Creo que si Nick Drake empezase en esto de la música hoy en día tendría muy difícil abrirse paso en la industria. Hoy, a cuatro días del trigesimoquinto aniversario de su muerte y por casualidad, me he encontrado con un texto que escribió hace casi 40 años David Standison (encargado de prensa de “Island Records” a principios de los 70) para la promoción de “Pink moon”, y como la historia que lo rodea me ha gustando tanto la contaré someramente antes de reproducirlo.
Se cuenta que un día de finales de 1971 Nick se presentó en las oficinas de su discográfica y en la recepción pidió hablar personalmente con Chris Blackwell (su propietario). Cuando este apareció le entrego una cinta que había grabado en un par de noches y en la que se encontraba su nuevo disco, y tras entregárselo y sin apenas decir palabra se marchó.
El primer movimiento de “Island Records” fue contratar al fotógrafo Keith Morris para que tomara unas instantáneas para la portada y el diseño de la carpeta. Una tarde gris y lluviosa se llevó a Drake a dar paseo para sacarle unas fotos, y una vez concluidas desapareció. Esas imágenes finalmente no aparecieron en el disco y fueron sustituidas por un cuadro de Michael Trevithick, pero su cuerpo encorvado y la expresión vacía de su rostro captaban perfectamente el punto en el que en ese momento se encontraba el cantante.
La factura de 500 libras que les presento de la grabación era tan baja que Blackwell sabía que no le podía exigir que hiciese una gira o cientos de entrevistas para promocionarlo así que decidieron buscar una alternativa. La decisión que Standison tomó fue gastar todo el dinero que tenían en un anuncio en todos los medios escritos especializados con un texto escrito por él (acompañado con una foto de Nick alejándose de la cámara mientras un perro ladra a sus pies) con el fin de convencer a los lectores de que se compraran el disco.
No funcionó, pero ese alegato tan apasionado y personal de Standison debería servir para que los que cuatro décadas después se dedican a vender discos reflexionasen un poco sobre si mantienen esa misma actitud de entrega hacia el trabajo de los artistas o lo suyo es sin más un mero ejercicio de cuadrar balances. Por desgracia la respuesta es que ahora la pela es lo único que importa, y tal vez por eso el negocio musical se encuentra en una vía muerta y sin posibilidad de retorno…
PINK MOON – EL NUEVO DISCO DE NICK DRAKE: NO SUPIMOS NADA DE EL HASTA QUE YA ESTABA HECHO
La primera vez que escuché la música de Nick Drake fue cuando entré en “Island Records” y cogí de una estantería su primer disco “Five leaves left” y decidí escucharlo porque me gustaba la portada.
Desde las primeras notas de “Time has told me” hasta los últimos acordes de “Saturday sun”, el sentimiento de esta música, completamente personal, me atrapó, así como las letras y esa extraña sensación que se tiene cuando se oye sin querer una conversación privada de otra persona.
La primera vez que vi a Nick Drake fue en el Queen Elizabeth Hall. Salió a escena con su guitarra, se sentó en su taburete, fijó la mirada en el suelo y cantó toda una serie de canciones apagadas, salpicadas de vez en cuando con un “gracias” apenas murmurado cuando el público, aquí y allá, aplaudía desconcertado (no sabían quien era, y tampoco parecía que les importase mucho). Cuando terminó su última canción (la guitarra todavía mantenía las notas finales), se levantó y se fue. Sus hombros estaban echados hacia delante, como si pudieran evitar que su dueño tuviera que encontrarse con nadie.
Conocí a Nick Drake la misma semana en que salía al mercado su segundo disco “Bryter later”. Llegó una hora tarde y no mostró mucho interés en tomar nada, ni té, ni café, ni nada de comer. Durante la siguiente media hora sólo pronuncio un par de palabras. Al final me quedé sin nada que decir, así que pagué la cuenta y lo acompañé de regreso a Witchseason.
La última vez que vi a Nick Drake fue hace una semana más o menos. Entró sonriendo, con esa extraña sonrisa suya, y entregó su nuevo disco. Había ido a un estudio y lo había grabado sin decírselo a nadie (salvo al ingeniero de sonido). Desde entonces no hemos vuelto a saber de él.
Lo importante de esta historia es lo siguiente: ¿por qué (cuando hay gente dispuesta a casi cualquier cosa por un contrato discográfico o por tocar en el Queen Elizabeth Hall) vamos a sacar al mercado el siguiente (si es que quiere hacer otro)?
La respuesta es sencilla: porque creemos que Nick Drake tiene un talento enorme. Sus dos primeros discos no han vendido una mierda, pero si los seguimos sacando a lo mejor algún día hay algún personaje de gran autoridad que se tomo la molestia de escucharlos de la manera apropiada y decide que está de acuerdo con nosotros. A lo mejor entonces hay mucha más gente que llega a escuchar las fantásticas canciones de Nick Drake y su forma increíble de tocar la guitarra. Y a lo mejor compran un motón de sus discos y hacen que nuestra e en la promesa de Nick Drake dé sus frutos.
