La niña rockera ya no está sola. Desde hace unos días ha dejado su condición de solista para entrar a formar parte de un dúo y, aunque aparentemente no se lo ha tomado mal, habrá que dejar que pase un tiempo para ver que tal se adapta al nuevo formato. De momento todo sigue más o menos igual, y cuando voy a buscarla a la salida del cole sigue pidiéndome que la cante alguna canción de las que a ella la gustan. El problema llega cuando lo que me pide se encuentra en el extremo contrario de mis preferencias musicales y encima el artista en cuestión me resulta desagradable y antipático.
Ni que decir tiene que, llegado el caso, hago de tripas corazón y me marco un dueto con mi niña sin que me importe demasiado ir por la calle más importante de la ciudad dando la nota. Además pedirle a un niño discreción y mesura resulta imposible por lo que lo normal es que la gente se gire con una sonrisa en los labios cuando ven a mi pequeñaja cantando a grito pelado el último hit del momento... Por que esa es otra de las cosas que me gustaría mencionar. La influencia de los medios es tan salvaje que, una niña de tres años que no escucha en su circulo familiar una clase concreta de música, es capaz de aprenderse al dedillo una canción sin que nadie se entere y dejarte con la boca abierta en el momento en que decide cantarla.
Algo así me sucedió una noche mientras la bañaba. Habíamos estado repasando algunas de las canciones que más la gustan con sus correspondientes representaciones (es muy gesticulera y la encanta mover las manos y el culo cuando canta), cuando de repente, cuando estoy a punto de sacarla, se arranca con el tema “Tenía tanto que darte” de Nena Daconte. Aunque la sorpresa no me dejó reaccionar y la miré con cara de tonto, he de reconocer que al llegar al estribillo no pude evitar echarla una sonrisa y pegarla un besazo ante la emoción y sentimiento que fue capaz de imprimirle a la canción al decir eso de “...tenia tanto amor guardado para ti...” mientras me miraba...
El consuelo lo tengo en que la sigue encantado mirar cada día los vinilos, ahora con un nuevo reto que se ha autoimpuesto ella misma y que consiste en encontrar discos de colores. Hace ya varias semanas, al ir a poner el LP que había elegido (el “Impermeable” de Carlos Berlanga que tiene en su portada como gotas de agua), se dio cuenta de que era transparente y a partir de ese momento su interés dejo de estar en escucharlo para intentar poner toda la manaza encima y mirar a través de el. Desde ese día cada vez que se encuentra un vinilo negro (qué es lo habitual ya que en mi colección los que no lo son no llegan a ochenta) me dice “mira papito, que disco más aburrido”, y aunque se sienta a escucharlo yo se que en su cabeza está buscando alguno con un color que no haya visto.
Ya he comentado en otras ocasiones que sé que, al menos durante bastante tiempo, tengo la batalla de la música completamente perdida. Por ahora lo que realmente la gusta es lo que corresponde con su edad, y en este momento su gran pasión se llama “cantajuegos”, que son unos señores rodeados de niños escenificando con bailecitos y todo tipo de parafernalias los grandes clásicos del cancionero infantil y que a ella la encanta repetir una y otra vez. Lo cierto es que no me preocupa demasiado ya que sé que tarde o temprano todo esto pasará (cómo lo hicieron los Lunnis, Enrique y Ana o los payasos de la tele), y que probablemente esa búsqueda de vinilos de colores la lleve a encontrarse, dentro de unos años, con el disco que haga que definitivamente su vida cambie... Ojala que así sea...
Ni que decir tiene que, llegado el caso, hago de tripas corazón y me marco un dueto con mi niña sin que me importe demasiado ir por la calle más importante de la ciudad dando la nota. Además pedirle a un niño discreción y mesura resulta imposible por lo que lo normal es que la gente se gire con una sonrisa en los labios cuando ven a mi pequeñaja cantando a grito pelado el último hit del momento... Por que esa es otra de las cosas que me gustaría mencionar. La influencia de los medios es tan salvaje que, una niña de tres años que no escucha en su circulo familiar una clase concreta de música, es capaz de aprenderse al dedillo una canción sin que nadie se entere y dejarte con la boca abierta en el momento en que decide cantarla.
Algo así me sucedió una noche mientras la bañaba. Habíamos estado repasando algunas de las canciones que más la gustan con sus correspondientes representaciones (es muy gesticulera y la encanta mover las manos y el culo cuando canta), cuando de repente, cuando estoy a punto de sacarla, se arranca con el tema “Tenía tanto que darte” de Nena Daconte. Aunque la sorpresa no me dejó reaccionar y la miré con cara de tonto, he de reconocer que al llegar al estribillo no pude evitar echarla una sonrisa y pegarla un besazo ante la emoción y sentimiento que fue capaz de imprimirle a la canción al decir eso de “...tenia tanto amor guardado para ti...” mientras me miraba...
El consuelo lo tengo en que la sigue encantado mirar cada día los vinilos, ahora con un nuevo reto que se ha autoimpuesto ella misma y que consiste en encontrar discos de colores. Hace ya varias semanas, al ir a poner el LP que había elegido (el “Impermeable” de Carlos Berlanga que tiene en su portada como gotas de agua), se dio cuenta de que era transparente y a partir de ese momento su interés dejo de estar en escucharlo para intentar poner toda la manaza encima y mirar a través de el. Desde ese día cada vez que se encuentra un vinilo negro (qué es lo habitual ya que en mi colección los que no lo son no llegan a ochenta) me dice “mira papito, que disco más aburrido”, y aunque se sienta a escucharlo yo se que en su cabeza está buscando alguno con un color que no haya visto.
Ya he comentado en otras ocasiones que sé que, al menos durante bastante tiempo, tengo la batalla de la música completamente perdida. Por ahora lo que realmente la gusta es lo que corresponde con su edad, y en este momento su gran pasión se llama “cantajuegos”, que son unos señores rodeados de niños escenificando con bailecitos y todo tipo de parafernalias los grandes clásicos del cancionero infantil y que a ella la encanta repetir una y otra vez. Lo cierto es que no me preocupa demasiado ya que sé que tarde o temprano todo esto pasará (cómo lo hicieron los Lunnis, Enrique y Ana o los payasos de la tele), y que probablemente esa búsqueda de vinilos de colores la lleve a encontrarse, dentro de unos años, con el disco que haga que definitivamente su vida cambie... Ojala que así sea...
1 comentario:
Que se aprenda la canción de Rocío Dúrcal: "Tengo 17 años, enfermedad, uo, uo, uo, uo, cuando cumpla 18 se me curará". Ya verás Willie. que baños nocturnos más mara-mara-maravillosoooooos!
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