lunes, 16 de noviembre de 2009

Alumnos y maestros



Lo bueno que tienen los que aman la música es que al poco de empezar a hablar del tema con ellos enseguida aparecen los nombres de la gente que admiran. Si además esa persona es un artista que habla con el corazón (muchos no se mojan o son políticamente correctos) la pasión, admiración y respeto suele ser superior a la del fan más acérrimo. Enrique pudo conocer a alguno de sus ídolos, pero con el único con el que logro mantener una relación de amistad y un roce más o menos permanente fue Joaquín Sabina.

Pero antes de hablar de esa relación quiero referirme a la que mantuvo con Quique González que podría decirse que es igual pero a la inversa. En otoño de 1996 Quique estaba recién aterrizado en Madrid tras un año en Londres y trataba de hacerse un hueco en el circuito de locales pequeños. La segunda vez que actuó en “El rincón del arte nuevo” lo hizo como telonero de Enrique, y enseguida conectaron. Durante esos meses se dedicó a aconsejarle y a mostrarle los entresijos del negocio, y cuando en primavera Quique se marchó a trabajar a Mallorca como animador le dijo que si le componía una canción que le gustase la metería en el disco que estaba empezando a preparar con Los Problemas.

El por entonces joven cantautor se esmeró en el empeño, y en unos días libres que regresó a Madrid llamó a Enrique para enseñarle una cinta que había grabado con tres temas. Al ponerle la cinta lo primero que sonó fue “Aunque tú no lo sepas” y ya no quiso escuchar más. Esta noticia animó a Quique que entró en contacto con la editorial “Peer Music” que le ofrecio un contrato para componer canciones para otros, pero cuando Enrique se enteró le amenazó con no grabar la canción si lo hacia. El había tenido problemas al principio por firmar lo primero que le pusieron delante y los derechos de sus primeras canciones pertenecían a otros y no estaba dispuesto a que delante de sus narices Quique cometiera el mismo error.

Le presentó a Manuel Notario (su manager) para que se encargara de él y finalmente la canción entró en el disco. Todavía recuerda Quique la emoción que sintió cuando, estando todavía en la isla, Enrique le llamó desde el estudio para ponerle por el teléfono como había quedado su canción y el espaldarazo que eso supuso para su carrera ya que, tras el éxito de la canción, se le abrió la puerta de grabar su primer disco. Además, cuando aún nadie sabia quien era, le llevó de invitado con el al programa “Séptimo de caballería” (que presentaba el inefable Miguel Bosé) para que interpretara en directo con él “Aunque tú no lo sepas” logrando una publicidad que, si bien no le sirvió para vender muchos discos, al menos le situó en la difícil línea de salida…

Su influencia creo que no quedó ahí ya que, desde entonces, la relación de Quique con la industria ha sido difícil (precisamente por seguir los consejos de su mentor de dar prioridad a su propia integridad como músico que a los cuatro duros más o menos que se pueden ganar vendiéndose y la última muestra está en su último trabajo que lo iba a editar Warner pero como quería que le cediese un porcentaje de sus actuaciones decidió romper con ellos) y con sus fans de absoluto respeto y cariño lo que ha generado una relación de complicidad que hace que estos sean los que mejor promoción le hacen. El resto es historia y, aunque diez años después no sea el Quique que era, la semilla que Enrique ayudó a germinar ahora ejerce de faro paro los que vienen por detrás…

A Joaquín lo conoció en Almería en 1985, y desde el primer momento le mostró su admiración cosa que sorprendió a Sabina por que “era un cantautor after-hippy y ellos eran unos modernos”. Ambos andaban en ese momento aproximándose a la música mejicana y eso en cierto modo abrió una vía de comunicación. Esta relación se afianzó en 1987 cuando coincidieron grabando ellos “Continuará” y el editando “Hotel dulce hotel” con el mismo productor y posteriormente en los locales de ensayo a los que se cambiaron donde también estaban los Viceversa (con los años Paco Beneyto acabó como batería la banda) con los que hicieron amistad.

A partir de ahí Sabina y enrique se hicieron por épocas inseparables ya que, además del amor que sentían por Chavela Vargas, también compartían su afición por los excesos. Esto les llevó a compartir noches interminables en el piso de Tirso de Molina en una época que el propio Sabina describía así en el libro “Adiós tristeza” de Miguel A. Bargueño: “Enrique aparecía por aquí de madrugada y me pareció siempre el ser más dulce, más tímido, más sensible del mundo. Era para comérselo. Aquí venia y se podía quedar 48 horas. Hablaba poco, fumaba mucho, bebía mucho… Yo también…”

Una de esas noches Enrique le pidió una letra, y Joaquín le dio una que acababa de empezar y que de la no tenia aun el final. De ella surgieron “Ojos de gata” (“Adiós tristeza” de 1991) e “Y nos dieron las diez” (“Física y química” de 1992) en lo que es un claro ejemplo de lo que eran las personalidades de ambos ya que mientras Sabina terminaba la canción acostándose con la chica en una historia feliz, Enrique lo hacia quedándose dormido sobre ella dejando un regusto de fracaso. Otra que pudo haber sido y no fue es “Por el bulevar de los sueños rotos” cuya letra le entrego Sabina para que le hiciera una música y así homenajear juntos a su admirada Chavela, pero siendo incapaz de hacerlo (con frecuencia la presión le paralizaba), acabó escribiéndola su hermano en la versión por todos conocida.

Su relación se mantuvo así hasta el final, con altibajos en los que podían verse mucho durante una temporada para luego tirarse meses sin saber nada el uno del otro. Hace poco leía no se donde un análisis de Sabina muy acertado y que podría resumir perfectamente y en pocas palabras como era: “Enrique Urquijo era un tipo de una tiernísima tristeza, tan desvalido, tan dulce, tan buena gente, y tan automaltratado. No conozco a nadie que no le quisiera.... El era el único que no se quería…” Y como no podía ser de otra manera en su libro de sonetos le dedicó dos que para terminar hoy reproduzco a continuación



LXX

Benditos Malditos - IV

In memoriam

Bendita sea la chusma con problemas,
los hermanos carnales de su hijo,
los póstumos Enriques anatemas,
los nombres de María made in Urquijo.

Bendito sea Argüelles con andenes,
las Rickembácker viudas de secretos,
los almanaques del año que vienes,
el sino de los Alvaros discretos,

las greñas de los ángeles malditos
que enseñan a volar a quien no sepa
y salen moviditos en las fotos,

la flema de la Tos de los Canitos,
el primo del bordón de Lady Pepa,
los bulevares de los sueños rotos.


LXXI

Malditos Benditos - IV

Para Enrique Urquijo

Maldita sea el alma desalmada
de quien tizna el idioma en cada verso,
el zumo de carcoma congelada,
las vírgenes de Lourdes del Inserso.

Maldita sea España con verrugas,
la infame Malasaña - malasombra,
el sol que te aplicó la ley de fugas,
el traidor inconfeso que te nombra.

Malditos sean los daños a terceros,
las once de los doce de febreros,
el nudo de la soga que nos atas,

las puertas de portales sin salida,
los pianos mellados de la vida,
las uñas de los ojos de las gatas.


Extraídos de “Ciento volando de catorce” de Joaquín Sabina (Editorial Visor – 2001)

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