La primera (y única) vez que vi a Muse en directo fue la tarde del 16 de julio de 2004 en el Monte del Gozo de Santiago de Compostela en uno de esos maratonianos conciertos con varios artistas (Starsailor para abrir boca y luego Lou Reed y The Cure) en los que en muchas ocasiones acabas saturado de música si el orden de interés por los artistas no es directamente proporcional al de su aparición sobre el escenario. Yo quería ver a Bowie (que en principio iba a encabezar el cartel), pero cuando se cayó por alguna extraña razón y se anuncio que Lou Reed le sustituiría (a pesar de que le había visto unos meses antes) decidí no cambiarla por que los demás grupos también me interesaban. Respecto a esta sustitución debo ser el único en el mundo que piensa que la actuación del newyorkino fue fabulosa por el repaso que hizo de lo más oscuro y desconocido de su repertorio (sus grandes éxitos ya los había vivido hacia demasiado poco tiempo antes) y estoy convencido de que si en lugar de ser allí el show hubiese tenido lugar en una pequeña sala de Madrid o Barcelona los críticos y publico habrían hablado en otros términos de él…
Pero hablamos de Muse, y aquella tarde ellos también estuvieron a punto de caerse del cartel, y en ese caso creo que si que habría pedido la devolución del dinero para gastármelo (mas que probablemente) en otro concierto de relumbrón o en alguna de esas joyas que circulan por ahí y que no puedo permitirme por cuestiones económicas. El 27 de junio tras la actuación que cerraba Glastonbury (y que el propio Bellamy calificó como “la mejor de su vida”), al padre de Dominic Howard que se encontraba allí le dio un infarto y murió, por lo que la suspensión de la gira (y por lo tanto de su presencia en Santiago) estuvo en el aire hasta unos días antes del evento gallego que reanudaron sus actuaciones…
La verdad es que ni tengo muy claro el por que del post de hoy ni lo que en realidad quiero contar. Supongo que todo se debe a que hace un par de días escuché “The resistance” (su nuevo trabajo publicado a mediados de septiembre) y, aunque anoche lo volví a hacer y ahora suene de fondo, no tengo ni idea de si me parece una obra maestra o una exageración desproporcionada, pomposa e histriónica de una banda que, desde que la descubrí, me ha proporcionado grandes momentos (sus discos me parecen fantásticos y aquel concierto lo disfruté como pocos en aquellos años tan oscuros para mi…) pero también tremendas decepciones ya que a veces suenan demasiado a cosas ya escuchadas (por ejemplo en este último discos “The United States of Eurasia” el tufo Queen tira para atrás) que tan pronto se pueden considerar influencias u homenajes como burdos plagios, siempre dependiendo del cuerpo que tengas en el momento de escucharlos…
Pero que decir si desde el primer momento que escuche su nombre el misterio y la duda ha rodeado mi relación con ellos… Recuerdo que fue en una visita a Londres en agosto de 2003 cuando en los escaparates de las grandes tiendas de música un enorme anuncio con un reloj iba marcando los días, minutos y segundos que faltaban para el 21 de septiembre, fecha en la que (según rezaba el eslogan) llegaría nuestra absolución (“El 21 de septiembre Muse te darán su absolución” o algo así). En las tiendas me enteré que el single de presentación sólo se podía conseguir por internet así que tuve que esperar un par de semanas para poder descargármelo y saber que narices hacían esos tipos (pensé comprarme allí alguno de sus trabajos anteriores, pero entre lo prohibitivo de los precios allí y la cantidad de cosas interesantes que había decidí que podía esperar a mi regreso.
Cuando por fin pude enfrentarme a su obra, y sobre todo cuando me encontré cara a cara con el “Absolution”, lo primero que me vino a la cabeza fue la gran disyuntiva que siempre me ha acompañado cuando hablo de ellos: o son unos genios, o son los sinvergüenzas más grandes de la historia del rock. Lo peor de todo es que después de seis años y tres discos (“Black holes and revelations”, el directo “H.A.A.R.P” y el reciente “The resistance”) sigo sin encontrar respuesta a esa pregunta ya que su grandilocuencia, lo exagerado de sus arreglos, su recurso a la épica y a todo tipo de excesos me horroriza casi en la misma medida que me fascina. Algo tienen, es evidente, pero a pesar de eso no entiendo como es posible que Matthew Bellamy (voz, guitarra y teclados); Dominic Howard (batería) y Christopher Wolstenholme (bajo) sigan siendo capaces de subirse a un escenario o plantarse delante de una cámara sin ni siquiera sonrojarse.
