Continuo recuperando conciertos emitidos a lo largo de los años por Radio3 y, si la semana pasada hablábamos del mejor grupo granadino de los tres últimos lustros, hoy toca hablar de la banda más grande que ha dado nunca Granada y de una de las más importantes de nuestra historia. Como suele ocurrir en otros bootlegs extraídos de la radio, el sonido es perfecto aunque hay que pagar el precio de aguantar los comentarios del locutor de turno que pisa el principio de algunas canciones (en este caso pocas y sin afectar a la canción) y las exigencias de la programación que hacen que “La torre de la vela” no aparezca completa.
Sin ser el típico grupo al que se le pueda considerar como un “pupas”, existen pocas (¿ninguna?) formaciones que hayan tenido peor suerte que ellos aunque, como premio de consolación, se han convertido en una banda de culto idolatrada aún por los que la conocen, pero absolutamente olvidada por casi todos los demás. Su origen hay que buscarlo en las escisiones de TNT (del que llegaron José Antonio García y Tacho González) y Al-Dher (José Ignacio Lapido) a los que se une Antonio Arias para completar el cuarteto que en lo musical empiezan a mezclar el blues con el rock clásico de los 60 y un poquito de punk.
Debutaron en 1983 con un fantástico single (“Fuego en la oficina” / “Llamadas anónimas”) en el que desprenden toda su energía punk pero cuidando los arreglos y el acabado de las canciones. No se vio refrendado un año después con un segundo single no tan contundente y con “Cementerio de automóviles” su primer LP que les llega demasiado pronto y que, a pesar de tener algunos temas interesantes, fracasa en la producción que acaba aniquilando la intensidad del álbum y no refleja (como le pasó a muchísimos grupos en esa época) lo que eran sus directos. Un nuevo single les abre las puertas de una compañía mayor (pasan de DRO que estaba empezando a Zafiro) y su amistad con Joe Strummer, que se ofrece a producirles, hace que piensen que la suerte por fin se va a aliar con ellos.
Su siguiente trabajo, “Más de cien lobos” (1986), es para muchos su mejor disco y, aunque yo no lo acabo de tener claro (a veces lo emocional pesa mucho), es cierto que la colección de canciones que contiene no tiene desperdicio y quizás. A Strummer lo conocieron en Granada y consiguió definir el estilo del grupo con una producción mucho más ajustada, rotunda y con arreglos sencillos, abandonando ese sonido gotiquillo que arruinó su debut. Era el disco y el momento para dar el gran salto, ya que su directos empezaban a ser rompedores y los que los conocían caían rendidos a sus pies, pero la compañía no mueve un dedo por ellos, y sin promoción no consiguen traspasar la frontera del reducido circulo de seguidores que tenían.
No pasa nada y Zafiro los da por perdidos, pero ellos responden después de dos años con “Debajo de las piedras”, de nuevo con grandes canciones pero esta vez con una producción más blandita. Ahí está “La torre de la vela” que, de haber sido promocionado, se habría convertido en un éxito seguro, pero la suerte seguía siéndoles esquiva. Sus letras les empiezan a situar como un grupo de rock adulto, y cada vez son más valorados por los críticos y un público musicalmente maduro que busca algo más que hits pegadizos y de consumo rápido.
Las relaciones con su discográfica son cada vez más complicadas y esto se refleja en sus nuevos temas (“Doce canciones sin piedad” de 1989) en los que abandonan la luminosidad y vitalismo de anteriores entregas para volverse más oscuros y pesimistas, aunque no afecta a su calidad que vuelve a situarse muy por encima de lo que se estaba publicando en España en ese momento. Suenan más duros, pero la poesía de Lapido empieza a adquirir tintes dylanianos lo que, con el tiempo, les llevaría con el tiempo a ser más valorados por sus letras que por su música.
Este concierto (que se celebró dentro de una bodega) es una muestra su contundencia en directo y de que sonaban, como mínimo, igual de bien que Loquillo y Trogloditas, considerados la mejor banda de rock and roll de los 80. La voz de José Antonio García ya ha adquirido esos tintes tan personales y Tacho González (bateria) y Antonio Arias (bajo) forman una base rítmica perfectamente conjuntada. Demuestran que tienen todo para abandonar el malditismo pero parecen condenados a el. A pesar de que poco tiempo después Arias los abandonaría para formar Lagartija Nick, el resto seguirían buscando lo imposible durante unos años más... Aunque eso lo contaré otro día...