Entonces habremos hecho nuestro trabajo
Dave Sandison, diciembre de 1971
Se cuenta que un día de finales de 1971 Nick se presentó en las oficinas de su discográfica y en la recepción pidió hablar personalmente con Chris Blackwell (su propietario). Cuando este apareció le entrego una cinta que había grabado en un par de noches y en la que se encontraba su nuevo disco, y tras entregárselo y sin apenas decir palabra se marchó.
El primer movimiento de “Island Records” fue contratar al fotógrafo Keith Morris para que tomara unas instantáneas para la portada y el diseño de la carpeta. Una tarde gris y lluviosa se llevó a Drake a dar paseo para sacarle unas fotos, y una vez concluidas desapareció. Esas imágenes finalmente no aparecieron en el disco y fueron sustituidas por un cuadro de Michael Trevithick, pero su cuerpo encorvado y la expresión vacía de su rostro captaban perfectamente el punto en el que en ese momento se encontraba el cantante.
La factura de 500 libras que les presento de la grabación era tan baja que Blackwell sabía que no le podía exigir que hiciese una gira o cientos de entrevistas para promocionarlo así que decidieron buscar una alternativa. La decisión que Standison tomó fue gastar todo el dinero que tenían en un anuncio en todos los medios escritos especializados con un texto escrito por él (acompañado con una foto de Nick alejándose de la cámara mientras un perro ladra a sus pies) con el fin de convencer a los lectores de que se compraran el disco.
No funcionó, pero ese alegato tan apasionado y personal de Standison debería servir para que los que cuatro décadas después se dedican a vender discos reflexionasen un poco sobre si mantienen esa misma actitud de entrega hacia el trabajo de los artistas o lo suyo es sin más un mero ejercicio de cuadrar balances. Por desgracia la respuesta es que ahora la pela es lo único que importa, y tal vez por eso el negocio musical se encuentra en una vía muerta y sin posibilidad de retorno…
PINK MOON – EL NUEVO DISCO DE NICK DRAKE: NO SUPIMOS NADA DE EL HASTA QUE YA ESTABA HECHO
La primera vez que escuché la música de Nick Drake fue cuando entré en “Island Records” y cogí de una estantería su primer disco “Five leaves left” y decidí escucharlo porque me gustaba la portada.
Desde las primeras notas de “Time has told me” hasta los últimos acordes de “Saturday sun”, el sentimiento de esta música, completamente personal, me atrapó, así como las letras y esa extraña sensación que se tiene cuando se oye sin querer una conversación privada de otra persona.
La primera vez que vi a Nick Drake fue en el Queen Elizabeth Hall. Salió a escena con su guitarra, se sentó en su taburete, fijó la mirada en el suelo y cantó toda una serie de canciones apagadas, salpicadas de vez en cuando con un “gracias” apenas murmurado cuando el público, aquí y allá, aplaudía desconcertado (no sabían quien era, y tampoco parecía que les importase mucho). Cuando terminó su última canción (la guitarra todavía mantenía las notas finales), se levantó y se fue. Sus hombros estaban echados hacia delante, como si pudieran evitar que su dueño tuviera que encontrarse con nadie.
Conocí a Nick Drake la misma semana en que salía al mercado su segundo disco “Bryter later”. Llegó una hora tarde y no mostró mucho interés en tomar nada, ni té, ni café, ni nada de comer. Durante la siguiente media hora sólo pronuncio un par de palabras. Al final me quedé sin nada que decir, así que pagué la cuenta y lo acompañé de regreso a Witchseason.
La última vez que vi a Nick Drake fue hace una semana más o menos. Entró sonriendo, con esa extraña sonrisa suya, y entregó su nuevo disco. Había ido a un estudio y lo había grabado sin decírselo a nadie (salvo al ingeniero de sonido). Desde entonces no hemos vuelto a saber de él.
Lo importante de esta historia es lo siguiente: ¿por qué (cuando hay gente dispuesta a casi cualquier cosa por un contrato discográfico o por tocar en el Queen Elizabeth Hall) vamos a sacar al mercado el siguiente (si es que quiere hacer otro)?
La respuesta es sencilla: porque creemos que Nick Drake tiene un talento enorme. Sus dos primeros discos no han vendido una mierda, pero si los seguimos sacando a lo mejor algún día hay algún personaje de gran autoridad que se tomo la molestia de escucharlos de la manera apropiada y decide que está de acuerdo con nosotros. A lo mejor entonces hay mucha más gente que llega a escuchar las fantásticas canciones de Nick Drake y su forma increíble de tocar la guitarra. Y a lo mejor compran un motón de sus discos y hacen que nuestra e en la promesa de Nick Drake dé sus frutos.
Entonces habremos hecho nuestro trabajo
Dave Sandison, diciembre de 1971
1 comentario:
Muy buen post.Yo conoci a Nick Drake hace unos 3 años por un amigo y desde entonces me sigue fascinando
Fer
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