Lo que en un principio pensaba contar este mes de mi niña rockera pasó a un segundo plano a raíz de los acontecimientos ocurridos hace una semana. Lo cierto es que son un par de pequeñas anécdotas y nada más pero, dadas las circunstancias, a mi me consolaron bastante y consiguieron arrancarme una pequeña sonrisa.
El martes pasado, mientras cenaba la niña, yo estaba escuchando el especial que estaba emitiendo Radio3 y, aunque aparentemente ella estaba a sus cosas y no hacía más que subirse y bajarse de la silla, en realidad la tía estaba pendiente de todo. Cuando en un momento dado alguien hizo un comentario sobre Antonio ella se paró en seco y volviéndose hacía mi me dijo. “papi, han dicho Antonio Vega, el que a ti te gusta...”.
No me sorprendió tanto que lo conociera como que pillara el nombre al vuelo cuando daba la impresión de que estaba metida en otras cosas. Desde hace un par de meses hay colgado en el pasillo un cartel de la gira que estaba haciendo por teatros, y varias veces me había peguntado por él, por lo que entendí que al menos el nombre la sonara. De momento no la he hablado ni enseñado discos y fotos de artistas nacionales, aunque ya se sabe un montón de canciones clásicas del rock español (y muchísimas más de las propias de su edad), pero por lo que vi esa noche en ese sentido no es muy necesaria mi presencia ya que ella misma va asimilando cosas sin necesidad de que yo la dé la tabarra.
Al día siguiente, mientras correteaba por el salón, volvió a encontrarse con su nombre (esta vez en la tele) y la debió sorprender la insistencia, ya que, aunque en ese momento se limitó ver las imágenes de la gente haciendo cola en la puerta del inefable edificio en el que se encontraba su capilla ardiente, al rato se me acercó y me dijo. “¿vemos los discos de Antonio Vega?”... Ni que decir tiene que me levanté como un resorte y nos pusimos a mirar todas las portadas de los vinilos (cuando la fui a enseñar las de los CD’s directamente me dijo que esas no las quería ver). La que más la gustó (la única diría yo) fue la de “Buena disposición” pero, por como se la quedó mirando y el gesto que hizo, sé que la que más la sorprendió fue la de “El momento”.
Soy consciente que estas reacciones y compartimientos de la niña rockera se deben a un enorme gesto de amor hacia mi, y que las cosas que dice y hace son todas por satisfacerme, ya que en el fondo a ella todos esos nombres que la digo la dan igual. Lo que la importan son las canciones y un poco las portadas y el color del vinilo, pero sin quererlo poco a poco se la van quedando otro tipo de cosas y eso, personalmente, me hace sentir satisfecho... Y es que poco más puedo hacer yo, un simple amante de la música, por la gente a la que admiro...
No podré participar en un futuro concierto o disco homenaje, ni las televisiones me darán la oportunidad de decirles lo importante que era para mi saber que Antonio estaba ahí, ni siquiera al final pude acercarme a darle el último adiós como me hubiese gustado... Lo que si puedo hacer es sembrar en mis hijas el amor por la buena música y darlas la posibilidad de conocer a aquellos que la transformaron en obra de arte, aunque sólo sea para que sepan que han existido y que formen parte de su cultura general. En cualquier caso, de momento, tendré que conformarme con su pequeño interés interesado ya que cuando se cansó, y buscando mi sonrisa y un beso, me mintió diciéndome ”papi, que a mi también me gusta Antonio Vega”, justo antes de darse la vuelta e irse con su música a otra parte.
El martes pasado, mientras cenaba la niña, yo estaba escuchando el especial que estaba emitiendo Radio3 y, aunque aparentemente ella estaba a sus cosas y no hacía más que subirse y bajarse de la silla, en realidad la tía estaba pendiente de todo. Cuando en un momento dado alguien hizo un comentario sobre Antonio ella se paró en seco y volviéndose hacía mi me dijo. “papi, han dicho Antonio Vega, el que a ti te gusta...”.
No me sorprendió tanto que lo conociera como que pillara el nombre al vuelo cuando daba la impresión de que estaba metida en otras cosas. Desde hace un par de meses hay colgado en el pasillo un cartel de la gira que estaba haciendo por teatros, y varias veces me había peguntado por él, por lo que entendí que al menos el nombre la sonara. De momento no la he hablado ni enseñado discos y fotos de artistas nacionales, aunque ya se sabe un montón de canciones clásicas del rock español (y muchísimas más de las propias de su edad), pero por lo que vi esa noche en ese sentido no es muy necesaria mi presencia ya que ella misma va asimilando cosas sin necesidad de que yo la dé la tabarra.
Al día siguiente, mientras correteaba por el salón, volvió a encontrarse con su nombre (esta vez en la tele) y la debió sorprender la insistencia, ya que, aunque en ese momento se limitó ver las imágenes de la gente haciendo cola en la puerta del inefable edificio en el que se encontraba su capilla ardiente, al rato se me acercó y me dijo. “¿vemos los discos de Antonio Vega?”... Ni que decir tiene que me levanté como un resorte y nos pusimos a mirar todas las portadas de los vinilos (cuando la fui a enseñar las de los CD’s directamente me dijo que esas no las quería ver). La que más la gustó (la única diría yo) fue la de “Buena disposición” pero, por como se la quedó mirando y el gesto que hizo, sé que la que más la sorprendió fue la de “El momento”.
Soy consciente que estas reacciones y compartimientos de la niña rockera se deben a un enorme gesto de amor hacia mi, y que las cosas que dice y hace son todas por satisfacerme, ya que en el fondo a ella todos esos nombres que la digo la dan igual. Lo que la importan son las canciones y un poco las portadas y el color del vinilo, pero sin quererlo poco a poco se la van quedando otro tipo de cosas y eso, personalmente, me hace sentir satisfecho... Y es que poco más puedo hacer yo, un simple amante de la música, por la gente a la que admiro...
No podré participar en un futuro concierto o disco homenaje, ni las televisiones me darán la oportunidad de decirles lo importante que era para mi saber que Antonio estaba ahí, ni siquiera al final pude acercarme a darle el último adiós como me hubiese gustado... Lo que si puedo hacer es sembrar en mis hijas el amor por la buena música y darlas la posibilidad de conocer a aquellos que la transformaron en obra de arte, aunque sólo sea para que sepan que han existido y que formen parte de su cultura general. En cualquier caso, de momento, tendré que conformarme con su pequeño interés interesado ya que cuando se cansó, y buscando mi sonrisa y un beso, me mintió diciéndome ”papi, que a mi también me gusta Antonio Vega”, justo antes de darse la vuelta e irse con su música a otra parte.
2 comentarios:
Sigo pensando que nada tiene que ver Antonio Vega con el retrato que de él están haciendo algunos.Sus canciones nunca fueron ni torturadas, ni atormentadas.Alguna fue intimista,que no triste, pero en general hablaban de mundos interiores y pasiones tales como la física,la naturaleza,la pintura,etc.Algunas de Nacha Pop transmiten efervescencia juvenil.
3000 noches con Marga nunca fue un requiem, sino un homenaje al recuerdo de su mujer donde anuncia su reencuentro.
Que sus adicciones le mataron y le mermaron,sí.Pero no a su música.
Estoy con Curro.
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