lunes, 17 de noviembre de 2008

Enrique, desde que no nos vemos...

Han pasado ya nueve años desde que se inició este último viaje lleno de canciones, y son muchas las cosas que me gustaría contar. No sé si hablar de la última noche en que nuestros caminos se cruzaron o de aquel primer cruce, reivindicar tu obra en solitario o tu voz como una de las más conmovedoras que nunca he escuchado, exaltar a tu grupo o machacarlo por lo hecho estos años, recordar tu talento como escritor de canciones o el buen gusto para hacer las mejores versiones de temas ajenos que se han hecho en este país, lamentarme por la cantidad de música que podías haber hecho y que nunca se podrá escuchar o celebrar cada emoción que fuiste capaz de transmitir a lo largo de veinte años...

No sé siquiera si hoy es el día más adecuado para pensar en nada de eso y lo que realmente debería hacer es dejar de pulsar teclas y sentarme a seguir escuchando alguno de tus discos. Lo único que tenia claro desde hace un par de meses era la imagen que quería que encabezase estas líneas, pero incluso ahora dudo si mi elección es la más adecuada. Se trata del dibujo que hizo Federico del Barrio para la portada de “Continuará” (Los Secretos - 1987) y que, para mí, es la que mejor refleja esa sensación de soledad con la que vivía Enrique y a la que tantas veces cantó.

Y si tengo tantas dudas es por que esta tarde he me he puesto tu último disco junto a Los Problemas, y me ha dejado completamente descolocado. Resulta increíble que nadie se acuerde de él a la hora de confeccionar las listas de los mejores de nuestra historia, y es que me parece que tiene todo para ser reconocido como tal. Una portada sencilla y evocadora, colaboraciones de lujo de verdad (Jackson Browne y Antonio Vega), unos arreglos muy cuidados y trece temas de una calidad incuestionable, que le convierten en una pequeña joya oculta a la espera de corazones dispuestos a retorcerse con cada palabra que sale de sus surcos.

Pero la verdadera razón de mi descoloque es que han pasado nueve años, y aunque seamos los mismos no somos iguales, y nuevas cicatrices adornan mi cuerpo, y cuando mi pequeña niña rockera se queda embelesada ante el dibujo del hombre colgado de la luna y me pregunta por qué está ese señor ahí, y a mi todo lo que se me ocurre decirla es que lo que le pasa es que no puede estar en otro sitio. Y siento un extraño vacío y que nada ha sido lo mismo (para bien o para mal) desde que no nos vemos...

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