viernes, 23 de enero de 2009

Las canciones inexplicables de Nacho Vegas

Hoy Nacho Vegas inicia en Valladolid la gira de presentación de su último disco “El manifiesto desastre” y creo que es un buen momento para hablar un rato de este personal cantautor que, por lo que tengo comprobado, no admite el termino medio, o te gusta o te disgusta y, aunque en mi circulo son mayoría los que le adoran, también conozco a gente a la que escuchar su voz le provoca una carcajada. A pesar de que toda comparación es odiosa (y en este caso más) puedo decir, a los que nunca hayan escuchado nada suyo, que es una especie de Tom Waits, Nick Cave o incluso Nick Drake a la española. Sus letras entre lo onírico y lo introspectivo pueden llegar a doler, aunque al final parece que el regusto que dejan provoca un efecto balsámico que compensa tanta amargura...

Mi primer contacto con su música fue en su última gira con “Manta Ray” y, si bien no me gustaba lo que había escuchado de ellos, he de reconocer que esa tarde me fascinaron hasta tal punto y me pareció tan bueno su directo (a pesar de tocar en un macrofestival, a las 17:30 y en uno de los días en ,los que más calor primero y luego frío he pasado en mi vida) que al lunes siguiente fui a comprarme su primer disco (el aclamado “Manta Ray” y que no me acabó de convencer). Un tiempo después compré, por que era barato y me gustó la portada, su EP compartido con Aroah “Seis canciones desde el norte” sin relacionarle con el extraño cantante que a ratos de espaldas al público, a ratos con su melena tapándose la cara tanto me había impresionado un par de años atrás.

No recuerdo lo que me pareció, pero supongo que no me llamaría en exceso la atención ya que hasta las navidades de 2003 no volvió a cruzarse en mi camino, aunque esta vez ya sería para quedarse definitivamente. Fue en “Escridiscos” (cuando aún estaba en la Calle Postigo de San Martín de Madrid), en una de esas tardes en las que te apetece comprar un disco pero no logras encontrar nada que te llame la atención, donde, ojeando las novedades, me encontré con “Cajas de música difíciles de parar”. Me enamoré según lo vi por el título y la foto de portada, y sin dudarlo (aunque era bastante caro), lo compré y me volví rápidamente a casa a escucharlo. Ni que decir tiene el flechazo inicial se vio confirmado con la escucha y, a pesar de ser un disco difícil y doble, le di dos vueltas hasta quedar exhausto.

Desde entonces no le he perdido de vista en cada aventura que ha emprendido. Me hice al poco tiempo con “Actos inexplicables” que había publicado en 2001 y que, aunque creo que es mejor que “Cajas de música...”, no me causó el mismo impacto. Le he visto varias veces en directo tanto con “Las esferas invisibles”, como con Xel Pereda en acústico o en la gira con Christina Rosenvinge, me he empapado de sus discos y EP’s (tiene la buena costumbre usarlos para dar salida a temas inéditos que no tienen cabida en sus álbumes) y he intentado asimilar proyectos paralelos como “Lucas 15” (recuperando temas tradicionales asturianos) o “El tiempo de las cerezas” junto a Bunbury, pero también he sufrido algún desengaño cuando actuando cerca de donde vivo el concierto ha sido literalmente una mierda.

No entraré en el personaje, representante del malditismo forzado y llevado al extremo, pero no creo que sea un artista para recomendar. O lo descubres y te enamora o no tienes nada que hacer con él, y su música te parecerá odiosa. Un amigo tras escuchar varias canciones lo comparó con Paco Ibáñez por que todas le sonaban iguales. Puedo llegar a aceptar la comparación, aunque en el fondo me parece intranscendente ya que lo que aparentemente le hace distinto a todos los demás es su faceta de letrista. Ha conseguido hacer poesía de lo cotidiano y conmover al oyente a pesar de que, en muchas ocasiones, sus textos sean totalmente inexplicables. Para muchos ahí radica su grandeza.

No hay comentarios: