Hace unos meses Gary Lucas estuvo en la SEMINCI de Valladolid interpretando en directo mientras se pasaba la película “The Golen” (1920 – Paul Wegener) la música que había compuesto para ella. Está considerado como uno de los guitarristas más originales e innovadores de Estados Unidos y en sus 30 años de carrera ha dejado tras de si (tanto con Captain Beefheart como luego con Magic Band y posteriormente en solitario) gran cantidad de discos y de bandas sonoras para el cine y la televisión, pero a pesar de todo el tema central de todas las entrevistas que a lo largo de esos días leí en la prensa de ciudad, giraban en gran medida en torno a los 3 años que sus pasos se unieron a los de Jeff Buckley.
Hay artistas que sólo alcanzan la grandeza tras muchos años de trabajo dejándose la piel en los estudios y sobre un escenario cuando su carrera toca a su fin, y otros la consiguen con una efímera pincelada de su talento que les lleva a convertirse en leyendas. Pero la gran mayoría, muchas veces a pesar de su calidad, tienen que conformarse con vivir a la sombra de algo o de alguien, y por mucho que hagan esta será siempre demasiado alargada como para lograr huir de ella. En el caso de Gary, el y Buckey se conocieron en un concierto homenaje a su padre en el que le acompañó en un tema a la guitarra, y lo largo de 1991 y 1992 escribieron canciones juntos (años después aparecerían en el disco “Song to no one” acreditado a ambos artistas) y como acompañamiento en los conciertos que le salían . Aunque cada uno siguió por su camino, dos le los temas que compusieron juntos aparecieron en “Grace” (“Grace” y “Mojo pin”), y definitivamente su nombre quedó unido para siempre al de Buckey. Es lo que tienen los mitos, que fagocitan todo lo que les rodea y, aunque logren mitificarlo también, se quedan con su esencia y les roban la personalidad condenándoles a un futuro en el que siempre serán el que acompañaba a...
Hoy se cumplen 12 años de la muerte de Jeff y es inevitable que, como en toda muerte violenta en el mundo del rock, se haya especulado mucho sobre su fatal desenlace. No faltan las teorías del suicidio basándose en que la noche anterior había confesado a varios de sus seres queridos que padecía de síndrome bipolar, pero parece ser que, en este caso (no soy dudoso y el que me conoce sabe que mi primera opción siempre es no creer la versión oficial), realmente fueron la desgracia y la mala suerte las que se aliaron para arrebatarnos al mayor talento musical surgido en Nueva York desde la Velvet Underground.
La tarde del 29 de mayo de 1997 la banda de Jeff Buckley había aterrizado en Memphis para iniciar al día siguiente la grabación de su segundo disco de estudio que en principio iba a llamarse “My sweetheart the drunk”. El se había adelantado al resto y llevaba unas semanas allí preparando las maquetas del disco junto a Tom Verlaine (el productor). Cuando el sol empezaba ponerse se acercó paseando junto a un amigo a las orillas del rió Wolf (un afluente del Mississippi a su paso por Memphis) sentándose luego allí a tocar la guitarra y escuchar música. De repente, mientras sonaba el “Whole lotta love” de Led Zeppelín, Jeff se levantó y se lanzó al agua totalmente vestido, cosa que no sorprendió a su acompañante ya que lo había hecho otras veces. Mientras nadaba pasó una lanza que levantó oleaje, a lo que su amigo reaccionó girándose para que no se mojara el radiocasete, y cuando unos segundos después volvió a mirar otra vez su cuerpo había desaparecido.
Enseguida dio la alarma y se inicio la búsqueda con barcas y submarinistas, y durante los cinco días que tardó en aparece el cadáver se dispararon todo tipo de elucubraciones (que había desaparecido al estilo de Richey Edwards por incapaz de aguantar la presión, que se había suicidado, que había huido al darse cuenta que el material que tenia no estaba a la altura de “Grace”...). Todo termino cuando un turista divisó desde uno de los típico barcos que recorren el río un cuerpo flotando desnudo al final de Beale Street (la legendaria cuna del blues). En su autopsia se comprobó que no había consumido ningún tipo de drogas y que el alcohol consumido en ningún caso era la causa directa o indirecta del fallecimiento. Fue simplemente eso, un lamentable accidente...
