No sé si me voy a meter en un berenjenal, pero hace un rato (mientras estaba tirado en el sillón durante un descanso del primer capitulo de la serie “Flashforward” que tiene una pinta sensacional), me han venido a la cabeza una sucesión de ideas inconexas en las que he visto una especie de conspiración a varias bandas en la que el objetivo final en la muerte del CD…
Alguno de los que me conocen estará pensando que ya está éste con sus paranoias conspiranoicas, pero que queréis que os diga, aunque seguramente todo sea una exageración estimulada por la serie, está claro que existen detalles que recuerdan a los momentos previos a la desaparición del vinilo, y eso, cuando menos, es una curiosa casualidad.
No hace falta ser un lumbreras para haberse dado cuenta de que en los últimos tiempos, al margen de la ingente desaparición de tiendas (alguna tan renombrada como “Madrid rock”), el espacio dedicado a la venta de CD’s en las que se mantienen se ha ido reduciendo a pasos agigantados. El ritmo es tal que por ejemplo superficies como la FNAC de Callado en Madrid ahora le dedica a todos los soportes musicales menos de la mitad del espacio que hace un año por estas fechas, y algo muy similar le sucede a “El Corte Ingles” de la Puerta del Sol, por mencionar sólo dos de las tiendas que más discos venden de todo el país.
Es cierto que por si solo este argumento no es muy significativo aunque si creo que es un inicio claro ya que cuando a mediados de los noventa se liquidó el vinilo y su puesto lo ocupó el CD, en los primeros tiempos y hasta que empezó a venderse el nuevo soporte, el espacio (sobre todo en los grandes centros comerciales) como está sucediendo ahora se redujo considerablemente. La diferencia con aquel momento es que entonces había un formato analógico que iba a ser sustituido (en otros países a una escala ínfima se siguió fabricando con tiradas muy pequeñas y limitadas, pero en España directamente y a excepción de algunas independientes y artistas muy puntuales se eliminó) por otro digital, pero ambos eran tangibles y ocupaban un espacio físico que de una u otra manera tendría que ocuparse, cosa que ahora no ocurre.
Además en su contra está que para la comodidad del consumidor urgente hay que reconocer que estos nuevos formatos (que permiten guardar en un disco duro miles y miles de canciones y escucharlas con un doble clic) son una autentica gozada y por desgracia todo lo que no suponga mayor facilidad y sencillez resulta un atraso que las nuevas generaciones (y futuros consumidores a gran escala) ya no sólo no están dispuestas a consentir, si no que directamente ni se lo plantean… Entonces ¿que queda?
En principio supongo que los que nos mantuvimos fieles al vinilo no tendremos demasiado problema en seguir comprándolos, y más ahora que las “cabezas pensantes” parece que se han dado cuenta que, aunque a un nivel mucho menor, al menos por ese camino hay un negocio en crecimiento que, siempre que no se vuelvan locos y se lo carguen con políticas equivocadas, tiene un publico bastante fiel y dispuesto a gastarse la pasta.
Otra historia es la del CD que como objeto apenas vale nada y como tampoco aporta un valor añadido más pronto que tarde acabará desapareciendo de los grandes recintos comerciales y se refugiará en los mismo sitios que hasta ahora lo hacia el vinilo, aunque en esta ocasión existe una diferencia: El soporte en si se puede copiar sin problemas con una calidad impecable y su público difícilmente se mantendrá fiel cuando sea más complicado encontrar un disco compacto que descargárselo de la red ya sea pagando o por la cara.
Y en este punto es en el que se me ha encendido la bombillita y he creído ver fantasmas donde probablemente no los haya. Resulta que de repente me he dado cuenta que una gran cantidad de los discos que me he comprado y que han sido publicados en los últimos meses resulta que si te los descargas en formato itunes tienen, al menos, un tema más que si te lo compras en la tienda. Eso me ha hecho recordar que en la temporada que convivieron el LP y el CD, estos últimos empezaron a llevar lo que se conoce como bonustrack y cuya intención era hacer que los fans de un artista comprara ese soporte con más canciones (y que decían que además tenía mejor sonido y era irrompible) en detrimento del otro.
Me recuerdo a mi mismo ante un escaparte con esa disyuntiva tratando de decidir si el “Esta boca es mía” de Sabina me lo compraba en CD con más temas o vinilo más atractivo y mejor sonido. Hasta ese momento había logrado sobrevivir consiguiendo las canciones que me faltaban en las caras B de los singles, pero en ese instante ese formato ya no existía por lo que si quería todas las canciones tendría que renunciar a mis preferencias y principios y me tocaría pasar por caja (uno costaba prácticamente el doble que el otro)
Finalmente consumé la gran traición, y aunque seguí comprando vinilos hasta que finalmente desaparecieron (y a pesar de eso la importación y la segunda mano han seguido alimentando mi espíritu) confieso que siempre me quedó un regusto amargo por esa decisión (y alguna otra posterior) pero sobre todo un resentimiento hacia la industria en general por haberme puesto en esa tesitura y demostrarme que el fan no la importaba nada mientras pudiera ganar un céntimo más.
Ahora volvemos a encontrarnos en la misma situación, pero esta vez no seré yo el que tenga ni dudas ni remordimientos ante la decisión que tome. Me asombra que todas las discográficas hayan pasado por el aro de itunes que, no olvidemos, es un formato exclusivo para los que usen aparatos de la marca “Apple” (mc, ipod, iphone…) con lo que le están dando el control de la distribución exclusiva de música en la red generando en la practica un monopolio mundial. Ellos dirán que son muchos los que venden en la red en formato mp3, pero claro si yo tengo un ipod y quiero por ejemplo el último disco de Wilco y veo que existe un tema exclusivo llamado “Dark neon” en itunes acabaré comprándoselo a ellos antes que a otros que me ofrezcan a lo mejor un precio más bajo pero que no tengan ese tema.
Pero si sorprende la sumisión de todas las multinacionales a “Apple” aceptando uno acuerdos de distribución presuntamente leoninos (a excepción de The Beatles que siguen sin permitir que su catálogo se venda en la red), más sorprende que en ningún otro sector de la música se haya levantado la voz para quejarse. Y es que parece que nadie se da cuenta de que en muy poquito tiempo el grueso del negocio va a pasar por las manos de una empresa informática y no musical que una vez que lo controle completamente impondrá condiciones todavía más estrictas que en principio perjudiquen a todos pero que al final pagaran los de siempre (artistas y compradores)
Y si ahora del euro que cuesta una canción el artista se lleva 15 céntimos y el resto se lo reparten entre la discográfica y la tienda de itunes, ¿Qué capacidad tendrá para negarse si deciden pagarle menos? Y si suben el precio una vez que apenas exista competencia que harán, ¿lanzar al artista en contra del comprador (como ahora hacen) por la miseria que le corresponde en este reparto al creador para que le partan la cara a él mientras otros salen de rositas? Pues seguro que si ya que siempre existirá alguien forrándose por otro lado (por ejemplo gestionando los derechos de autor que no los del autor) y algún pardillo que se crea y subvencione a los pájaros de mal agüero que con su política del terror sólo buscan seguir manteniendo unos privilegios que, gracias a dios, poco a poco están perdiendo.
Los más inteligentes (que cada vez hay más), sabrán aprovechar las ventajas que esta defunción del CD traerá y podrán librarse del férreo yugo al que hasta ahora han estado sometidos, y los que no se merecerán lo que les pase y sus lágrimas no me darán ninguna pena… Pero de eso ya hablaré otro día…