Tal vez el tema de hoy no tenga mucho que ver con la música, pero el hecho de que el protagonista de la historia sea Jesús Cifuentes (cantante de Celtas Cortos) me parece suficiente excusa para hablar del lamentable espectáculo que mañana se celebrará en la localidad vallisoletana de Tordesillas. Por suerte para mi ni he nacido allí ni hay nada ni nadie que me ate a ese pueblo (aunque me gusta y paseo por sus calles con relativa frecuencia) ya que de ser así se me caería la cara de vergüenza si tuviese que explicar que, al margen del tratado firmado con Portugal en 1494, lo que le hace conocido es la cobarde, cruel e injustificada tortura a la que se somete a un toro y que va más allá de lo admisible para cualquiera que tenga la menor humanidad y sensibilidad.
Para el que no conozca en que consiste esta salvaje que tradición (que califica por si sola a los que participan y la siguen) le diré que bajo el nombre de Toro de Vega se conoce a la persecución a la que se somete a un toro por los campos y pinares que rodean a Tordesillas por los mozos del pueblo (a caballo al principio y luego a pie) armados con largas lanzas con las que van hiriendo y debilitando al astado hasta que finalmente lo matan tras haberle arrinconado e infringido una lenta y sanguinaria humillación.
Personalmente no me gustan las corridas y nunca he asistido a ninguna (ni tengo intención de hacerlo), pero entiendo que en ellas el animal al menos tiene una mínima oportunidad y, aunque suceda en pocas ocasiones, a veces gana la batalla y el torero sale de plaza con los pies por delante. Se supone que en ellas hay una lucha de igual a igual entre la bestia y el hombre (se podría discutir cual es más bestia de los dos) y al menos este se juega la vida y se planta cara a cara con el bicho. Por el contrario en el Toro Vega la cobardía es la tónica dominante y con sus lanzas juegan y arrastran al pobre animal por donde quieren sin darle la menor oportunidad de defenderse hasta que finalmente es ejecutado.
Ayer, como cada año, se produjo una manifestación solicitando la prohibición de tan cruel tradición por las calles de la capital pucelana y luego por las del pueblo, con la novedad de que en esta ocasión el cantante y líder de Celtas Cortos aceptó ser el protagonista de una representación en la que se simulaba que él era el toro y como tal le clavaban las lanzas de rigor. Muchas veces se ha hablado de si es lícito que los artistas utilicen su popularidad para crear estados de opinión entre sus seguidores o deberían dedicarse exclusivamente a lo suyo y dejar lo otro a los políticos profesionales.
La historia está llena de festivales, giras y todo tipo de eventos en los que los músicos han tratado de llamar la atención a todo tipo de problemas (desde la situación de los granjeros en la América profunda, al calentamiento global pasando por el apoyo a la ONG de turno o recaudar fondos para luchar contra el hambre en el mundo) y, al margen de que se esté de acuerdo o no con lo que reivindican y que se les pueda acusar de oportunistas y de buscar publicidad gratuita o limpiar su conciencia, considero que en general este tipo de manifestaciones están bien y humanizan al artista que las practica…
Y más si, como en este caso, se hace en el ámbito local y a pequeña escala y es capaz de conseguir que los que por una vez se escuche a los que no tienen voz…
Para el que no conozca en que consiste esta salvaje que tradición (que califica por si sola a los que participan y la siguen) le diré que bajo el nombre de Toro de Vega se conoce a la persecución a la que se somete a un toro por los campos y pinares que rodean a Tordesillas por los mozos del pueblo (a caballo al principio y luego a pie) armados con largas lanzas con las que van hiriendo y debilitando al astado hasta que finalmente lo matan tras haberle arrinconado e infringido una lenta y sanguinaria humillación.
Personalmente no me gustan las corridas y nunca he asistido a ninguna (ni tengo intención de hacerlo), pero entiendo que en ellas el animal al menos tiene una mínima oportunidad y, aunque suceda en pocas ocasiones, a veces gana la batalla y el torero sale de plaza con los pies por delante. Se supone que en ellas hay una lucha de igual a igual entre la bestia y el hombre (se podría discutir cual es más bestia de los dos) y al menos este se juega la vida y se planta cara a cara con el bicho. Por el contrario en el Toro Vega la cobardía es la tónica dominante y con sus lanzas juegan y arrastran al pobre animal por donde quieren sin darle la menor oportunidad de defenderse hasta que finalmente es ejecutado.
Ayer, como cada año, se produjo una manifestación solicitando la prohibición de tan cruel tradición por las calles de la capital pucelana y luego por las del pueblo, con la novedad de que en esta ocasión el cantante y líder de Celtas Cortos aceptó ser el protagonista de una representación en la que se simulaba que él era el toro y como tal le clavaban las lanzas de rigor. Muchas veces se ha hablado de si es lícito que los artistas utilicen su popularidad para crear estados de opinión entre sus seguidores o deberían dedicarse exclusivamente a lo suyo y dejar lo otro a los políticos profesionales.
La historia está llena de festivales, giras y todo tipo de eventos en los que los músicos han tratado de llamar la atención a todo tipo de problemas (desde la situación de los granjeros en la América profunda, al calentamiento global pasando por el apoyo a la ONG de turno o recaudar fondos para luchar contra el hambre en el mundo) y, al margen de que se esté de acuerdo o no con lo que reivindican y que se les pueda acusar de oportunistas y de buscar publicidad gratuita o limpiar su conciencia, considero que en general este tipo de manifestaciones están bien y humanizan al artista que las practica…
Y más si, como en este caso, se hace en el ámbito local y a pequeña escala y es capaz de conseguir que los que por una vez se escuche a los que no tienen voz…
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