martes, 2 de junio de 2009

Simplemente Neil Young

He de confesar que mientras caminaba lentamente hacia el velódromo de Anoeta eran muchas las dudas que me asaltaban sobre lo que podría encontrarme y sobre todo sentir cuando Neil Young saltase al escenario. Por un lado mi predisposición era buena ya que el Pucela acababa de salvarse y estaba contento, pero por otro tenía aún demasiado reciente la experiencia de Wilco y veía difícil superar lo que habían hecho estos en Madrid... Siempre he visto a Neil como el más grande y, aunque he visto en directo a prácticamente toda la primera división del rock (nacional e internacional), creo que no existe nada comparable como asistir a uno de sus conciertos... Bueno, al menos eso creía yo hasta que hace varios años vi a Tweedy y los suyos en el difunto “Aqualung” y pusieron la semillita para lo que sucedió el martes pasado...

Pero que decir... Pues poca cosa ya que todos esos temores se disiparon cuando en su primera descarga el tío Neil se soltó un rompedor y salvaje “Mansion on the hill” (de mi adorado “Ragged glory”), para enlazarlo con un ralentizado (o habría que decir pesado, en el buen sentido, claro) y distorsionado “Hey hey, my my”. Sin casi tiempo para recuperarse continuo con “Everybody knows this is nowhere”, una versión conmovedora y eléctrica de “Pocahontas”, “Spirit road”, “Cortez the killer” y “Cinnamon girl” antes de llegar a la parte acústica del show.

Esta la inició tambien a todo trapo con otro tema del “Ragged”, en este caso una relectura con órgano de tubos de “Mother earth” que en este formato sonaba casi com un himno religioso, y después con “The needle and the damage done”, el bajón... Tal vez fuesen las pocas horas dormidas a lo largo de la semana o el cansancio del viaje, pero cuando empezó con el punteo (¿cuantas veces puedo haber escuchado esta canción?, ¿1000?, ¿2000 veces?), sentí que la emoción y tensión acumulada durante la hora anterior se me venía encima de repente... La cosa no mejoró con “Goin' back” (del delicioso “Comes a time” y, aunque con joyitas como “Unknown legend”, “Heart of gold” y “Old Man” el que no se conmueve es que no tiene corazón (y evidentemente yo lo tengo), hasta que no volvió a colgarse la eléctrica y dio por finalizado el set acústico, mis pilas no se acabaron de recargar.

En este punto del concierto ya había tenido tiempo para devolver a Neil a su trono en el Olimpo y para encontrármelo otra vez como un ser terrenal. Mientras escribo esto he de decir que soy consciente de que el problema de percepción era mío ya que, el resto del público que me rodeaba, parecía continuar en el mismo éxtasis en el que me encontraba yo unos minutos antes. También, en ese periodo raro, había comparado a los Crazy Horse (con los que lo vi en La Coruña en 2001) con el grupo de amiguetes que le acompañan ahora. Aunque, por ejemplo, ahora los solos son casi exclusivamente suyos (con lo que disfrutamos de unos de los grandes en esa faceta) se echan en falta esas chispas que saltan cuando su guitarra se enfrenta a la de Poncho. Los de ahora son, probablemente, mejores músicos que Talbot, Sampedro y Molina, pero el sonido que consigue con ellos no lo hace con nadie más. Junto a unos es el más grande, junto a los otros un ser superior (“buitre”, te quiero)

La traca final la abrió con la soberbia “Down by the river” (que me colocó de nuevo al estado en el que me encontraba cuando me descolgué) y, aunque luego bajó un poquito con “Get Behind The Wheel” y “Just Singing A Song” (dos de las nuevas que, estando bien, no alcanzan aún la categoría de clásicos como las otras), explotó definitivamente con una espectacular e intensa “Rockin' in the free world” que hizo que Anoeta acabase de rodillas ante el maestro de maestros. En mi vida recuerdo haber asistido a una ovación más cerrada, prolongada y sentida que esa, y Neil la agradeció con una última descarga emocional a través de una crispada y enloquecida “Like a hurricane”.

A la salida, como muestra de satisfacción por el momento vivido, me compro en la tienda de merchandising oficial lo más barato (en este caso papel de fumar con la portada de “Fork in the road”) y en la calle una camiseta “pirata” tres veces más barata que la legal... Y de vuelta a casa sigo reflexionando y llego a la conclusión de que, si me diesen a elegir entre uno y otro concierto me quedaría, sin dudarlo un segundo, con el de Neil Young... No, perdón, quiero decir con el de Wilco... No, no, no, creo que es mejor...

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