Llevo semanas retrasando estas líneas, y ahora que me enfrento al folio en blanco no acabo de estar seguro de ser capaz de transmitir todo lo que me gustaría contar de Carlos Chaouen. Hace algo más de un mes apareció su quinto disco, y desde que lo compré no ha pasado ni un solo día en el que no lo haya escuchado al menos durante un rato. Ni que decir tiene que adoro a este tipo y aunque muchas veces pueda utilizar términos parecidos para otros artistas, en su caso es cierto.
Las semillas que germinan en la infancia y la adolescencia es difícil que el tiempo acabe con ellas. Lo más que puede conseguir es apartarlas a un rincón del disco duro de la mente, pero cuando se pulsa la tecla adecuada toda la información y emociones vuelven a aparecer con la misma intensidad de antaño. A lo largo de tantísimos años de compañía, genialidad, empatía, afinidad y cientos de apelativos más, puedo decir que Sabina, Vega y Urquijo marcan toda mi adolescencia y juventud. Ahí siguen por que con mayor o menor actividad (los dos supervivientes prometen disco antes del verano de 2009) van publicando cosillas, y además es como el amor a los padres, la familia o los amigos de siempre, esta fuera de duda y por encima de todo...
Pero con la madurez (al menos la del DNI) fueron apareciendo nuevos nombres entre los que dos cobraron una especial importancia, y uno de esos nombres es el de Carlos Chaouen. La razón principal es por que siento que sus letras hablan de mi, que soy yo el que estoy en ellas, y que esas canciones podría haberlas escrito yo de haber tenido talento. Puede parecer muy pretencioso por mi parte, ya que el tío tiene muchísimo talento, toca la guitarra acústica como lo haría el mismísimo dios y es el letrista más grande de su generación, y mientras yo soy un simple junta-letras, pero es muy cierto que es de los artistas que siento más próximos, y lo que hace y como lo hace está en la órbita de lo que a mi me hubiese gustado hacer.
Además, durante un par de años negros de mi vida, coincidimos bastante (corre la leyenda que trabajaba de psicólogo en el hospital de Palencia) por los bares de mi ciudad y fui testigo de su genialidad el suficiente número de veces como para llevar esos momentos tatuados a sangre y fuego como recuerdo de ese tiempo que fue... Por eso la aparición de “Horizonte de sucesos” (que ha sido grabado, como casi todos, por estas tierras mesetarias), me ha revuelto un poco las entrañas del alma y he vuelto a sentir la conexión emocional con su música. Sus letras son demasiado poéticas y ambiguas como para poder imaginar y sentir lo que te de la gana (y también para pensar que es un estúpido que sólo dice chorradas), con lo que al final puede que simplemente sea una predisposición personal hacia él lo que me arrastra a este estado de melancolía extrema.
Es navidad, el disco muy bueno, cuesta 15 euros en la FNAC, y aunque la portada es (como podéis ver) horrible y no es tan fácil de escuchar como para que le guste a cualquiera, seguro que entre vuestro círculo conocéis a alguien a quien poder regalárselo...
Y ahora que estoy a punto de acabar y debo decidir si releo lo escrito y lo cuelgo tal cual está, tengo la convicción de no haber logrado mi objetivo de tratar de conseguir generar al que lea esto la necesidad de escuchar la música de Chaouen. Un mes después siento que las palabras siguen enganchadas a las emociones, y estas son traicioneras y están demasiado ciegas. Tal vez otro día, en otro momento, otro año, cuando muera el invierno...
Las semillas que germinan en la infancia y la adolescencia es difícil que el tiempo acabe con ellas. Lo más que puede conseguir es apartarlas a un rincón del disco duro de la mente, pero cuando se pulsa la tecla adecuada toda la información y emociones vuelven a aparecer con la misma intensidad de antaño. A lo largo de tantísimos años de compañía, genialidad, empatía, afinidad y cientos de apelativos más, puedo decir que Sabina, Vega y Urquijo marcan toda mi adolescencia y juventud. Ahí siguen por que con mayor o menor actividad (los dos supervivientes prometen disco antes del verano de 2009) van publicando cosillas, y además es como el amor a los padres, la familia o los amigos de siempre, esta fuera de duda y por encima de todo...
Pero con la madurez (al menos la del DNI) fueron apareciendo nuevos nombres entre los que dos cobraron una especial importancia, y uno de esos nombres es el de Carlos Chaouen. La razón principal es por que siento que sus letras hablan de mi, que soy yo el que estoy en ellas, y que esas canciones podría haberlas escrito yo de haber tenido talento. Puede parecer muy pretencioso por mi parte, ya que el tío tiene muchísimo talento, toca la guitarra acústica como lo haría el mismísimo dios y es el letrista más grande de su generación, y mientras yo soy un simple junta-letras, pero es muy cierto que es de los artistas que siento más próximos, y lo que hace y como lo hace está en la órbita de lo que a mi me hubiese gustado hacer.
Además, durante un par de años negros de mi vida, coincidimos bastante (corre la leyenda que trabajaba de psicólogo en el hospital de Palencia) por los bares de mi ciudad y fui testigo de su genialidad el suficiente número de veces como para llevar esos momentos tatuados a sangre y fuego como recuerdo de ese tiempo que fue... Por eso la aparición de “Horizonte de sucesos” (que ha sido grabado, como casi todos, por estas tierras mesetarias), me ha revuelto un poco las entrañas del alma y he vuelto a sentir la conexión emocional con su música. Sus letras son demasiado poéticas y ambiguas como para poder imaginar y sentir lo que te de la gana (y también para pensar que es un estúpido que sólo dice chorradas), con lo que al final puede que simplemente sea una predisposición personal hacia él lo que me arrastra a este estado de melancolía extrema.
Es navidad, el disco muy bueno, cuesta 15 euros en la FNAC, y aunque la portada es (como podéis ver) horrible y no es tan fácil de escuchar como para que le guste a cualquiera, seguro que entre vuestro círculo conocéis a alguien a quien poder regalárselo...
Y ahora que estoy a punto de acabar y debo decidir si releo lo escrito y lo cuelgo tal cual está, tengo la convicción de no haber logrado mi objetivo de tratar de conseguir generar al que lea esto la necesidad de escuchar la música de Chaouen. Un mes después siento que las palabras siguen enganchadas a las emociones, y estas son traicioneras y están demasiado ciegas. Tal vez otro día, en otro momento, otro año, cuando muera el invierno...
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