Título del bootleg: Concierto en Montilla 1989
Lugar y fecha: “Bodega”, Montilla, Córdoba, 8 – Diciembre – 1989
Listado de canciones:
01 – Walk, don't run
02 – Debajo de las piedras
03 – Confusión
04 – Demasiados escalones
05 – Esta noche
06 – Nada es real
07 – El trago más amargo
08 – En el laberinto
09 – Un día de lluvia
10 – Nadie encuentra lo que busca
11 – Escenas de guerra
12 – Cartas en la manga
13 – Carne cruda
14 – En la calle
15 – El deseo y el fuego
16 – La torre de la vela
Sin ser el típico grupo al que se le pueda considerar como un “pupas”, existen pocas (¿ninguna?) formaciones que hayan tenido peor suerte que ellos aunque, como premio de consolación, se han convertido en una banda de culto idolatrada aún por los que la conocen, pero absolutamente olvidada por casi todos los demás. Su origen hay que buscarlo en las escisiones de TNT (del que llegaron José Antonio García y Tacho González) y Al-Dher (José Ignacio Lapido) a los que se une Antonio Arias para completar el cuarteto que en lo musical empiezan a mezclar el blues con el rock clásico de los 60 y un poquito de punk.
Debutaron en 1983 con un fantástico single (“Fuego en la oficina” / “Llamadas anónimas”) en el que desprenden toda su energía punk pero cuidando los arreglos y el acabado de las canciones. No se vio refrendado un año después con un segundo single no tan contundente y con “Cementerio de automóviles” su primer LP que les llega demasiado pronto y que, a pesar de tener algunos temas interesantes, fracasa en la producción que acaba aniquilando la intensidad del álbum y no refleja (como le pasó a muchísimos grupos en esa época) lo que eran sus directos. Un nuevo single les abre las puertas de una compañía mayor (pasan de DRO que estaba empezando a Zafiro) y su amistad con Joe Strummer, que se ofrece a producirles, hace que piensen que la suerte por fin se va a aliar con ellos.
Su siguiente trabajo, “Más de cien lobos” (1986), es para muchos su mejor disco y, aunque yo no lo acabo de tener claro (a veces lo emocional pesa mucho), es cierto que la colección de canciones que contiene no tiene desperdicio y quizás. A Strummer lo conocieron en Granada y consiguió definir el estilo del grupo con una producción mucho más ajustada, rotunda y con arreglos sencillos, abandonando ese sonido gotiquillo que arruinó su debut. Era el disco y el momento para dar el gran salto, ya que su directos empezaban a ser rompedores y los que los conocían caían rendidos a sus pies, pero la compañía no mueve un dedo por ellos, y sin promoción no consiguen traspasar la frontera del reducido circulo de seguidores que tenían.
No pasa nada y Zafiro los da por perdidos, pero ellos responden después de dos años con “Debajo de las piedras”, de nuevo con grandes canciones pero esta vez con una producción más blandita. Ahí está “La torre de la vela” que, de haber sido promocionado, se habría convertido en un éxito seguro, pero la suerte seguía siéndoles esquiva. Sus letras les empiezan a situar como un grupo de rock adulto, y cada vez son más valorados por los críticos y un público musicalmente maduro que busca algo más que hits pegadizos y de consumo rápido.
Las relaciones con su discográfica son cada vez más complicadas y esto se refleja en sus nuevos temas (“Doce canciones sin piedad” de 1989) en los que abandonan la luminosidad y vitalismo de anteriores entregas para volverse más oscuros y pesimistas, aunque no afecta a su calidad que vuelve a situarse muy por encima de lo que se estaba publicando en España en ese momento. Suenan más duros, pero la poesía de Lapido empieza a adquirir tintes dylanianos lo que, con el tiempo, les llevaría con el tiempo a ser más valorados por sus letras que por su música.
Este concierto (que se celebró dentro de una bodega) es una muestra su contundencia en directo y de que sonaban, como mínimo, igual de bien que Loquillo y Trogloditas, considerados la mejor banda de rock and roll de los 80. La voz de José Antonio García ya ha adquirido esos tintes tan personales y Tacho González (bateria) y Antonio Arias (bajo) forman una base rítmica perfectamente conjuntada. Demuestran que tienen todo para abandonar el malditismo pero parecen condenados a el. A pesar de que poco tiempo después Arias los abandonaría para formar Lagartija Nick, el resto seguirían buscando lo imposible durante unos años más... Aunque eso lo contaré otro día...
Título del bootleg: Concierto en Montilla 1989
Lugar y fecha: “Bodega”, Montilla, Córdoba, 8 – Diciembre – 1989
Listado de canciones:
01 – Walk, don't run
02 – Debajo de las piedras
03 – Confusión
04 – Demasiados escalones
05 – Esta noche
06 – Nada es real
07 – El trago más amargo
08 – En el laberinto
09 – Un día de lluvia
10 – Nadie encuentra lo que busca
11 – Escenas de guerra
12 – Cartas en la manga
13 – Carne cruda
14 – En la calle
15 – El deseo y el fuego
16 – La torre de la vela
No hay comentarios:
Publicar un comentario