El alma de Jeff Buckley sigue descansando en el fondo del río y sus canciones, que parecían buscar su razón de ser en esas oscuras aguas, hoy están tan vivas como él. Un solo disco, una sola punzada en el corazón, una sola avalancha de sentimientos, una única descarga incontrolada de emociones... Y después la vida eterna
Hay artistas que sólo alcanzan la grandeza tras muchos años de trabajo dejándose la piel en los estudios y sobre un escenario cuando su carrera toca a su fin, y otros la consiguen con una efímera pincelada de su talento que les lleva a convertirse en leyendas. Pero la gran mayoría, muchas veces a pesar de su calidad, tienen que conformarse con vivir a la sombra de algo o de alguien, y por mucho que hagan esta será siempre demasiado alargada como para lograr huir de ella. En el caso de Gary, el y Buckey se conocieron en un concierto homenaje a su padre en el que le acompañó en un tema a la guitarra, y lo largo de 1991 y 1992 escribieron canciones juntos (años después aparecerían en el disco “Song to no one” acreditado a ambos artistas) y como acompañamiento en los conciertos que le salían . Aunque cada uno siguió por su camino, dos le los temas que compusieron juntos aparecieron en “Grace” (“Grace” y “Mojo pin”), y definitivamente su nombre quedó unido para siempre al de Buckey. Es lo que tienen los mitos, que fagocitan todo lo que les rodea y, aunque logren mitificarlo también, se quedan con su esencia y les roban la personalidad condenándoles a un futuro en el que siempre serán el que acompañaba a...
Hoy se cumplen 12 años de la muerte de Jeff y es inevitable que, como en toda muerte violenta en el mundo del rock, se haya especulado mucho sobre su fatal desenlace. No faltan las teorías del suicidio basándose en que la noche anterior había confesado a varios de sus seres queridos que padecía de síndrome bipolar, pero parece ser que, en este caso (no soy dudoso y el que me conoce sabe que mi primera opción siempre es no creer la versión oficial), realmente fueron la desgracia y la mala suerte las que se aliaron para arrebatarnos al mayor talento musical surgido en Nueva York desde la Velvet Underground.
La tarde del 29 de mayo de 1997 la banda de Jeff Buckley había aterrizado en Memphis para iniciar al día siguiente la grabación de su segundo disco de estudio que en principio iba a llamarse “My sweetheart the drunk”. El se había adelantado al resto y llevaba unas semanas allí preparando las maquetas del disco junto a Tom Verlaine (el productor). Cuando el sol empezaba ponerse se acercó paseando junto a un amigo a las orillas del rió Wolf (un afluente del Mississippi a su paso por Memphis) sentándose luego allí a tocar la guitarra y escuchar música. De repente, mientras sonaba el “Whole lotta love” de Led Zeppelín, Jeff se levantó y se lanzó al agua totalmente vestido, cosa que no sorprendió a su acompañante ya que lo había hecho otras veces. Mientras nadaba pasó una lanza que levantó oleaje, a lo que su amigo reaccionó girándose para que no se mojara el radiocasete, y cuando unos segundos después volvió a mirar otra vez su cuerpo había desaparecido.
Enseguida dio la alarma y se inicio la búsqueda con barcas y submarinistas, y durante los cinco días que tardó en aparece el cadáver se dispararon todo tipo de elucubraciones (que había desaparecido al estilo de Richey Edwards por incapaz de aguantar la presión, que se había suicidado, que había huido al darse cuenta que el material que tenia no estaba a la altura de “Grace”...). Todo termino cuando un turista divisó desde uno de los típico barcos que recorren el río un cuerpo flotando desnudo al final de Beale Street (la legendaria cuna del blues). En su autopsia se comprobó que no había consumido ningún tipo de drogas y que el alcohol consumido en ningún caso era la causa directa o indirecta del fallecimiento. Fue simplemente eso, un lamentable accidente...
El alma de Jeff Buckley sigue descansando en el fondo del río y sus canciones, que parecían buscar su razón de ser en esas oscuras aguas, hoy están tan vivas como él. Un solo disco, una sola punzada en el corazón, una sola avalancha de sentimientos, una única descarga incontrolada de emociones... Y después la vida eterna
No hay comentarios:
Publicar un comentario