viernes, 7 de noviembre de 2008

¡Quédese, Señor González!

Un concepto es un concepto, y el mío es que hoy por hoy es difícil encontrar en este país un artista que te pueda ofrecer un concierto como el que ayer dio Quique González en Valladolid. Lo primero que sorprende (entre comillas, claro) es que fuera el inicio de una gira, en este caso la de celebración de sus diez años en la música. Sorprende por que normalmente los primeros conciertos suelen ser mas complicados por falta de rodaje de los temas y de acoplamiento de la banda, pero anoche nada de eso se noto. Y digo entre comillas por que es evidente que llevan más de un año rodando juntos, y aunque haya variado un poco en formato, existe la compenetración suficiente como para solventar con otros recursos que algún tema no esté lo suficientemente trabajado. Por otro lado Quique, normalmente, juega con un repertorio muy amplio, por lo que muy poquitos de los temas que sonaron no habían sido interpretados en algún momento de la gira de "Avería y redención".

Lo segundo que llama la atención y que se agradece, es que con apenas un par de minutos de retraso empezaron a sonar los acordes de "Vidas cruzadas". Deberíamos empezar a acostumbrarnos (como hacen el noventa y cinco por ciento de los artistas extranjeros que nos visitan) que la hora de comienzo de un concierto es la que marca la entrada y no media hora más tarde. Si queremos que se valore la música como una manifestación artística más deberían empezar a tenerse en cuenta estos detalles. No me imagino un concierto en el Real o una película u obra de teatro empezando con cuarenta minutos de retraso. Eso suele ser por falta de profesionalidad, y esto es precisamente una de las cosas que no se le pueden echar en cara al Señor González.

Por que la voz la tenia un poco castigada, pero desde el primer momento se entregó aunque no llegase a algún tono y a veces no se le entendiese demasiado bien ni lo que cantaba ni lo que decía al público. En cualquier caso son pequeñeces que carecen de importancia si se compara con todo lo demás que te ofrece a cambio. Y ahí aparecen, por ejemplo, su aptitud y actitud. Quique está ya para dar el salto a otros escenarios. Y no me refiero sólo a que Mambo sea, probablemente, el peor sitio de España para programar un concierto, si no que ya está preparado para llenar locales a partir de mil y pico personas (en provincias, ya que en Madrid ya llenó La Riviera). A pesar de eso se mantiene fiel a ciertos valores del rock and roll en los que lo importante cada noche es tocar, alimentarte del aliento del público, verles la cara, sentir que lo único en la vida es lo que sucede sobre el escenario ya sea ante diez personas o un millón.

Otro concepto clave para saber que está llamado a ser uno de los grandes (siete discos en diez años es un promedio que tienen pocos) es que le gusta escuchar música. Algo que llama la atención en general de los artista una vez que llegan a un punto, es que dejan oír discos ajenos por el simple placer de escucharlos. Que sea tu profesión no quiere decir que no necesites para seguir funcionando gasolina en forma de notas y arpegios. Y se percibe en los arreglos de las canciones en las que prácticamente todas tienen un lavado de cara respecto al disco original, y eso es de agradecer. En algunos casos es un simple traslado de instrumentos, cambiando la acústica o la mandolina por la eléctrica, pero en otros logra hacer casi una canción nueva en la que lo único que comparten es la letra. La sombra de Dylan es alargada, y lo aplaudo, ya que es la forma que tiene un tema para mantenerse vivo a lo largo de los años.

Y que puedo contar de la "Aristocracia del barrio"... Creo que es la mejor banda de acompañamiento que ha tenido nunca. Sin desmerecer a ninguno de los músicos que han tocado con el, estos superan a todos. Karlos Arancegui no es que sea mejor que Toni Jurado, ni Javi Pedreira es capaz de hacerle sombra a Carlos Raya, pero son los ideales para el tipo de canciones que está haciendo y además han sabido pasar por su filtro sonoro las anteriores, dotando a todas de una unidad estilística y de sonido. El estilo de la batería me recuerda a Glenn Kotche de Wilco y le aporta ritmos hasta ahora desconocidos en su obra. Pedreira, a la guitarra, es muy bueno, pero debe tener cuidado ya que a veces se le va la pinza y se adorna demasiado. Corre el riesgo de ser como el amigo Jesús Prieto "Piti", un talento enorme y unos dedos rapidísimos, pero hay que pararle un poco por que si no le acabaran sobrando notas. Los "Crazy Horse" no están entre las cien mejores grupos del mundo, pero Neil Young, que es el más grande (con permiso de God Dylan) nunca suena mejor que como lo hace con ellos...

El último concepto que me gustaría tratar, y que este concierto me deja (o me confirma), es que, cada vez más, su verdadero secreto está en sus canciones. Después de diez años y más de cien escritas en su haber es capaz de visitar una ciudad dos veces en menos de nueve meses y ofrecer dos conciertos radicalmente distintos y a cual mejor. De los artistas y grupos que hace diez años cumplían su primera década muy poquitos siguen en esa misma posición, por que tan difícil es llegar como mantenerse, pero si él continua por este camino lento pero firme, cuando celebre su vigésimo aniversario será ya un referente para toda una generación y un espejo en el que reflejarse si el objetivo es vivir de la música y dignificar una profesión como esta. Lo único que me queda por decir ante este panorama es ¡¡¡Quédese, Señor González!!!

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