Hoy Hilario Camacho habría cumplido 61 años y, aunque sea uno de esos cantautores que nadaron entre la fama y el más absoluto anonimato, al menos pudo disfrutar de dos momentos de relativo éxito que hicieron que un puñado de devotos se mantuvieran fieles a su obra y ahora lo sigan siendo de su memoria. No pertenezco a ese grupo, aunque como existen varios momentos de mi vida en los sus canciones han sido protagonistas principales de su banda sonora, le tengo bastante simpatía y su muerte (por la forma y lo inesperado) me impactó bastante cuando se produjo a mediados de agosto de 2006.
Si rondas los 40 o los superas lo más probable es que, aunque no identifiques su nombre y su cara no te diga nada, seguro que lo conoces. En 1986, cuando sólo existían dos canales en la televisión, se coló en nuestras casas gracias a que una serie llamada “Tristeza de amor” usaba su canción del mismo título como sintonía, lo que le aportó durante varios meses la exigua fama que da la caja tonta. Yo tenia 15 añitos y lo que realmente descubrí en aquel momento fue a una jovenísima Emma Suárez que de inmediato me dejó prendado y, con su tema como fondo musical, se fue convirtiendo poco a poco en mi primer amor platónico.
Se habia iniciado en esto de la música en su etapa universitaria cuando se integró junto a otros cantautores en el grupo Canción del Pueblo en un movimiento paralelo a la Nova Canço catalana que, al contrario que este, no recibió ni la financiación ni el apoyo institucional, lo que hizo que su repercusión se limitase casi exclusivamente al ámbito universitario. Tras abandonar su estudios se dedico a “vagabundear” con su guitarra por Suecia, Inglaterra y Holanda, y a su regreso, tras hacer el servicio militar, inicio como tal su carrera profesional en la música.
Su primer disco data de 1972 y se llamó “A pesar de todo”, y durante los siguientes años fue intercalando la grabación de sus propios trabajos con la composición y colaboración con otros artistas. De entre todas ellas, por lo representativo, me quedo con las canciones que compuso a medias con Sabina (“Negra noche”, “Güisqui sin soda” y “Taxi”) y sobre todo su aparición en 1979 en el único y reivindicable disco de Cucharada (primera banda de Manolo Tena) que lleva el precioso titulo de “El limpiabotas que quería ser torero”.
Tras apenas cuatro discos en sus primeros nueve años y con un puñado de grandes canciones en la mochila (yo me quedo con “Madrid amanece y “Final de viaje” ambas en su álbum de 1981 llamado “La mirada del espejo”), desapareció del mapa durante un lustro para reaparecer triunfalmente con dos discos en un año. El primero fue “Subir, subir” (con dos de los temas de un Sabina a punto de dar el salto) y posteriormente “Gran ciudad” en el que se incluye la ya mencionada “Tristeza de amor” (además de “Un extraño en Madrid”, otra de mis favoritas) y con el que consigue un gran éxito comercial.
No se si no pudo soportar la popularidad o es que no quiso hacerlo, pero pasó de ser el cantautor mejor colocado para asaltar el trono de Serrat y Aute, a desaparecer completamente del mapa durante los siguientes 11 años en los que, al margen de un recopilatorio y la reedición de “Gran ciudad”, sólo publicó un disco con temas nuevos (“El mercader del tiempo” en 1990). Su reaparición fue en 1997 con la grabación de un concierto acústico (era la época en la que se usaban los unplugged para relanzar carreras y presentar a las nuevas generaciones a las viejas glorias) que se vendió muy bien y lo volvió a colocar nuevamente en la primera línea, lo que hizo que al año siguiente se animase a grabar un nuevo trabajo de estudio que, por desgracia para él, pasó totalmente inadvertido.
Decepcionado y aburrido volvió a recluirse y, tras otro par de recopilatorios, por fin en 2003 apareció el que seria su último trabajo en vida y que, desde su título (“No cambies por nada”, lanzó su gran declaración de intenciones. Tengo la sensación de que sus últimos años actuó bastante (me suena ver su nombre con cierta frecuencia en carteles que anunciaban conciertos), aunque ya por entonces había hecho del aislamiento del mundo exterior su opción vital. En agosto de 2006, tras acabar de regrabar algunos de sus temas clásicos junto con algunos inéditos, decidió que era el momento de abandonarnos. El 16 de agosto en Madrid no amaneció, y desde entonces en el corazón de algunos no lo ha vuelto a hacer...
