Aunque los orígenes del blues hay que buscarlo en las zonas rurales del sur, las primeras grabaciones que hay registradas lo fueron en el norte y por cantantes urbanas, muy sofisticadas y provenientes en su mayoría del jazz. Si se analiza con la mentalidad de los años 20 del pasado siglo hay que decir que tiene cierta lógica ya que los únicos estudios dignos de grabación que existían estaban en Chicago y Nueva York, por lo que carecía de sentido que un productor se gastara dinero trasladando a un bluesman desde el sur cuando cantantes que vivían allí y con mejor voz e imagen lo podían hacer. Pero a esa conclusión (y a alguna otra) se llegó después de que la casualidad se cruzara en el camino del blues...
Cuenta la leyenda que en 1920 un productor de discos llamado Frank Hager había alquilado un estudio en Nueva York para grabar a una cantante de variedades blanca. Esta le falló y, para no perder el día que tenia contratado, decidió aprovecharlo con una cantante negra que andaba por allí (y que le habían recomendado). De nombre Mamie Smith se dedicaba a interpretar temas de vodevil que mezclaba con algunos blues y, aunque no le conevencia demasiado la grabó diez canciones, una de la cuales (“Crazy blues”) obtiene un considerable éxito.
Los productores vieron en esto un filón de oro y decidieron que el blues era una música negra, femenina, próxima al vodevil y que se interpretaba en los locales de Harlem. En los siguientes años artistas como Bessie Smith, Ma Rainey o Ida Cox alcanzaron bastante notoriedad y ventas por lo que el nuevo estililo entraba en el mercado por la puerta grande y empezó a abrir los ojos a los productores de lo que en lo musical estaba sucediendo en el sur del país. Se dieron cuenta que era allí donde se vendían la mayoría de los discos y vivian los músicos más importante del género, por lo que era cuestión de tiempo que alguien se acercase a grabarles y editar sus discos.
El problema radicaba en que nadie de las grandes compañías discográficas conocía esa zona ni del tipo de música que podía hacerse por lo que decidieron ponerse en contacto con los propietarios de las tiendas y los locutores de radio locales para que les ayudasen a buscar a los más conocidos de cada región pero también a los talentos ocultos de cada Estado. Las grabaciones al principio se hacían en un improvisado estudio en una habitación de hotel o en las emisoras de radio, pero con el paso del tiempo empezaron a circular camiones con estudios móviles que llegaron a peinar literalmente cada rincón del sur.
El día y en el lugar señalado se presentaban los bluesmen y uno por uno iba pasando y grabando dos temas con los que poder editar un disco de pizarra. El boca a boca en esto funcionaba, y cada vez eran más los que se acercaban a probar suerte en la música. El sistema era sencillo, los discos que se vendían bien daban opciones a que su interprete iniciara una carrera discográfica, esta vez con buenas condiciones técnicas. Les buscaban por su zona y un vez localizados les pagaban el tren y la estancia en Chicago o Nueva York y allí les grababan. Algunos de los que siguieron ese camino como Blind Lemon Jefferson, Blind Willie McTell, Texas Alexander, Blind Blake, Tommy Johnson o Charley Patton, acabaron convirtiéndose en los primeros profesionales musicales del sur profundo y con el paso de los años en los auténticos y genuinos pioneros del blues.Cuenta la leyenda que en 1920 un productor de discos llamado Frank Hager había alquilado un estudio en Nueva York para grabar a una cantante de variedades blanca. Esta le falló y, para no perder el día que tenia contratado, decidió aprovecharlo con una cantante negra que andaba por allí (y que le habían recomendado). De nombre Mamie Smith se dedicaba a interpretar temas de vodevil que mezclaba con algunos blues y, aunque no le conevencia demasiado la grabó diez canciones, una de la cuales (“Crazy blues”) obtiene un considerable éxito.
Los productores vieron en esto un filón de oro y decidieron que el blues era una música negra, femenina, próxima al vodevil y que se interpretaba en los locales de Harlem. En los siguientes años artistas como Bessie Smith, Ma Rainey o Ida Cox alcanzaron bastante notoriedad y ventas por lo que el nuevo estililo entraba en el mercado por la puerta grande y empezó a abrir los ojos a los productores de lo que en lo musical estaba sucediendo en el sur del país. Se dieron cuenta que era allí donde se vendían la mayoría de los discos y vivian los músicos más importante del género, por lo que era cuestión de tiempo que alguien se acercase a grabarles y editar sus discos.
El problema radicaba en que nadie de las grandes compañías discográficas conocía esa zona ni del tipo de música que podía hacerse por lo que decidieron ponerse en contacto con los propietarios de las tiendas y los locutores de radio locales para que les ayudasen a buscar a los más conocidos de cada región pero también a los talentos ocultos de cada Estado. Las grabaciones al principio se hacían en un improvisado estudio en una habitación de hotel o en las emisoras de radio, pero con el paso del tiempo empezaron a circular camiones con estudios móviles que llegaron a peinar literalmente cada rincón del sur.
Los que no alcanzaban el éxito simplemente eran apartados y sustituidos por otros que hiciesen que la rueda siguiese girando. Pero, además de aquellos bluesmens que estaban más o menos localizados y se les podía encontrar, existieron muchos otros que por miedo daban nombres y direcciones falsos y a los que no hubo manera de localizarlos a pesar del gran talento que poseían. Algunos de los olvidados fueron redescubiertos 35 años después, y no salían de su asombro cuando se enteraban que los buscaban por las cancines que habían grabado tantísimo tiempo antes
Todos esos nombres que pudieron ser y no lo fueron, viven hoy en el anonimato aunque su obra se mantiene viva gracias a que casi un siglo después cuando vuelven a escuchar esas dos canciones (que en una gran mayoría suponen su discografía completa) siguen emocionando y conmoviendo a quien las escucha. Ese sistema duro hasta bien entrados los años 30 ya que resultaba rentable y cubría una demanda que, sin ser excesiva, merecía ser tenida en cuenta. Luego empezaron a instalarse estudios en el sur y el negocio empezó a funcionar como ocurría con los blancos dejando atrás esos días en los que, además el blues, también surgió el concepto que con el tiempo acabaría degenerando en operación triunfo.
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