas que como artistas, y eso, ahora que se meten en mi casa cada semana y le ponen canciones a mi niña, me parece lo más importante.

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