Antes de empezar he de decir que como profesional (guionista y directora de cine) el trabajo de Angeles González-Sinde me parece, en general, sobresaliente. Es una mujer muy preparada y con mucho talento, y algunos de sus guiones son de lo mejorcito que se ha hecho en el cine español en los últimos años, por lo que el prestigio del que goza dentro de ese mundillo lo tiene bien merecido. Hasta ahí creo que nadie puede ponerla ninguna objeción.
Pero claro, desde ahora se la tiene que juzgar por otras cosas y en eso, me temo, no sale tan bien parada. Hasta el pasado 7 de abril, en que tomo posesión como titular del Ministerio de Cultura, el cargo que ostentaba era el de presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, y desde el se ha mostrado como una activista en contra del intercambio de archivos con fines no lucrativo desde internet. No me parece mal e incluso lo veo lógico ya que si según su criterio eso es lo que está perjudicando al cine español (aunque tal vez debería de preguntarse también si el producto que representa tiene el nivel mínimo exigido de calidad) debe luchar por sus intereses, pero claro, creo que por eso mismo está inhabilitada para ejercer esa cartera ministerial.
Es evidente que es necesario un acuerdo a gran escala sobre internet y las descargas de archivos protegidos por los derechos de autor, pero más evidente es que una misma persona no puede ser juez y parte del asunto, y en este caso esta ministra no puede ser ni objetiva ni imparcial. Una persona que hace tan solo unas semanas declaraba en su discurso en la entrega de los Goyas que “Tenemos que seguir peleando para que las descargas ilegales no nos hagan desaparecer, para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la Red no pueden ganar sólo las operadoras de ADSL, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos”, o que en una entrevista en ABC el 18 de septiembre de 2008 afirmaba “Hay que organizar completamente la difusión y la copia de las obras. No puede ser que los vendedores de equipos y los fabricantes cuenten con todo el beneplácito y el apoyo de la sociedad y en cambio quienes generan contenidos se queden sin recibir dinero por su trabajo. Si pudiéramos entrar en los supermercados y llevarnos las cosas sin pagar sería una catástrofe. La piratería no la compensa el canon. ¡Sólo son unos céntimos! Mientras, el gran beneficiado es el que fabrica todos estos sistemas y el que vende la línea de ADSL. Y como los anglosajones van a seguir generando contenidos, la cultura en español va perdiendo espacio”, o que, por último, en abril del año pasado se preguntaba “Seamos todos sinceros, ¿para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuanto gigas? ¿Para mandar e-mails?”, ¿alguien se puede creer que vaya a ser capaz de ejercer como una mediadora imparcial y neutral?.
Yo personalmente pienso que no y que además, llegado el caso, debería de abstenerse a la hora de tomar algunas decisiones por el claro conflicto de intereses en el que caería, y ante esas posibilidades seria mejor no tentar al diablo y haber elegido a alguien que no tuviese ese problema. No entiendo muy bien en que estaría pensando el presidente de gobierno al nombrarla ya que claramente la suya es una elección errónea. Espero que nadie caiga en el error de ver en estas críticas un ataque machista, ya que la decisión me habría parecido igual de nefasta (o peor) si los seleccionados hubiesen sido Eduardo Bautista, Víctor Manuel San José o José Ramón Julio Martínez Márquez, aunque el resultado final, de haber sido así, no habría sido muy distinto del actual. Si hubiesen elegido a Cándido Méndez o Emilio Botín como ministro de Economía, a Florentino Pérez de Obras Públicas y al presidente de una farmacéutica o una tabaquera de Sanidad ¿no nos habríamos echado las manos a la cabeza? Pues lo mismo debería pasar con González-Sinde en Cultura.
Entre las múltiples campañas en internet que exigen su cese inmediato, existe una con el lema “Ni un solo día de gracia” que deja bien a las claras la opinión de muchos internautas que sienten que el caballo de batalla del ministerio va ser la red de redes, y no están dispuestos a darles ni un segundo de tregua. Me temo, por desgracia, que están en lo cierto y que no van a aprender del caso del gobierno francés que al final no ha logrado sacar adelante su restrictiva ley contra el intercambio de archivos. Si está claro que es demasiado tarde para luchar contra eso tal vez lo que deberían hacer es pensar en como sacarle partido y aprovecharse de ello. Ponerle puertas al mar es imposible y enfrentarse a un enemigo global llamado internet, suicida... Ella sabrá lo que hace, por que lo hace y por quien lo hace, pero lo que pretende es tan impopular que difícilmente podrá llevarlo a cabo, y entonces ¿descubrirá que la cultura es también la libre circulación de información y contenidos?
