Hace un par de meses estaban predestinados a ser el mejor álbum del año 2008 para este humilde escribiente y, de no haberse cruzado la Faithfull en su camino a principios de diciembre, sin duda lo habrían sido. Últimamente tiendo a mirar más a lo que se hace al otro lado del charco que en la pérfida Albión pero, cuando hace un año vi que un grupo con el extraño nombre de Glasvegas se había colado su single “Daddy’s gone” como segundo tema del año (para el semanario NME) sin tener ningún disco en el mercado, decidí investigar quienes eran y que clase de música hacían.
La prensa británica es muy aficionada a repartir elogios desmesurados hacia cualquier banda que piensen que puede romper registros de ventas y popularidad antes de que lleguen a ningún sitio y luego a hundirlos en el fango en cuanto tienen el primer traspiés. El debut de los Arctic Monkeys ya era considerado como uno de los mejores de la historia cuando aún sólo estaba colgado en internet y no había aparecido en las tiendas, y luego se convirtió en el superéxito del año... Así que ante estas perspectivas me descargue esa canción y otra llamada “Go square go” que también encontré, y en menos de ocho minutos decidí que tenia que marcar de cerca de esos chicos.
Enseguida sacaron un nuevo single llamado “It's my own cheating heart that makes me cry” (que hizo crecer mi interés) y me enteré que habían fichado por “Columbia”, por lo que un disco entero sólo era cuestión de tiempo. El grupo se había formado en 2003 en el barrio más humilde y decadente de Glasgow por los primos los primos James y Rab Allan (guitarras y voz), Paul Donoghue (bajo), y Ryan Ross (batería). Cuanta la leyenda que James y Rab conocieron a Paul en una tienda de ropa regentada por Caroline McKay (que sustituyo a Ross cuando al poco tiempo dejó libres las baquetas), y que de ahí surgió una amistad que les llevó, primero a reunirse a escuchar música y luego a formar la banda.
En 2004 editaron su primer single (“I'm gonna get stabbed”) y durante dos años actuaron en todo tipo de locales puliendo su sonido y curtiéndose en el cara a cara con un público al que, con frecuencia, no le interesaba lo que hacían. En 2006 publican “Go square go” y al año siguiente “Daddy’s gone” que supuso su espaldarazo definitivo. Cuando en febrero de 2008 apareció “It's my own cheating heart that makes me cry” estaba claro que todo eso iba a verse plasmado en un larga duración, cosa que por fin sucedió en septiembre con una gran expectación en torno a el. Llegó directo al numero dos de las listas (sólo superados por Metallica), pero en ese momento ya estaban planeando su viaje a Transilvania (Rumania) para grabar un EP con seis canciones que vería la luz en diciembre.
En lo musical la única pega que les puedo poner es muro al estilo Phil Spector que recubre sus canciones, que creo que ganarían bastante si sonasen un poco más crudas. En cualquier caso creo que son de lo mejor que he escuchado últimamente y además los tíos, a pesar de su tremendo éxito, siguen manteniendo su estilo de vida en su barrio y con sus amigos de toda la vida. Tras su paso por el “Summercase” el pasado verano, pronto vendrán de gira y entonces podremos comprobar de primera mano (y con la prueba del algodón que supone el directo) sin son con razón la gran esperanza del indie británico o simplemente se quedan en su penúltima promesa.
La prensa británica es muy aficionada a repartir elogios desmesurados hacia cualquier banda que piensen que puede romper registros de ventas y popularidad antes de que lleguen a ningún sitio y luego a hundirlos en el fango en cuanto tienen el primer traspiés. El debut de los Arctic Monkeys ya era considerado como uno de los mejores de la historia cuando aún sólo estaba colgado en internet y no había aparecido en las tiendas, y luego se convirtió en el superéxito del año... Así que ante estas perspectivas me descargue esa canción y otra llamada “Go square go” que también encontré, y en menos de ocho minutos decidí que tenia que marcar de cerca de esos chicos.
Enseguida sacaron un nuevo single llamado “It's my own cheating heart that makes me cry” (que hizo crecer mi interés) y me enteré que habían fichado por “Columbia”, por lo que un disco entero sólo era cuestión de tiempo. El grupo se había formado en 2003 en el barrio más humilde y decadente de Glasgow por los primos los primos James y Rab Allan (guitarras y voz), Paul Donoghue (bajo), y Ryan Ross (batería). Cuanta la leyenda que James y Rab conocieron a Paul en una tienda de ropa regentada por Caroline McKay (que sustituyo a Ross cuando al poco tiempo dejó libres las baquetas), y que de ahí surgió una amistad que les llevó, primero a reunirse a escuchar música y luego a formar la banda.
En 2004 editaron su primer single (“I'm gonna get stabbed”) y durante dos años actuaron en todo tipo de locales puliendo su sonido y curtiéndose en el cara a cara con un público al que, con frecuencia, no le interesaba lo que hacían. En 2006 publican “Go square go” y al año siguiente “Daddy’s gone” que supuso su espaldarazo definitivo. Cuando en febrero de 2008 apareció “It's my own cheating heart that makes me cry” estaba claro que todo eso iba a verse plasmado en un larga duración, cosa que por fin sucedió en septiembre con una gran expectación en torno a el. Llegó directo al numero dos de las listas (sólo superados por Metallica), pero en ese momento ya estaban planeando su viaje a Transilvania (Rumania) para grabar un EP con seis canciones que vería la luz en diciembre.
En lo musical la única pega que les puedo poner es muro al estilo Phil Spector que recubre sus canciones, que creo que ganarían bastante si sonasen un poco más crudas. En cualquier caso creo que son de lo mejor que he escuchado últimamente y además los tíos, a pesar de su tremendo éxito, siguen manteniendo su estilo de vida en su barrio y con sus amigos de toda la vida. Tras su paso por el “Summercase” el pasado verano, pronto vendrán de gira y entonces podremos comprobar de primera mano (y con la prueba del algodón que supone el directo) sin son con razón la gran esperanza del indie británico o simplemente se quedan en su penúltima promesa.
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