La historia de hoy es la de, seguramente, la primera portada censurada del rock. Tal vez alguien pueda venir diciendo que unos meses antes o el año anterior, una pequeña discográfica de, por ejemplo, Nebraska, prohibió una en la que salía un perro levantando la pata... Tal vez sea así, pero evidentemente no trascendió hasta el punto de llenar páginas en su momento, poner una de las primeras piedras en el edificio del coleccionismo discográfico, y aún hoy, más de cuarenta años después seguir despertando el suficiente interés para que haya alguien como yo dispuesto a escribir sobre ello, y alguien como tu con la curiosidad necesaria para leerlo...
En un principio las cubiertas de los discos carecían de interés para casi todo el mundo, y como tal, no existía un especialista que hiciera las de rock, por lo que un diseñador te podía hacer tan pronto una de Chuck Berry como inmediatamente después una de Dean Martín o The Platters. La austeridad era total y lo que importaba era que el contenido musical estuviese a la altura, quedando el concepto estético reducido a una imagen del artista posando y poco más.
Hasta principios de los 60 la cosa no empezó a cambiar coincidiendo con el planteamiento de algunos de que un producto de uso mayoritario podía convertirse en una obra de arte, y enseguida el disco fue visto como el perfecto campo para lograrlo. Desde ese momento los ejecutivos de las discográficas y los artistas empezaron a intentar hacer sus álbumes estéticamente más llamativos, seductores y vendibles en las tiendas. Por esa razón y conscientes de la importancia de una imagen atractiva como paso previo a una compra, muchos grupos empezaron a exigir carta blanca para decidir la portada, con lo que los problemas entre el punto de vista de unos y los planteamientos estéticos de los otros empezaron a surgir.
Y los primeros en sufrir en sus carnes esta diferencia de criterios (por decirlo finamente), fueron los únicos capaces de plantar cara a todo lo que se les pusiese por delante sin temer las consecuencias. Estamos hablando, como no, del grupo más importante del momento y probablemente el más grande e influyente de todos los tiempos.
Una de las cosas extrañas que sucedían el los primeros tiempos del rock era que las discográficas adquirían los derechos de un artista y luego hacian un poco lo que le daba la gana con su catálogo. Para el mercado estadounidense los discos de The Beatles los editaba “Capitol”, y durante los primeros años se dedicó a cometer todo tipo de tropelías. No respetaba los títulos de los discos, cambiaba las portadas, modificaba los contenidos mezclando temas de varios discos y singles... y eso al cuarteto de Liverpool no le hacia ninguna gracia.
Por eso en la primera ocasión que tuvieron decidieron vengarse por todas estas carnicerías que cometían con su obra. En 1966 publicaron para Estados Unidos “Yesterday and today”, un recopilatorio en el que incluían temas de “Help”, “Rubber soul” y “Revolver” y el single “We can work it out” / “Day tripper”, y que acabaria pasando a la posteridad por su macabra portada. En ella se les veía posando con batas de carniceros, trozos de carne cruda por el cuerpo y muñecas decapitadas, mientras una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en sus caras.
Pero como no podía ser de otra forma para un mercado tan políticamente correcto, Capitol consideró que el diseño era de mal gusto y decidió retirar todas las copias que pudo e imponer una portada mucho mas inofensiva y clásica. Pero muchas veces estas decisiones consiguen un efecto distinto al deseado, y cuando se anuncio la retirada fueron muchos los que se lanzaron a las tiendas para conseguir su copia, y la imagen apareció publicada en todos los medios de comunicación, por lo que adquirió una publicidad extra que, dada la situación que vivían tras la famosa frase de Lennon (y ya comentada en otro post), les vino bien para relanzar sus ventas en ese mercado.
Hoy “Yesterday and today” o el “butcher album” (álbum de la carnicería) es, probablemente, su disco más buscado (algo así como la versión española del “Sticky fingers” de los Stones) y por su versión original se pagan autenticas fortunas. En cualquier caso para todo aquel interesado en poseer una copia con esa portada en su casa (y en formato CD, claro) no resulta demasiado difícil conseguir bootlegs del grupo que la lleven y que reproducen o bien esa recopilación o bien otro tipo de contenido (suelen ser descartes y versiones alternativas de temas ya publicados).
Después de esto sus discos empezaron a aparecer iguales a ambos lados del Atlántico (a veces con alguna pequeñísima variación), pero para el recuerdo nos queda esa divertida imagen que, en otro contexto y circunstancias, hubiese sido imposible ver.
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