Peleando a la contra
bajé la Gran Vía vacía.
Calculé que como poco,
ya llevaba un par de días sin dormir.
Como si me hubiera pasado un tren por encima.
Como si me hubieran dado una paliza.
No paren el combate todavía!;
y cuenten hasta diez...
...Dicen que al final me salvaré.
Nunca hay demasiado que perder, tu lo sabes bien...
Atribulados como perros de lluvia
que se duermen al piano de Tom Waits.
Es impensable que me cruce a Susan Sarandon
subiendo la escalera de este hotel...
Besé la lona en el segundo round,
y sigo en el taller...
...Dicen que al final me salvaré...
Nunca hay demasiado que perder, tu lo sabes bien...
“Si en estos momentos existe un artista que merece el apelativo de independiente ese es Quique González. Por fin esta semana, la misma en la que han vuelto a las pantallas los chicos de la academia del éxito, ha salido a la calle “Kamikazes enamorados”, su cuarto disco de estudio y el primero desde su ruptura con la multinacional que había editado sus anteriores trabajos. Con la carta de libertad en la mano ha decidido vivir al margen de una industria que lo único que busca es vender sin preocuparse ni de la calidad del producto ni de la dignidad del músico. El mismo lo ha editado, ha buscado como distribuirlo, ha recorrido el país de punta a punta para poder financiarlo , ha recurrido a los que no lo ven como un paria para promocionarlo, y sobre todo ha hecho lo que mejor sabe hacer , escribir una colección de hermosas canciones de las que poder sentirse orgulloso.
Y es que Quique es de los artistas que merecen ganarse la vida con la música. Pertenece a esa raza que necesita el escenario para vivir, como los músicos de blues o de jazz, cada noche un local, una ciudad, otra cama, y así día tras día, mes tras mes, año tras año. Pero lo va a tener difícil. Los viejos tiempos del rock en los que un joven con su guitarra podía convertirse en Bob Dylan, Neil Young o Lou Reed no volverán. Se acabaron las carreras de treintaitantos años y cientos de canciones, ha muerto la promiscuidad creativa. No es rentable desplegar todos los medios necesarios para un lanzamiento con tanta frecuencia porque un mismo artista puede saturar, y esto no deja de ser un negocio, y como tal los balances tienen que cuadrar al final de cada ejercicio. Se exprimen los discos al máximo sacando seis o siete single para luego reeditarlo con un DVD de regalo, restringen las giras a fechas muy concretas, un añito para descansar, otro para componer, y vuelta a empezar.
Antes de verano pude asistir a uno de sus conciertos en Valladolid. En una pequeña sala abarrotada, a ratos con la guitarra, a ratos sobre un teclado, sin luces, sólo él, nosotros y el humo, como si estuviésemos dentro de una de sus canciones. Y nos ganó una vez más, como cuando se nos iba la vida, como con “Salitre 48”, el disco que, sin ser mi favorito, ni el mejor, ni el que más escucho, es el que me hubiese gustado componer de haber tenido el talento para estar al otro lado. Estaría bien poder escuchar en Burgos a gente que tiene su academia en un coche cargado de instrumentos o una pensión, para la que la música es el fin y no un medio para alcanzar fama y dinero, para la que subirse a un escenario no es cumplir un contrato, para la que una canción no es un karaoke si no un trocito de si mismo..., artistas que, como a Quique González, no les queda más remedio que seguir peleando a la contra”
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