Curiosa esta semana en la me he vuelto a topar con el lado más duro y a la vez más romántico de la mitología del rock. El triunfo y el éxito están bien y supongo que es lo que buscan todos los que se acercan a este mundo, pero el fracaso y la vida en la segunda o tercera división de la música tiene ese halo de romanticismo y añoranza nostálgica que transmiten los perdedores y que al menos a mi me provocan mayor simpatía y credibilidad.
El jueves me contaba Josete de Nutopia lo mal que andan las cosas y por lo que tienen que pasar los que tratan de abrirse un hueco en la música. Si cada día salen en la prensa noticias en las que se cuenta como a gente consagrada la piden porcentajes de los conciertos, congelan la edición de sus discos por falta de liquidez o directamente rompen sus contratos, que no estará pasando con los que empiezan y tratan de meter la cabeza por algún lado… Al menos ellos cuentan con buenas canciones, un cantante como Gelo dotado de una voz con una personalidad arrolladora y la posibilidad de subirse a escenarios de cierto renombre de Madrid, para tratar de buscar ese toque de suerte imprescindible para que un día les cambie la vida... Y a pesar de todo, es tan difícil...
Eso me llevó de nuevo a un libro que leí hace años en el que Ricky Gil cuenta sus recuerdos y la historia de Brighton 64, una de las grandes bandas de los 80 en este país cuyo éxito reside en un fracaso que les ha convertido en auténticos mitos vivientes del rock patrio. Titulado “Bola y cadena” y publicado por la editorial “Milenio”, ya desde las primeras líneas de la introducción nos deja claro el camino por el que nos adentramos y que la suya no es la historia de un paseo entre la nada y el todo si no más bien uno por la nada hacia la nada:
“Escribir unas memorias a los 36 años es una imprudencia. Me da igual. En ningún momento lo hice pensando que se iban a publicar. También puede parecer absurdo relatar la historia de unos grupos tan poco populares como Brighton 64 o Matamala, pero creo sinceramente que aquí radica el posible interés de este libro. Todos hemos oído hablar de los caminos del éxito. En cambio, pocas veces se ha explicado con detalle los entresijos del fracaso. Esta es la historia de cómo disfrutar al máximo de un proyecto eternamente fallido, de cómo ser feliz quedándose a medias, de cómo convertir la frustración en energía para seguir adelante…”
Formada la banda en Barcelona por los hermanos Albert y Ricky Gil a comienzos de los 80, su pop con toques soul directo y eficaz les hizo acreedores a una merecida fama que nunca llegó a trascender más allá de algunos círculos especializados ni a materializarse en ventas. Tal vez “La casa de la bomba” sea la excepción (sonó bastante y consiguió un cierto éxito de ventas), pero no fue suficiente para dar el gran salto que merecían y volvieron a tierra de nadie en la que acabaron quemándose y prefundándose en Brigatones o Malamata para seguir intentándolo una y otra vez… Y así hasta nuestros días…
Se acaban de reeditar en vinilo (lo habían hecho en CD hace unos años en un recopilatorio con el mismo título del libro) sus dos primeros singles grabados en 1983 (“Barcelona blues” y “Deja de tocar a mi chica) y, aunque parezca mentira, la demanda por este material existe hasta el punto de que es probable que en poco tiempo se agote la edición. La historia dice que no triunfaron, pero creo que la realidad dice todo lo contrario. No llegaron a ganarse la vida con su pasión mientras veían que a su lado pasaban otros que con menos cualidades y méritos lograban el éxito que a ellos les era esquivo, pero más de 25 años después habitan en la memoria y los corazones de unos cientos o miles de fans y eso, al final para un creador debería ser más que suficiente.
Tengo compañeros y amigos que entre semana trabajan en fábricas y oficinas oscuras y los fines de semana se montan en la furgoneta para dar un concierto en algún pueblo perdido o se reúnen con sus grupos para ensayar. Gracias a la democratización que las nuevas tecnologías han traído con pocos medios casi todos han podido grabar sus discos con una calidad de sonido más que aceptable que, aunque no les suponen ingresos, al menos tampoco les genera gastos y les permiten así poder seguir tirando.
No llenaran ni estadios, ni palacios de los deportes ni siquiera, en muchos casos, las pequeñas salas en las que tocan, pero eso no merma un ápice su entusiasmo y pasión. Juegan en las ligas menores, pero al subirse al escenario se sienten igual que el más grande de los artistas y al menos así alimentan sus sueños de rock and roll… ¿Existe algo que sea más autentico y real dentro del podrido mundo del rock?
El jueves me contaba Josete de Nutopia lo mal que andan las cosas y por lo que tienen que pasar los que tratan de abrirse un hueco en la música. Si cada día salen en la prensa noticias en las que se cuenta como a gente consagrada la piden porcentajes de los conciertos, congelan la edición de sus discos por falta de liquidez o directamente rompen sus contratos, que no estará pasando con los que empiezan y tratan de meter la cabeza por algún lado… Al menos ellos cuentan con buenas canciones, un cantante como Gelo dotado de una voz con una personalidad arrolladora y la posibilidad de subirse a escenarios de cierto renombre de Madrid, para tratar de buscar ese toque de suerte imprescindible para que un día les cambie la vida... Y a pesar de todo, es tan difícil...
Eso me llevó de nuevo a un libro que leí hace años en el que Ricky Gil cuenta sus recuerdos y la historia de Brighton 64, una de las grandes bandas de los 80 en este país cuyo éxito reside en un fracaso que les ha convertido en auténticos mitos vivientes del rock patrio. Titulado “Bola y cadena” y publicado por la editorial “Milenio”, ya desde las primeras líneas de la introducción nos deja claro el camino por el que nos adentramos y que la suya no es la historia de un paseo entre la nada y el todo si no más bien uno por la nada hacia la nada:
“Escribir unas memorias a los 36 años es una imprudencia. Me da igual. En ningún momento lo hice pensando que se iban a publicar. También puede parecer absurdo relatar la historia de unos grupos tan poco populares como Brighton 64 o Matamala, pero creo sinceramente que aquí radica el posible interés de este libro. Todos hemos oído hablar de los caminos del éxito. En cambio, pocas veces se ha explicado con detalle los entresijos del fracaso. Esta es la historia de cómo disfrutar al máximo de un proyecto eternamente fallido, de cómo ser feliz quedándose a medias, de cómo convertir la frustración en energía para seguir adelante…”
Formada la banda en Barcelona por los hermanos Albert y Ricky Gil a comienzos de los 80, su pop con toques soul directo y eficaz les hizo acreedores a una merecida fama que nunca llegó a trascender más allá de algunos círculos especializados ni a materializarse en ventas. Tal vez “La casa de la bomba” sea la excepción (sonó bastante y consiguió un cierto éxito de ventas), pero no fue suficiente para dar el gran salto que merecían y volvieron a tierra de nadie en la que acabaron quemándose y prefundándose en Brigatones o Malamata para seguir intentándolo una y otra vez… Y así hasta nuestros días…
Se acaban de reeditar en vinilo (lo habían hecho en CD hace unos años en un recopilatorio con el mismo título del libro) sus dos primeros singles grabados en 1983 (“Barcelona blues” y “Deja de tocar a mi chica) y, aunque parezca mentira, la demanda por este material existe hasta el punto de que es probable que en poco tiempo se agote la edición. La historia dice que no triunfaron, pero creo que la realidad dice todo lo contrario. No llegaron a ganarse la vida con su pasión mientras veían que a su lado pasaban otros que con menos cualidades y méritos lograban el éxito que a ellos les era esquivo, pero más de 25 años después habitan en la memoria y los corazones de unos cientos o miles de fans y eso, al final para un creador debería ser más que suficiente.
Tengo compañeros y amigos que entre semana trabajan en fábricas y oficinas oscuras y los fines de semana se montan en la furgoneta para dar un concierto en algún pueblo perdido o se reúnen con sus grupos para ensayar. Gracias a la democratización que las nuevas tecnologías han traído con pocos medios casi todos han podido grabar sus discos con una calidad de sonido más que aceptable que, aunque no les suponen ingresos, al menos tampoco les genera gastos y les permiten así poder seguir tirando.
No llenaran ni estadios, ni palacios de los deportes ni siquiera, en muchos casos, las pequeñas salas en las que tocan, pero eso no merma un ápice su entusiasmo y pasión. Juegan en las ligas menores, pero al subirse al escenario se sienten igual que el más grande de los artistas y al menos así alimentan sus sueños de rock and roll… ¿Existe algo que sea más autentico y real dentro del podrido mundo del rock?
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