Hay que reconocer que cinco discos en veinte años saben a muy poco en comparación con lo que había sido su carrera anterior. No me apetece ahora entrar en las causas que han provocado una producción tan escasa, pero creo que, a pesar de todo, los que le hemos seguido nos sentimos satisfechos con lo que a lo largo de este tiempo Antonio nos ha regalado. Resultaría fácil y demagógico recurrir a sus adicciones y a la vida que llevaba pero personalmente creo que, teniendo una importancia determinante, cuando menos la misma lo tiene el alto nivel de exigencia que tenia para consigo mismo y que hacían que nunca estuviese del todo convencido de haber terminado una canción.
La aparición en 1991 de “No me iré mañana” supuso, de entrada, un alivio al ver que después de todo lo que se había escrito de él aún era capaz de grabar un disco. Luego, cuando por fin lo escuché, me encontré a un artista que seguía manteniendo su capacidad para escribir grandes canciones, emocionar y demostrar a los que ya le estaban enterrando que todavía tenia mucho que contar. Se había sobrepuesto a una separación que le explotó en las manos y a la responsabilidad que suponía ser el garante de un legado como el de Nacha Pop, alcanzando la madurez compositiva y confirmando un talento que, hasta ese momento, en muchos sectores musicales se había puesto en duda.
Por alguna extraña razón, a pesar de la dualidad que existía en el grupo, todo el mundo identificaba el sonido Nacha a él y sus seguidores se agarraron a eso como tabla de salvación al sentir que ahí estaba (y no en el proyecto de su primo) lo que llevaban esperando tres años. El disco es fabuloso, sin duda el mejor que grabó y el que tiene más número de canciones sobresalientes, a pesar de lo cual apenas tuvo repercusión y ventas. Tras una pequeña gira de presentación desapareció y la siguiente noticia que tuvimos de el fue a través de un recopilatorio con una siniestra portada y la maravillosa “El sitio de mi recreo” como único tema inédito. Los rumores sobre su salud provocaron el primer disco homenaje que se hizo en este país que tiene alguna buena versión pero un título que no gustó a Antonio porque no se consideraba ni triste ni solitario (aunque parezca mentira era un tipo que amaba la vida, gran conversador y muy inquieto siempre queriendo aprender cualquier cosa que le pudiese interesar, sobre todo la astronomía de la que era un apasionado)
Tres años después de su anterior trabajo llegó a las tiendas “Océano de sol” que, bajo la producción de Phil Manzaneda, supuso un cambio respecto a todo lo que había hecho hasta ese momento. El ceder tanto terreno a alguien tan ajeno a él (impuesto por la discográfica) hizo que sus canciones sonasen distintas y, aunque mantuviesen toda su esencia, ni el autor ni muchos de sus seguidores acabaron satisfechos del resultado final. En cualquier caso los temas estaban ahí y en las sucesivas relecturas en directo a lo largo del tiempo han ganado en matices y han ocupado el lugar que les corresponde dentro de su obra.
Algo parecido le sucedió cuatro años después cuando Joan Bibiloni produjo “Anatomía de una ola” que, para mi gusto, es su peor disco (aunque cuando hace un par de años lo recuperé he de reconocer que me sorprendió y me gusto bastante más de lo que lo había hecho en su momento). Otro asunto interesante dentro de su obra es que consiguió que todos sus discos tuviesen una unidad sonora (con lo que un neófito podría decir sin problemas las canciones que iban juntas en cada disco) cosa que creo que es importante ya que el concepto álbum significa algo más que una acumulación de canciones (para eso está el single). Sin querer entrar en su vida privada, en esa grabación conoció a Marga, su musa a partir de ese momento y la que hizo que su carrera en solitario diera un giro de 180 grados.
Cuentan que Antonio había pasado los peores años de su vida bajando hasta el infierno varias veces, y fue cuando ella tomó las riendas cuando las cosas empezaron a cambiar. Lo que hasta ese momento habían sido cortas giras promociónales poco a poco se fueron transformando en multitud de conciertos por todo el país. El era Antonio Vega y la gente le quería ver aunque no tuviese nuevas canciones por lo que cada vez empezó a ser más habitual verle tocar en pequeños recintos ante un puñado de fieles y que solían colgar el cartel de no hay billetes fuese cual fuese el formato (trío, con una pequeña banda, solo con Basilio Martí...).
