lunes, 23 de noviembre de 2009

Yo no me llamo Ramón... ¿o si?

No conozco a nadie que le guste la llamada música moderna y no le gusten Los Ramones. Son probablemente la única banda de la historia capaz de agrupar entre sus seguidores a punkies, hippies, rockeros, metaleros, alternativos e incluso popies sin que por ello ninguno se sienta fuera de lugar o crea que esa no es su guerra. Ellos son el rock and roll y punto, y aunque ese reconocimiento no les llegó hasta el final de su carrera (se separaron en 1996), nadie duda que su influencia en el devenir de los acontecimientos musicales de las cuatro siguientes décadas habría tomado otros derroteros si no llega a ser por ellos…

Recuerdo haberles visto en Valladolid a principios de marzo de 1991 y, a pesar de no estar en ni mucho menos en su mejor momento, sentir que estaba siendo testigo de un espectáculo irrepetible de la mano de un mito viviente del rock. Sólo quedaban de formación original Joey y Johnny (a Tommy y a Dee Dee les habían sustituido Marky y C.J. respectivamente) pero creo que a los que allí estábamos esos pequeños detalles (o no tan pequeños) en el fondo no nos importaban teniendo en cuenta de a quien teníamos sobre un escenario ante nuestros ojos.

Este fin de semana he estado leyendo una biografía de ellos, y entre la infinidad de anecdotas e información la que sin duda más me ha llamado la atención ha sido el del origen del nombre del grupo que, pásmese todo el mundo, se lo deben a alguien tan aparentemente distinto a ellos como Sir Paul McCarney. Surgidos en Forest Hill (Queens, Nueva York) les tocó vivir su adolescencia en un momento en el que el espíritu del rock and roll y su glorioso legado había sido relegados a un segundo termino por la músico disco y su única aspiración al montar una banda de rock era precisamente devolver a Chuck Berry, Buddy Holly o a los chicos de la “British invasion” al sitio del que no debieron salir.

Hijo de militar Dee Dee (nacido como Douglas Glenn Calvin) pasó en Alemania gran parte de su infancia y adolescencia y allí (y más concretamente en Berlín) se empapó del rock de los 50 y descubrió al grupo que cambiaria definitivamente su vida: los Beatle. Buscando un poco de glamour en su existencia (a los 12 años descubrió casi simultáneamente la violencia y las drogas) decidió cambiarse el nombre por el de Dee Dee, y como apellido eligió uno tan simbólico como el de Ramone que allí cobraba un sentido especial por ser el mismo que utilizaba McCartney en los primeros momentos de la banda cuando se instalaron allí para curtirse y aprender algo antes de intentar el gran salto (lo volvió a recuperar en 1969 cuando escribió “My dark hour” para el álbum “Brave new wold” de la Steve Miller Band y que en esa ocasión firmó como Paul Ramon)

Cuando a los 14 años volvió con su madre a Estados Unidos y se instalaron en Queens de las pocas cosas que trajo fue su nombre artístico al que, como un juego, se apuntaron sus nuevos amigos…

Y para finalizar no me resisto a reproducir el comentario que Captian Sensible de Damned hizo durante su funeral: “la pérdida de Joey Ramone prueba fehacientemente que Dios no existe. Si existiese hubiese elegido a Phil Collins y no a Joey…”

Pues eso…

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