sábado, 19 de septiembre de 2009

La niña rockera – XII

El verano musical de la niña roquera tiene un nombre propio y este no es otro que el de Kiko Veneno. Han pasado casi dos meses desde la noche que estuvimos en su concierto, pero a pesar de eso hoy mismo me ha preguntado cuando íbamos a ir otra vez a verlo, y me ha insistido en que la encantó y se lo pasó muy bien... De hecho ha sido ella la que ha querido fotografiarse con la portada de “Echate un cantecito” en lugar de la que yo tenia prevista y, aunque me alegra que esa primera experiencia la haya causado tan grata impresión, no deja de sorprenderme debido a que no ha sido la única de estas últimas semanas.

Para empezar a lo largo de los cuatro jueves de agosto el ayuntamiento ha organizado otras tantas actuaciones de grupos y artistas locales en plazas de la ciudad en una iniciativa llamada “Emplazados”. Las semanas que se portaba bien íbamos después de cenar en la bici al lugar en cuestión y, tras los bailoteos iniciales, nos sentábamos en las primeras filas (más bien lo hacia yo y ella se acurrucaba en mi regazo) y no perdía ojo a lo que sucedía sobre el escenario hasta que sus ojos empezaban a traicionarla y empezaban a cerrarse. Incluso en esas circunstancias, cuando la decía que nos teníamos que ir, la tía se resistía y pedía ver una canción más que solía escuchar ya sentada en su sillita y con el casco puesto.

Parecida situación la vivíamos en las verbenas de las fiestas del pueblo que, como empezaban tarde, enseguida teníamos que abandonar por el frío (las noches en la sierra suelen ser bastante traicionaras) y sobre todo por que, llegados a un punto; ninguno de los dos las disfrutábamos (ella por cansancio y yo por que el chunda-chunda me horroriza y tras un rato acaba haciéndoseme insufrible) lo suficiente para que nos compensara el esfuerzo, y de seguir allí por el simple hecho de estar habría acabado resultado para ambos totalmente contraproducente.

Ya en septiembre, hace un par de semanas, la “party dance” (una especie de”paradance” local) que se celebra desde hace años en el primer fin de semana de las fiestas de la ciudad, la decepcionó totalmente ya que la habíamos hablado de varias carrozas en las que iban dj’s poniendo música y chicos y chicas bailando, y al final (al parecer a causa de la crisis) tuvimos que conformarnos con un solo camión (bastante bonito, eso si) y una fiesta que apenas pudo disfrutar por que fue un visto y no visto. Su cabreo fue tal que, después de escuchar a alguien por donde estábamos viendo pasar la “procesión” (en palabras de la niña) que el responsable del desastre era el alcalde, los días siguientes se dedicó a contar a quien quisiese escucharla que “no la gustó nada y que la culpa la tenia el jefe del ayuntamiento”

Distinta respuesta tuvieron los asuntos étnicos ya que, tanto los bailes y músicas autóctonas (con la jota, la dulzaina y el tamborín como auténticos protagonista), como el espectáculo de “Mayumana” al que la llevamos creo que la gustaron bastante o al menos lograron captar su atención lo suficiente para no aburrirse y protestar por estar allí y no en otro sitio… Bueno, para ser sinceros el espectáculo de la compañía israelí llegó un punto en el que la cansó, pero creo que fue más por el entorno (el “Teatro Calderón” es muy bonito pero para una niña a punto de cumplir los cuatro años resulta excesivamente formal) y por el hecho de no poder moverse y bailar (desde el principio quería acercarse al borde del escenario para verlo de cerca).

En cualquier caso la mayor de todas las satisfacciones en este campo me ha llegado por otro camino. El año pasado la apuntamos a una academia de música para que, ya que la encanta cantar, a través de juegos pudiese ir dando rienda suelta a sus impulsos e instintos e ir poniendo una base que quizás mas adelante la sirva para algo (y si no la ayude a amar un poco más si cabe la música). La cosa es que cuando la pregunté que si quería volver otra vez este curso aunque no fuese su primo (hasta ahora han ido juntos), su respuesta fue tan inmediata y clara que me dejó perplejo: “claro papito, si a mi me gusta mucho ir, por que allí solo me mandan que toque instrumentos y no me riñen si los toco fuerte…”

Este curso que comienza ahora volverá no sólo a clase a aprender mientras se lo pasa bien, si no también a otros conciertos y espectáculos (teatro, marionetas, magia, malabarismos…) que la ayuden a disfrutar y valorar la creatividad ajena para así abrir su mente e impulsar la suya propia. La imaginación nos hace libres y felices, e ilustrando sus sueños infantiles al menos la daremos una oportunidad más para que lo logre...

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