sábado, 3 de enero de 2009

Jackson Browne, el cantautor elegante

No recuerdo el momento en que empezaron a cambiar mis gustos, pero yo, que siempre me he considerado hijo del pop-rock británico, en los últimos tiempos (meses, tal vez años) cada vez me siento más interesado por la música que se hace al otro lado del atlántico. En un principio, al menos hasta donde mis recuerdos alcanzan, sólo Neil Young y Bob Dylan lograban que dejase de mirar lo que se hacia en la vieja Europa. Empezaron a interesarme luego gente como Lou Reed y su Velvet, Tom Waits, R.E.M. y a principios de los 90 un trío que con el tiempo me ha ido llevando por caminos que nunca pensé explorar y que cada vez siento con más intensidad que es la senda que debo tomar... Me estoy refiriendo a Tom Petty, Elliot Murphy y al artista al que hoy quiero recordar, ese dandy del folk- rock llamado Jackson Browne.

Es cierto que en muchos casos poco tienen que ver unos con otros, y que entre Petty y Waits (por ejemplo) hay más distancia que entre Oasis y Radiohead, pero cada uno en su estilo me ha ido abriendo puertas que me llevaban a otros artistas, y estos a otros, y así hasta encontrarme con que musicalmente me interesan más cosas de allí que de aquí (y aquí no es España, ya que un alto porcentaje de lo que compro, escucho y veo en directo se factura dentro de nuestras fronteras). Y si en los 80 y 90 de cada artista americano que escuchaba había media docena de británicos, en los últimos años la cosa se ha igualado tanto que de no ser por los clásicos (de Beatles a Stones pasando por Pink Floyd, Kinks, Clash, Jam, Who...) apenas estaría escuchando nada facturado en las islas...

Ya he comentado en alguna ocasión que soy poco amigo de leer las letras de las canciones cuando las escucho por lo que, como no controlo mucho el ingles, poco o nada me afecta lo que dice la letra para que un tema me llegue o no. A mi me influye más la melodía y el como me cantan y me cuentan canción, y en ese sentimiento, emoción o como se quiera llamar es donde se me atrapa y ante lo que me rindo inexorablemente... Y fue en esto en lo que Browne me ganó la partida desde el primer momento. Visto en la distancia y con cierto espíritu crítico resulta demasiado obvio, pero que le voy a hacer si fue escuchando “For everyman” y sobre todo “These days” cuando me enamoré de su voz y su música.

Nacido en Alemania (Heidelberg), con tres años se trasladó con su familia a Los Ángeles donde creció y empezó en sus adolescencia a tocar en grupos folk. Muy joven firmo con “Nina Music” como compositor y sus canciones las interpretaron gente como The Birds, Joan Baez, Linda Ronstadt o The Eagles, y antes de cumplir los 20 se trasladó a Nueva York Allí colaboró en la banda de Tim Buckley y acompañó a Nico en sus actuaciones en el Dom lo que hizo que entrase en contacto con la factoría de Walhol e incluir tres temas dentro de “Chelsea girl”. En el disco debut de su compatriota (nació como el en Alemania) sus temas convivían junto a otros de gente tan reputada como Dylan, tim Hardin o los chicos de la Velvet lo que hizo que definitivamente su nombre empezase a sonar dentro del mundillo.

Su primer disco en solitario titulado con su nombre apareció en 1972 y a este le siguieron “For everyman”, “Late for the sky”, The pretender” y por fin en 1976 “Running on empty” con el que alcanzaría la fama mundial y se convertiría en su disco más vendido. En aquella etapa se inicio su colaboración con el virtuoso multiinstrumentista David Lindley cuya aportación a todos estos álbumes es fundamental y también con el productor Jon Landau que le consagraron como el cantautor más lírico de la contracultura californiana.

Los 80 nos muestran a un Browne comprometido con todo tipo de causas perdidas entre las que destacan campañas antinucleares, contra las injusticias y desigualdades sociales, las guerras encubiertas y el narcotráfico de la CIA... a las que canta en los discos “Lives in the balance” y “World in motion”, además de organizar y participar en todo tipo de actos benéficos de carácter humanitario y ecologista.

Los 90 nos devuelven al cantautor íntimo y cálido que arrastra su emoción y sentimiento a cada uno de los temas (en algunos casos con más acierto que en otros), y ese es el camino que ha seguido recorriendo hasta nuestros días. Con menos discos a sus espaldas de lo que a muchos nos hubiese gustado (cuatro con temas nuevos en los últimos 20 años), pero compensándolo, en cierta medida, con los cientos de kilómetros recorridos para subirse sobre un escenario, ha logrado mantener su compromiso, la honestidad y esa elegancia con la que ha logrado que algunos, siguiendo sus pasos, hayamos descubierto nuevas rutas por las que guiar nuestros pasos musicales.

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