Si rondas los 40 o los superas lo más probable es que, aunque no identifiques su nombre y su cara no te diga nada, seguro que lo conoces. En 1986, cuando sólo existían dos canales en la televisión, se coló en nuestras casas gracias a que una serie llamada “Tristeza de amor” usaba su canción del mismo título como sintonía, lo que le aportó durante varios meses la exigua fama que da la caja tonta. Yo tenia 15 añitos y lo que realmente descubrí en aquel momento fue a una jovenísima Emma Suárez que de inmediato me dejó prendado y, con su tema como fondo musical, se fue convirtiendo poco a poco en mi primer amor platónico.
Se habia iniciado en esto de la música en su etapa universitaria cuando se integró junto a otros cantautores en el grupo Canción del Pueblo en un movimiento paralelo a la Nova Canço catalana que, al contrario que este, no recibió ni la financiación ni el apoyo institucional, lo que hizo que su repercusión se limitase casi exclusivamente al ámbito universitario. Tras abandonar su estudios se dedico a “vagabundear” con su guitarra por Suecia, Inglaterra y Holanda, y a su regreso, tras hacer el servicio militar, inicio como tal su carrera profesional en la música.
Su primer disco data de 1972 y se llamó “A pesar de todo”, y durante los siguientes años fue intercalando la grabación de sus propios trabajos con la composición y colaboración con otros artistas. De entre todas ellas, por lo representativo, me quedo con las canciones que compuso a medias con Sabina (“Negra noche”, “Güisqui sin soda” y “Taxi”) y sobre todo su aparición en 1979 en el único y reivindicable disco de Cucharada (primera banda de Manolo Tena) que lleva el precioso titulo de “El limpiabotas que quería ser torero”.
Tras apenas cuatro discos en sus primeros nueve años y con un puñado de grandes canciones en la mochila (yo me quedo con “Madrid amanece y “Final de viaje” ambas en su álbum de 1981 llamado “La mirada del espejo”), desapareció del mapa durante un lustro para reaparecer triunfalmente con dos discos en un año. El primero fue “Subir, subir” (con dos de los temas de un Sabina a punto de dar el salto) y posteriormente “Gran ciudad” en el que se incluye la ya mencionada “Tristeza de amor” (además de “Un extraño en Madrid”, otra de mis favoritas) y con el que consigue un gran éxito comercial.
No se si no pudo soportar la popularidad o es que no quiso hacerlo, pero pasó de ser el cantautor mejor colocado para asaltar el trono de Serrat y Aute, a desaparecer completamente del mapa durante los siguientes 11 años en los que, al margen de un recopilatorio y la reedición de “Gran ciudad”, sólo publicó un disco con temas nuevos (“El mercader del tiempo” en 1990). Su reaparición fue en 1997 con la grabación de un concierto acústico (era la época en la que se usaban los unplugged para relanzar carreras y presentar a las nuevas generaciones a las viejas glorias) que se vendió muy bien y lo volvió a colocar nuevamente en la primera línea, lo que hizo que al año siguiente se animase a grabar un nuevo trabajo de estudio que, por desgracia para él, pasó totalmente inadvertido.
Decepcionado y aburrido volvió a recluirse y, tras otro par de recopilatorios, por fin en 2003 apareció el que seria su último trabajo en vida y que, desde su título (“No cambies por nada”, lanzó su gran declaración de intenciones. Tengo la sensación de que sus últimos años actuó bastante (me suena ver su nombre con cierta frecuencia en carteles que anunciaban conciertos), aunque ya por entonces había hecho del aislamiento del mundo exterior su opción vital. En agosto de 2006, tras acabar de regrabar algunos de sus temas clásicos junto con algunos inéditos, decidió que era el momento de abandonarnos. El 16 de agosto en Madrid no amaneció, y desde entonces en el corazón de algunos no lo ha vuelto a hacer...
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