No exagero si digo que la primera palabra que salió de la boquita de mi niña fue Beatles. Bueno, la primera tal vez sea pasarse un poco, pero seguramente en el camino que va del mamá al papá si que la dijese mientras los señalaba con una amplia sonrisa. En mitad del pasillo tenemos un gran cartel en la que se los ve paseando por las calles de Londres, y cada vez que pasábamos por delante la decía quienes eran y aprovechaba para soltarla mis primeros rollos de los que, evidentemente, no se enteraba.
Trataba de dormirla cantando el "Honestidad brutal" de Calamaro, y antes de cumplir los dos años ya reconocía a Dylan detrás de sus gafas de sol, que el disco de la vaca era de Pink Floyd y que lo que más le gustaba a su papá era Neil Young. Desde el principio la incluí en mis rutinas musicales por que no quería renunciar, ni a pasar mucho tiempo con mi niña, ni a disfrutar de mi pasión. Cada semana nos acercábamos a una tienda de vinilos de segunda mano que hay cerca de casa, y casi siempre salíamos con la chapita de la lengua roja que ella llamaba "Stones" (aunque alguna vez la convencí para que se llevase una con un plátano, un submarino amarillo, un triángulo con el arco iris o la bandera británica con The Who en el centro). La acurrucaba en mi regazo cuando me sentaba a escuchar música y, si la apetecía bailar y saltar, tenia que aguantar sus cabreos si no la ponía algo con el ritmo adecuado. Empezaba a tener el gusanillo en el cuerpo.
Ahora, a punto de cumplir los tres, es ella la que elige el disco que vamos a escuchar y me esta ayudando a redescubrir melodías que vivían en el fondo de mi memoria. Después de comer la siento delante de la estantería de los vinilos, y jugamos a que me diga que cosas la llaman la atención de las portadas. Una vez que ha elegido el que más la gusta lo ponemos en el plato, limpiamos un poco su superficie, colocamos encima la aguja, ella la baja lentamente con la palanca y, mientras lo escuchamos, jugamos o leemos un rato. Y así es como, detrás de los camellos de "Caravanserai" he vuelto a reencontrarme con Santana, las cobras y el colorido del "Axis: bold as love" me han llevado de nuevo al momento en que me di cuenta que lo que realmente me gustaba era un punteo de guitarra y que Hendrix era irrepetible o el gatito a los pies de Carol King en la portada de "Trapestry" me ha hecho recordar que la primera mujer a la que ame fue ella.
Aún no la he llevado a un concierto (y supongo que tardará en llegar ese momento) pero estoy convencido que será una experiencia inolvidable para ella. En el día de la música disfrutó con las actuaciones que había por las plazas de la ciudad, me hace parar a escuchar un rato a los músicos callejeros cuando nos cruzamos con ellos, la gustan los tambores y trompetas de la semana santa, y en general cualquier situación en la que suenen de fondo una melodía, consigue que su atención se desvíe directamente a ese punto.
Sé, en cualquier caso, que mi guerra está perdida. Para empezar cuando se mete a jugar en su habitación me pide que la ponga sus canciones, ha pasado de adorar a los Lunnis a volverse loca con Enrique y Ana, y cuando vamos en el coche ha logrado que sus discos suenen casi tanto como los míos. Empieza a tener su propio criterio sobre lo que la gusta y lo que no, y eso se lo voy a respetar siempre, aunque en mi labor como educador tengo un papel que cumplir.
Y al igual que existe la buena y la mala literatura, el cine de autor y el comercial, el arte serio y el que no lo es, también existe la música de calidad y la usar y tirar, y de mi depende que tenga la formación necesaria para saber diferenciar entre lo que merece y no la pena. Y luego ella solita, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, elegirá su propio camino...
Trataba de dormirla cantando el "Honestidad brutal" de Calamaro, y antes de cumplir los dos años ya reconocía a Dylan detrás de sus gafas de sol, que el disco de la vaca era de Pink Floyd y que lo que más le gustaba a su papá era Neil Young. Desde el principio la incluí en mis rutinas musicales por que no quería renunciar, ni a pasar mucho tiempo con mi niña, ni a disfrutar de mi pasión. Cada semana nos acercábamos a una tienda de vinilos de segunda mano que hay cerca de casa, y casi siempre salíamos con la chapita de la lengua roja que ella llamaba "Stones" (aunque alguna vez la convencí para que se llevase una con un plátano, un submarino amarillo, un triángulo con el arco iris o la bandera británica con The Who en el centro). La acurrucaba en mi regazo cuando me sentaba a escuchar música y, si la apetecía bailar y saltar, tenia que aguantar sus cabreos si no la ponía algo con el ritmo adecuado. Empezaba a tener el gusanillo en el cuerpo.