Pero claro, desde ahora se la tiene que juzgar por otras cosas y en eso, me temo, no sale tan bien parada. Hasta el pasado 7 de abril, en que tomo posesión como titular del Ministerio de Cultura, el cargo que ostentaba era el de presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, y desde el se ha mostrado como una activista en contra del intercambio de archivos con fines no lucrativo desde internet. No me parece mal e incluso lo veo lógico ya que si según su criterio eso es lo que está perjudicando al cine español (aunque tal vez debería de preguntarse también si el producto que representa tiene el nivel mínimo exigido de calidad) debe luchar por sus intereses, pero claro, creo que por eso mismo está inhabilitada para ejercer esa cartera ministerial.
Es evidente que es necesario un acuerdo a gran escala sobre internet y las descargas de archivos protegidos por los derechos de autor, pero más evidente es que una misma persona no puede ser juez y parte del asunto, y en este caso esta ministra no puede ser ni objetiva ni imparcial. Una persona que hace tan solo unas semanas declaraba en su discurso en la entrega de los Goyas que “Tenemos que seguir peleando para que las descargas ilegales no nos hagan desaparecer, para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la Red no pueden ganar sólo las operadoras de ADSL, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos”, o que en una entrevista en ABC el 18 de septiembre de 2008 afirmaba “Hay que organizar completamente la difusión y la copia de las obras. No puede ser que los vendedores de equipos y los fabricantes cuenten con todo el beneplácito y el apoyo de la sociedad y en cambio quienes generan contenidos se queden sin recibir dinero por su trabajo. Si pudiéramos entrar en los supermercados y llevarnos las cosas sin pagar sería una catástrofe. La piratería no la compensa el canon. ¡Sólo son unos céntimos! Mientras, el gran beneficiado es el que fabrica todos estos sistemas y el que vende la línea de ADSL. Y como los anglosajones van a seguir generando contenidos, la cultura en español va perdiendo espacio”, o que, por último, en abril del año pasado se preguntaba “Seamos todos sinceros, ¿para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuanto gigas? ¿Para mandar e-mails?”, ¿alguien se puede creer que vaya a ser capaz de ejercer como una mediadora imparcial y neutral?.
Yo personalmente pienso que no y que además, llegado el caso, debería de abstenerse a la hora de tomar algunas decisiones por el claro conflicto de intereses en el que caería, y ante esas posibilidades seria mejor no tentar al diablo y haber elegido a alguien que no tuviese ese problema. No entiendo muy bien en que estaría pensando el presidente de gobierno al nombrarla ya que claramente la suya es una elección errónea. Espero que nadie caiga en el error de ver en estas críticas un ataque machista, ya que la decisión me habría parecido igual de nefasta (o peor) si los seleccionados hubiesen sido Eduardo Bautista, Víctor Manuel San José o José Ramón Julio Martínez Márquez, aunque el resultado final, de haber sido así, no habría sido muy distinto del actual. Si hubiesen elegido a Cándido Méndez o Emilio Botín como ministro de Economía, a Florentino Pérez de Obras Públicas y al presidente de una farmacéutica o una tabaquera de Sanidad ¿no nos habríamos echado las manos a la cabeza? Pues lo mismo debería pasar con González-Sinde en Cultura.
Entre las múltiples campañas en internet que exigen su cese inmediato, existe una con el lema “Ni un solo día de gracia” que deja bien a las claras la opinión de muchos internautas que sienten que el caballo de batalla del ministerio va ser la red de redes, y no están dispuestos a darles ni un segundo de tregua. Me temo, por desgracia, que están en lo cierto y que no van a aprender del caso del gobierno francés que al final no ha logrado sacar adelante su restrictiva ley contra el intercambio de archivos. Si está claro que es demasiado tarde para luchar contra eso tal vez lo que deberían hacer es pensar en como sacarle partido y aprovecharse de ello. Ponerle puertas al mar es imposible y enfrentarse a un enemigo global llamado internet, suicida... Ella sabrá lo que hace, por que lo hace y por quien lo hace, pero lo que pretende es tan impopular que difícilmente podrá llevarlo a cabo, y entonces ¿descubrirá que la cultura es también la libre circulación de información y contenidos?
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