Lo que si que tengo manifiestamente claro, a pesar de todas esas dudas, es que a mi en su globalidad (incluso han recurrido al diseñador habitual de las portadas de Pink Flyod) estos chicos de Muse me gustan bastante… O tal vez no tanto…
Pero hablamos de Muse, y aquella tarde ellos también estuvieron a punto de caerse del cartel, y en ese caso creo que si que habría pedido la devolución del dinero para gastármelo (mas que probablemente) en otro concierto de relumbrón o en alguna de esas joyas que circulan por ahí y que no puedo permitirme por cuestiones económicas. El 27 de junio tras la actuación que cerraba Glastonbury (y que el propio Bellamy calificó como “la mejor de su vida”), al padre de Dominic Howard que se encontraba allí le dio un infarto y murió, por lo que la suspensión de la gira (y por lo tanto de su presencia en Santiago) estuvo en el aire hasta unos días antes del evento gallego que reanudaron sus actuaciones…
La verdad es que ni tengo muy claro el por que del post de hoy ni lo que en realidad quiero contar. Supongo que todo se debe a que hace un par de días escuché “The resistance” (su nuevo trabajo publicado a mediados de septiembre) y, aunque anoche lo volví a hacer y ahora suene de fondo, no tengo ni idea de si me parece una obra maestra o una exageración desproporcionada, pomposa e histriónica de una banda que, desde que la descubrí, me ha proporcionado grandes momentos (sus discos me parecen fantásticos y aquel concierto lo disfruté como pocos en aquellos años tan oscuros para mi…) pero también tremendas decepciones ya que a veces suenan demasiado a cosas ya escuchadas (por ejemplo en este último discos “The United States of Eurasia” el tufo Queen tira para atrás) que tan pronto se pueden considerar influencias u homenajes como burdos plagios, siempre dependiendo del cuerpo que tengas en el momento de escucharlos…
Pero que decir si desde el primer momento que escuche su nombre el misterio y la duda ha rodeado mi relación con ellos… Recuerdo que fue en una visita a Londres en agosto de 2003 cuando en los escaparates de las grandes tiendas de música un enorme anuncio con un reloj iba marcando los días, minutos y segundos que faltaban para el 21 de septiembre, fecha en la que (según rezaba el eslogan) llegaría nuestra absolución (“El 21 de septiembre Muse te darán su absolución” o algo así). En las tiendas me enteré que el single de presentación sólo se podía conseguir por internet así que tuve que esperar un par de semanas para poder descargármelo y saber que narices hacían esos tipos (pensé comprarme allí alguno de sus trabajos anteriores, pero entre lo prohibitivo de los precios allí y la cantidad de cosas interesantes que había decidí que podía esperar a mi regreso.
Cuando por fin pude enfrentarme a su obra, y sobre todo cuando me encontré cara a cara con el “Absolution”, lo primero que me vino a la cabeza fue la gran disyuntiva que siempre me ha acompañado cuando hablo de ellos: o son unos genios, o son los sinvergüenzas más grandes de la historia del rock. Lo peor de todo es que después de seis años y tres discos (“Black holes and revelations”, el directo “H.A.A.R.P” y el reciente “The resistance”) sigo sin encontrar respuesta a esa pregunta ya que su grandilocuencia, lo exagerado de sus arreglos, su recurso a la épica y a todo tipo de excesos me horroriza casi en la misma medida que me fascina. Algo tienen, es evidente, pero a pesar de eso no entiendo como es posible que Matthew Bellamy (voz, guitarra y teclados); Dominic Howard (batería) y Christopher Wolstenholme (bajo) sigan siendo capaces de subirse a un escenario o plantarse delante de una cámara sin ni siquiera sonrojarse.
Lo que si que tengo manifiestamente claro, a pesar de todas esas dudas, es que a mi en su globalidad (incluso han recurrido al diseñador habitual de las portadas de Pink Flyod) estos chicos de Muse me gustan bastante… O tal vez no tanto…
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