Ahora, a punto de cumplir los tres, es ella la que elige el disco que vamos a escuchar y me esta ayudando a redescubrir melodías que vivían en el fondo de mi memoria. Después de comer la siento delante de la estantería de los vinilos, y jugamos a que me diga que cosas la llaman la atención de las portadas. Una vez que ha elegido el que más la gusta lo ponemos en el plato, limpiamos un poco su superficie, colocamos encima la aguja, ella la baja lentamente con la palanca y, mientras lo escuchamos, jugamos o leemos un rato. Y así es como, detrás de los camellos de "Caravanserai" he vuelto a reencontrarme con Santana, las cobras y el colorido del "Axis: bold as love" me han llevado de nuevo al momento en que me di cuenta que lo que realmente me gustaba era un punteo de guitarra y que Hendrix era irrepetible o el gatito a los pies de Carol King en la portada de "Trapestry" me ha hecho recordar que la primera mujer a la que ame fue ella.
Aún no la he llevado a un concierto (y supongo que tardará en llegar ese momento) pero estoy convencido que será una experiencia inolvidable para ella. En el día de la música disfrutó con las actuaciones que había por las plazas de la ciudad, me hace parar a escuchar un rato a los músicos callejeros cuando nos cruzamos con ellos, la gustan los tambores y trompetas de la semana santa, y en general cualquier situación en la que suenen de fondo una melodía, consigue que su atención se desvíe directamente a ese punto.
Sé, en cualquier caso, que mi guerra está perdida. Para empezar cuando se mete a jugar en su habitación me pide que la ponga sus canciones, ha pasado de adorar a los Lunnis a volverse loca con Enrique y Ana, y cuando vamos en el coche ha logrado que sus discos suenen casi tanto como los míos. Empieza a tener su propio criterio sobre lo que la gusta y lo que no, y eso se lo voy a respetar siempre, aunque en mi labor como educador tengo un papel que cumplir.
Y al igual que existe la buena y la mala literatura, el cine de autor y el comercial, el arte serio y el que no lo es, también existe la música de calidad y la usar y tirar, y de mi depende que tenga la formación necesaria para saber diferenciar entre lo que merece y no la pena. Y luego ella solita, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, elegirá su propio camino...
1 comentario:
Después de leer varias de las entradas de tu blog, está dedicada a tu pequeña pirata rockera llamo mi atención y me hizo pensar en el tipo de persona “musicalmente hablando “que eras.
No hay que ser ningún genio para observar el numero de vinilos que descansa detrás de tu hija seguramente acompañado de un numero mucho mas elevando de cd´s, dvd.s, etc… añadido a este hobby tuyo de escribir un blog de música, pasear buscando tiendas de vinilos, acudir a conciertos te descubre como un verdadero amante de la música, eso es evidente. Pero lo que verdaderamente atrajo mi atención del artículo en cuestión fue lo que por arte de magia apareció en mi cabeza, recuerdos de mi niñez en el coche de mi padre ( en el que él era el único que tenia la potestad de elegir el casete a escuchar ) y como escuchábamos una y otra vez esas cintas de gente como ( brincos, Víctor Manuel, adamo, etc. ) mientras no se cansaba de repetir la eterna frase de “ ya no se hace música como la de antes “ . Vaya por delante que mi padre no era un melómano tan refinado como tú, pero no pude pensar en que estabas cayendo en el mismo error que el. Yo mismo con el paso de los años “todavía no demasiados “me descubro de vez en cuando soltando frases del “abuelo zapatilla “(todavía eres un niño, estoy mayor para hacer esto, etc.….) pero lo que todavia no he perdido es la esperanza de seguir encontrando una cancion que me llegue…
En tus artículos veo tanto amor a la música como desesperanza por todo lo que se hace actualmente “sálvese el club de los malditos” ( bunbury, loquillo, pereza, kike González, etc... ) Mi consejo es no te rindas! Sigue buscando! Recuerda que la música también sirve para divertirse y no prediques la desesperanza! Porque aunque te de vergüenza confesarlo seguramente tu también te has visto cantando un estribillo de bisbal.
En cuanto a tu hija, es precioso lo que intentas pero quizás deberíais de sentaros a ver la portadas de los lunnis de vez en cuando, ya que sin darse cuenta llegara como un azote la temida pubertad y con ella llegaran los bisbales de turno, ecdl, etc. de la época, y con ellos el verdadero instinto rockero que no es otro que rechazar lo que tú la enseñes. Esfuérzate por seguir buscando canciones que te emocionen y os sigan uniendo a los dos y quizás algún día cuando este en la universidad y se halla echado un novio al que no le guste la música comercial del momento la encuentres canturreando mientras escucha en su mp3 de última generación alguna de esas canciones para después del último viaje …..
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