He de confesar que tengo miedo de la SGAE. Miro a mi alrededor y veo más de 2000 vinilos, CD’s, singles, videos, DVD’s..., todos ellos originales, pero a pesar de eso no estoy tranquilo. Además en las paredes hay varios cuadros repletos de entradas de conciertos a los que he asistido y que han pagado su correspondiente canon, pero ni por esas mi desasosiego decrece. Tengo una conexión a internet de banda ancha, y con frecuencia me descargo canciones de grupos de sus “myspace”, o de los que ofrecen gratis en sus webs, y siento que rozo la legalidad, aunque sean los propios artistas los que las regalan. Estos los guardo en un disco duro externo por el que he pagado un plus para los autores, al igual que por el ipod que utilizo para escucharlos y los CDs vírgenes que me grabo para no tener que utilizar en el coche los originales.
Dispongo también de una modesta biblioteca musical con unos 300 títulos que completo con cientos de revistas entre las que se encuentran todas las que salieron de “Efe eme”, los últimos diez años de “Ruta 66”, la mitad de “Rock de luxe” y decenas de ejemplares de “Zona de obras”, “Popular 1”, “Rolling Stone” (de varios países), “Todas las novedades”, “Mondo sonoro”... No lo puedo evitar, soy un consumidor compulsivo de música y de todo lo que la rodea. En ella me he dejado en los últimos 25 años más dinero del que debería.
Y a pesar de eso, cada vez que escucho a cualquier miembro de esa asociación a la que no me atrevo volver a nombrar por si acaso, me siento agredido verbal y moralmente, y consiguen que crezca en mi un sentimiento de culpa tal, que muchas veces me entran ganas de llamar a la policía para que vengan a mi casa a detenerme, porque seguro que hay algo que estoy haciendo mal y merezco que todo el peso de la ley caiga sobre mi con toda su fuerza. Lo reconozco, vivo acojonado ya que, a pesar de la fortuna que he gastado en ellos, sé que todo les parece poco y seguro que aún tengo algún aparato por el que no han podido sacarme un pellizco...
Para aumentar mi tensión leo hoy en “El País” que la asociación en cuestión ha contratado detectives privados y que uno de ellos declara que "acudimos a los actos contra los autores para grabar a todos los que aparecen y después investigarles. No se trata de conocer su patrimonio, sino saber en que páginas webs entran, sus relaciones personales y capacidad de convocatoria”. De momento no hay denuncias, pero hay gente como el presidente de la Asociación de Internautas, Víctor Domingo, muy crítico con ellos desde el comienzo del nuevo canon digital o la pagina de la CGT www.alasbarricadas.org/sgae, que organiza manifestaciones y conciertos en su contra, que han afirmado, según ese medio, sentirse perseguidos y vigilados.
He de decir que no tengo nada que ver con ninguno de ellos ni con gente como Jorge Otero, del grupo asturiano “Stormy Mondays” (www.stormymondays.com), y enfrentado abiertamente con la SGAE y sus guerrilleros, pero que estoy completamente de acuerdo con muchos de sus argumentos y en la lucha que han emprendido. Les deseo lo mejor (por que saldremos ganado todos) y espero que estas líneas no hagan que también caigan sobre mi las diez plagas de Egipto, pero ya va siendo hora que alguien los pare los pies en serio.
Yo estoy a favor de que los autores cobren todo el dinero que merezcan y más, pero sin ser yo el que pague ese plus. Si un disco de vinilo cuesta ahora 24 euros en la FNAC (8 más que hace un año) y el artista se lleva en el mejor de los casos 1,5 lo que deberían preguntarse los que luchan por sus derechos es quién se está forrando a costa de su obra. Hace unos días comentaba que los locales de conciertos suelen ser ratoneras donde todos moriremos, incluidos los artistas, si hay un incendio y sus defensores sólo se preocupan de cobrar el canon correspondiente sin preocuparse de las condiciones del sitio donde desarrolla su profesión. Nadie sabe como se hace el reparto pero, por la vehemencia con la que hablan, debe favorecer mucho a gente como Ramoncín o Víctor Manuel y no me parece justo cuando hace años no venden un disco...
Y así podría seguir horas, comentando las cosas que no me gustan de esa asociación que está haciendo que mucha gente que conozco opte por piratear en lugar de comprar para “joder a esos peseteros”. Han conseguido que artistas que lo único que hacen es defender sus canciones sean criminalizados por la sociedad (igual que sus representantes criminalizan al resto cada vez que abren la boca), cuando muchas veces no están siquiera de acuerdo con ellos. Pero ya he dicho que tengo miedo y no quiero seguir por lo que me pueda pasar.