La aparición en 2001 de “De un lugar perdido” y un año después del “Básico” (concierto acústico) con dos temas extra dieron la sensación de que se avecinaba una temporada de actividad frenética. El disco de entrada decepciona en su concepto ya que sólo tiene 7 temas nuevos y lo completa con un instrumental, una versión y la relectura en acústico de otro tema del disco. En vistas de que poco tiempo después en el “Básico” incluyó dos temas nuevos me hace pensar que la discográfica le metió prisa y acabó sacando el álbum con lo que tenia sin esperar a que acabase las otras canciones. A mi personalmente me gusta y creo que vuelve a recuperar el pulso compositivo que en el anterior solo se ve en pequeños retazos (ese disco de 1998 también se completó con canciones que había hecho para otros y por otras escritas por Nacho Béjar y Basilio Martí que en aquella época le acompañaban)
Creo que en este momento hay que hacer un punto y aparte y resaltar la imagen de Nacho que estuvo con él durante muchos años, pero sobre todo la de Basilio que le acompaño hasta su muerte. Ambos se conocieron hacia 1988 cuando Basilio se incorporó a la banda de Nacho que andaba promocionando su primer disco en solitario. Conectaron bien y formaron Sonora, pero la suerte no les acompañó y tras un único trabajo empezaron a colaborar con Antonio y a partir de “Océano e sol” se convirtieron en la base de su banda. La primera aportación en la composición de Nacho fue “Vapor” y la siguieron “Tuve que correr”, “Agua de río” (con música de Basilio) y ”Para bien y para mal”, consiguiendo transmutarse en Antonio y logrando escribir de tal manera que pareciese que efectivamente las había escrito él. Tras producir “De un lugar perdido” decidió volver a intentarlo en solitario dejando el puesto de mano derecha en exclusiva a Basilio. Espero y deseo que todo el material que pueda existir acabe gestionándolo él ya que es el que ha estado más próximo estos años y el que mejor podía conocer lo que musicalmente deseaba hacer.
La muerte de Marga en febrero de 2004 lejos de hundirle (ya he dicho que era un tipo que amaba la vida) hizo que entrase en una de sus etapas más activas y se metió a grabar el que a la postre se convertiría en su último trabajo de estudio. Para “3000 noches con Marga” tocó prácticamente todos los instrumentos (llegando a grabar más de 60 guitarras) y dio las primeras pinceladas de hacia donde quería musicalmente hablando dirigirse. Los desarrollos instrumentales empiezan a cobrar una gran importancia en sus temas, siendo la guitarra su hilo conductor y mostrando sin complejos (su timidez hacia que no se luciese como el gran guitarrista que era) su virtuosismo con las seis cuerdas.
Los que hemos podido asistir o escuchar alguno de los conciertos de los últimos años, hemos sido testigos de ese hecho, disfrutando de un Antonio en su máximo esplendor, con ese duende suyo que lograba, solo con su voz, emocionar al que le escuchaba. Y es que creo que se nos ido en su mejor momento cuando, ya sabedor de su condición de mito viviente, había decidió entregar sin límites lo mejor de si.
La aparición en 1991 de “No me iré mañana” supuso, de entrada, un alivio al ver que después de todo lo que se había escrito de él aún era capaz de grabar un disco. Luego, cuando por fin lo escuché, me encontré a un artista que seguía manteniendo su capacidad para escribir grandes canciones, emocionar y demostrar a los que ya le estaban enterrando que todavía tenia mucho que contar. Se había sobrepuesto a una separación que le explotó en las manos y a la responsabilidad que suponía ser el garante de un legado como el de Nacha Pop, alcanzando la madurez compositiva y confirmando un talento que, hasta ese momento, en muchos sectores musicales se había puesto en duda.
Por alguna extraña razón, a pesar de la dualidad que existía en el grupo, todo el mundo identificaba el sonido Nacha a él y sus seguidores se agarraron a eso como tabla de salvación al sentir que ahí estaba (y no en el proyecto de su primo) lo que llevaban esperando tres años. El disco es fabuloso, sin duda el mejor que grabó y el que tiene más número de canciones sobresalientes, a pesar de lo cual apenas tuvo repercusión y ventas. Tras una pequeña gira de presentación desapareció y la siguiente noticia que tuvimos de el fue a través de un recopilatorio con una siniestra portada y la maravillosa “El sitio de mi recreo” como único tema inédito. Los rumores sobre su salud provocaron el primer disco homenaje que se hizo en este país que tiene alguna buena versión pero un título que no gustó a Antonio porque no se consideraba ni triste ni solitario (aunque parezca mentira era un tipo que amaba la vida, gran conversador y muy inquieto siempre queriendo aprender cualquier cosa que le pudiese interesar, sobre todo la astronomía de la que era un apasionado)
Tres años después de su anterior trabajo llegó a las tiendas “Océano de sol” que, bajo la producción de Phil Manzaneda, supuso un cambio respecto a todo lo que había hecho hasta ese momento. El ceder tanto terreno a alguien tan ajeno a él (impuesto por la discográfica) hizo que sus canciones sonasen distintas y, aunque mantuviesen toda su esencia, ni el autor ni muchos de sus seguidores acabaron satisfechos del resultado final. En cualquier caso los temas estaban ahí y en las sucesivas relecturas en directo a lo largo del tiempo han ganado en matices y han ocupado el lugar que les corresponde dentro de su obra.
Algo parecido le sucedió cuatro años después cuando Joan Bibiloni produjo “Anatomía de una ola” que, para mi gusto, es su peor disco (aunque cuando hace un par de años lo recuperé he de reconocer que me sorprendió y me gusto bastante más de lo que lo había hecho en su momento). Otro asunto interesante dentro de su obra es que consiguió que todos sus discos tuviesen una unidad sonora (con lo que un neófito podría decir sin problemas las canciones que iban juntas en cada disco) cosa que creo que es importante ya que el concepto álbum significa algo más que una acumulación de canciones (para eso está el single). Sin querer entrar en su vida privada, en esa grabación conoció a Marga, su musa a partir de ese momento y la que hizo que su carrera en solitario diera un giro de 180 grados.
Cuentan que Antonio había pasado los peores años de su vida bajando hasta el infierno varias veces, y fue cuando ella tomó las riendas cuando las cosas empezaron a cambiar. Lo que hasta ese momento habían sido cortas giras promociónales poco a poco se fueron transformando en multitud de conciertos por todo el país. El era Antonio Vega y la gente le quería ver aunque no tuviese nuevas canciones por lo que cada vez empezó a ser más habitual verle tocar en pequeños recintos ante un puñado de fieles y que solían colgar el cartel de no hay billetes fuese cual fuese el formato (trío, con una pequeña banda, solo con Basilio Martí...).
La aparición en 2001 de “De un lugar perdido” y un año después del “Básico” (concierto acústico) con dos temas extra dieron la sensación de que se avecinaba una temporada de actividad frenética. El disco de entrada decepciona en su concepto ya que sólo tiene 7 temas nuevos y lo completa con un instrumental, una versión y la relectura en acústico de otro tema del disco. En vistas de que poco tiempo después en el “Básico” incluyó dos temas nuevos me hace pensar que la discográfica le metió prisa y acabó sacando el álbum con lo que tenia sin esperar a que acabase las otras canciones. A mi personalmente me gusta y creo que vuelve a recuperar el pulso compositivo que en el anterior solo se ve en pequeños retazos (ese disco de 1998 también se completó con canciones que había hecho para otros y por otras escritas por Nacho Béjar y Basilio Martí que en aquella época le acompañaban)
Creo que en este momento hay que hacer un punto y aparte y resaltar la imagen de Nacho que estuvo con él durante muchos años, pero sobre todo la de Basilio que le acompaño hasta su muerte. Ambos se conocieron hacia 1988 cuando Basilio se incorporó a la banda de Nacho que andaba promocionando su primer disco en solitario. Conectaron bien y formaron Sonora, pero la suerte no les acompañó y tras un único trabajo empezaron a colaborar con Antonio y a partir de “Océano e sol” se convirtieron en la base de su banda. La primera aportación en la composición de Nacho fue “Vapor” y la siguieron “Tuve que correr”, “Agua de río” (con música de Basilio) y ”Para bien y para mal”, consiguiendo transmutarse en Antonio y logrando escribir de tal manera que pareciese que efectivamente las había escrito él. Tras producir “De un lugar perdido” decidió volver a intentarlo en solitario dejando el puesto de mano derecha en exclusiva a Basilio. Espero y deseo que todo el material que pueda existir acabe gestionándolo él ya que es el que ha estado más próximo estos años y el que mejor podía conocer lo que musicalmente deseaba hacer.
La muerte de Marga en febrero de 2004 lejos de hundirle (ya he dicho que era un tipo que amaba la vida) hizo que entrase en una de sus etapas más activas y se metió a grabar el que a la postre se convertiría en su último trabajo de estudio. Para “3000 noches con Marga” tocó prácticamente todos los instrumentos (llegando a grabar más de 60 guitarras) y dio las primeras pinceladas de hacia donde quería musicalmente hablando dirigirse. Los desarrollos instrumentales empiezan a cobrar una gran importancia en sus temas, siendo la guitarra su hilo conductor y mostrando sin complejos (su timidez hacia que no se luciese como el gran guitarrista que era) su virtuosismo con las seis cuerdas.
Los que hemos podido asistir o escuchar alguno de los conciertos de los últimos años, hemos sido testigos de ese hecho, disfrutando de un Antonio en su máximo esplendor, con ese duende suyo que lograba, solo con su voz, emocionar al que le escuchaba. Y es que creo que se nos ido en su mejor momento cuando, ya sabedor de su condición de mito viviente, había decidió entregar sin límites lo mejor de si.
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