Su actitud, más propia de los Corleone o los Soprano que de un grupo de gente que defiende los intereses de los artistas, hace que, a partir de ahora, cada vez que salga a la calle miré hacia atrás en busca de algún detective. De alguna manera tendrán que pagarle y me temo que, una vez más, seremos los que gastamos nuestro dinero en música a los que nos toque correr con los gastos. Y como sigan apretando tanto las clavijas del consumidor conseguirán que, al final, incluso gente como yo caiga en las garras del lado oscuro de la piratería al grito de “quien roba a un ladrón...”.
Dispongo también de una modesta biblioteca musical con unos 300 títulos que completo con cientos de revistas entre las que se encuentran todas las que salieron de “Efe eme”, los últimos diez años de “Ruta 66”, la mitad de “Rock de luxe” y decenas de ejemplares de “Zona de obras”, “Popular 1”, “Rolling Stone” (de varios países), “Todas las novedades”, “Mondo sonoro”... No lo puedo evitar, soy un consumidor compulsivo de música y de todo lo que la rodea. En ella me he dejado en los últimos 25 años más dinero del que debería.
Y a pesar de eso, cada vez que escucho a cualquier miembro de esa asociación a la que no me atrevo volver a nombrar por si acaso, me siento agredido verbal y moralmente, y consiguen que crezca en mi un sentimiento de culpa tal, que muchas veces me entran ganas de llamar a la policía para que vengan a mi casa a detenerme, porque seguro que hay algo que estoy haciendo mal y merezco que todo el peso de la ley caiga sobre mi con toda su fuerza. Lo reconozco, vivo acojonado ya que, a pesar de la fortuna que he gastado en ellos, sé que todo les parece poco y seguro que aún tengo algún aparato por el que no han podido sacarme un pellizco...
Para aumentar mi tensión leo hoy en “El País” que la asociación en cuestión ha contratado detectives privados y que uno de ellos declara que "acudimos a los actos contra los autores para grabar a todos los que aparecen y después investigarles. No se trata de conocer su patrimonio, sino saber en que páginas webs entran, sus relaciones personales y capacidad de convocatoria”. De momento no hay denuncias, pero hay gente como el presidente de la Asociación de Internautas, Víctor Domingo, muy crítico con ellos desde el comienzo del nuevo canon digital o la pagina de la CGT www.alasbarricadas.org/sgae, que organiza manifestaciones y conciertos en su contra, que han afirmado, según ese medio, sentirse perseguidos y vigilados.
He de decir que no tengo nada que ver con ninguno de ellos ni con gente como Jorge Otero, del grupo asturiano “Stormy Mondays” (www.stormymondays.com), y enfrentado abiertamente con la SGAE y sus guerrilleros, pero que estoy completamente de acuerdo con muchos de sus argumentos y en la lucha que han emprendido. Les deseo lo mejor (por que saldremos ganado todos) y espero que estas líneas no hagan que también caigan sobre mi las diez plagas de Egipto, pero ya va siendo hora que alguien los pare los pies en serio.
Yo estoy a favor de que los autores cobren todo el dinero que merezcan y más, pero sin ser yo el que pague ese plus. Si un disco de vinilo cuesta ahora 24 euros en la FNAC (8 más que hace un año) y el artista se lleva en el mejor de los casos 1,5 lo que deberían preguntarse los que luchan por sus derechos es quién se está forrando a costa de su obra. Hace unos días comentaba que los locales de conciertos suelen ser ratoneras donde todos moriremos, incluidos los artistas, si hay un incendio y sus defensores sólo se preocupan de cobrar el canon correspondiente sin preocuparse de las condiciones del sitio donde desarrolla su profesión. Nadie sabe como se hace el reparto pero, por la vehemencia con la que hablan, debe favorecer mucho a gente como Ramoncín o Víctor Manuel y no me parece justo cuando hace años no venden un disco...
Y así podría seguir horas, comentando las cosas que no me gustan de esa asociación que está haciendo que mucha gente que conozco opte por piratear en lugar de comprar para “joder a esos peseteros”. Han conseguido que artistas que lo único que hacen es defender sus canciones sean criminalizados por la sociedad (igual que sus representantes criminalizan al resto cada vez que abren la boca), cuando muchas veces no están siquiera de acuerdo con ellos. Pero ya he dicho que tengo miedo y no quiero seguir por lo que me pueda pasar.
Su actitud, más propia de los Corleone o los Soprano que de un grupo de gente que defiende los intereses de los artistas, hace que, a partir de ahora, cada vez que salga a la calle miré hacia atrás en busca de algún detective. De alguna manera tendrán que pagarle y me temo que, una vez más, seremos los que gastamos nuestro dinero en música a los que nos toque correr con los gastos. Y como sigan apretando tanto las clavijas del consumidor conseguirán que, al final, incluso gente como yo caiga en las garras del lado oscuro de la piratería al grito de “quien roba a un ladrón...”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario