Hoy se cumplen 6 años de la muerte de Johnny Cash en el Hospital Bautista de Nashville al complicársele la diabetes que padecía, y creo que es la ocasión ideal para recordar a una de las más grandes e influyentes figuras de la música americana y contar alguna cosilla de él. Para empezar diré que yo nunca le he considerado como uno de mis artistas de cabecera (y eso que tengo un montón), aunque con el paso del tiempo fui aprendiendo primero a respetarle, luego a admírale y por fin, en los últimos 15 años, a disfrutar con su música.
Cuenta la leyenda que cuando se presentó en los estudios de “Sun Records” y tras una audición en la que interpretó varios temas de gospel, Sam Phillips lo mandó a su casa y le dijo “vuelve con una canción que pueda vender”. Lo hizo al poco tiempo con “Hey porter” y “Cry, cry, cry” y esta vez si que consiguió su contrato para grabarlas publicarlas en la misma disquera que lo había hecho Elvis el año anterior. Era 1955 y, como el single consiguió cierto éxito en las listas de country, Phillips continuo confiando en el e invirtió más dinero en su promoción lo que ayudó a que sus siguientes singles obtuvieran más éxito y llegasen a lo más alto en las listas de venta (“Folsom prison blues” alcanzó el 5 en las de counttry, y “I walk the line” el número uno tanto en las de country como en las de rock)
En 1957 Cash fue el primer artista en grabar un LP para “Sun Records”, pero la excesiva atención que Sam Phillips dedicaba a la promoción de Jerry Lee Lewis y la suculenta oferta que le hizo “Columbia Records” acabaron empujándole el año siguiente fuera de la discográfica que le dio su primera oportunidad y en la que se convirtió en uno de los artistas más prolíficos y con mayor número de ventas de su época (de hecho “Sun” siguió editando singles de Cash hasta 1960 gracias a la gran cantidad de material que había dejado grabado para ellos)
Durante 28 años grabó y editó con Columbia Records y allí alcanzó sus mayores éxitos, aunque a partir de los 80 su estrella empezó a decaer llegando a su punto de menor popularidad en 1991 tras grabar en “Mercury Records” (a la que había llegado en 1987) “The mystery of life”. Parecía que lo que no habían logrado las anfetaminas y el abuso del alcohol y otras drogas lo iba a lograr el tiempo, pero fue entonces cuando Rick Rubin se cruzó en su camino y su carrera, cual ave fénix, volvió resurgir de sus cenizas.
Grabado en el cuarto de estar de la casa de Rick y acompañado exclusivamente de una guitarra y su majestuosa y penetrante voz fue desgranado una serie de temas propios (algunos antiguos) y un puñado de versiones ajenas que, en 1994, finalmente vieron la luz en bajo el nombre “American recordings” (el nombre del sello de Rubin). El éxito fue inmediato y total tanto a nivel de crítica como público logrando convencer a sus fans de siempre como a las nuevas generaciones que le aclamaron en el Festival de Glastonbury en la que el propio Johnny definió como una de los mejores recibimientos de toda su carrera.
Con este álbum inicio una segunda época dorada a nivel creativo y comercial que le llevó a ganar el Grammy al “mejor álbum de folk contemporáneo”, poner la voz a un coyote que guiaba a Homer en un viaje espiritual o a aparecer en alguna serie de televisión, pero sobre todo para grabar junto a Rubin otros tres discos para la serie “American” (“Unchained” en 1996 y grabado junto a Tom Petty and The Heartbreakers, “American III: Solitary man” en 2000 y “American IV: The man comes around” en 2002) y el suficiente número de temas para publicar con ellos otros dos tras su muerte (“American V: A hundred highways” en 2006 y “American VI”) y una caja recopilatoria (1993 a 2003) de cinco CD’s con muchísimos inéditos publicada en 2003 y que llamó “Unearthed”.
Por suerte Johnny murió cuando se encontraba en la cresta de la ola y pudo disfrutar en vida de los homenajes y reconocimiento que todo el mundo (tanto dentro de la profesión como fuera) le brindó. Cuando en mayo de 2003 June Carter Cash (su segunda esposa y compañera durante 35 años) murió por las complicaciones posteriores a una operación de corazón, fueron muchos los que comentaron que estaban tan unidos que no la sobreviviría mucho tiempo. Menos de cuatro meses después Johnny Cash, “el hombre de negro”, daba su último salto mortal. Ya no tendría que resucitar más, desde ese momento era inmortal.
Cuenta la leyenda que cuando se presentó en los estudios de “Sun Records” y tras una audición en la que interpretó varios temas de gospel, Sam Phillips lo mandó a su casa y le dijo “vuelve con una canción que pueda vender”. Lo hizo al poco tiempo con “Hey porter” y “Cry, cry, cry” y esta vez si que consiguió su contrato para grabarlas publicarlas en la misma disquera que lo había hecho Elvis el año anterior. Era 1955 y, como el single consiguió cierto éxito en las listas de country, Phillips continuo confiando en el e invirtió más dinero en su promoción lo que ayudó a que sus siguientes singles obtuvieran más éxito y llegasen a lo más alto en las listas de venta (“Folsom prison blues” alcanzó el 5 en las de counttry, y “I walk the line” el número uno tanto en las de country como en las de rock)
En 1957 Cash fue el primer artista en grabar un LP para “Sun Records”, pero la excesiva atención que Sam Phillips dedicaba a la promoción de Jerry Lee Lewis y la suculenta oferta que le hizo “Columbia Records” acabaron empujándole el año siguiente fuera de la discográfica que le dio su primera oportunidad y en la que se convirtió en uno de los artistas más prolíficos y con mayor número de ventas de su época (de hecho “Sun” siguió editando singles de Cash hasta 1960 gracias a la gran cantidad de material que había dejado grabado para ellos)
Durante 28 años grabó y editó con Columbia Records y allí alcanzó sus mayores éxitos, aunque a partir de los 80 su estrella empezó a decaer llegando a su punto de menor popularidad en 1991 tras grabar en “Mercury Records” (a la que había llegado en 1987) “The mystery of life”. Parecía que lo que no habían logrado las anfetaminas y el abuso del alcohol y otras drogas lo iba a lograr el tiempo, pero fue entonces cuando Rick Rubin se cruzó en su camino y su carrera, cual ave fénix, volvió resurgir de sus cenizas.
Grabado en el cuarto de estar de la casa de Rick y acompañado exclusivamente de una guitarra y su majestuosa y penetrante voz fue desgranado una serie de temas propios (algunos antiguos) y un puñado de versiones ajenas que, en 1994, finalmente vieron la luz en bajo el nombre “American recordings” (el nombre del sello de Rubin). El éxito fue inmediato y total tanto a nivel de crítica como público logrando convencer a sus fans de siempre como a las nuevas generaciones que le aclamaron en el Festival de Glastonbury en la que el propio Johnny definió como una de los mejores recibimientos de toda su carrera.
Con este álbum inicio una segunda época dorada a nivel creativo y comercial que le llevó a ganar el Grammy al “mejor álbum de folk contemporáneo”, poner la voz a un coyote que guiaba a Homer en un viaje espiritual o a aparecer en alguna serie de televisión, pero sobre todo para grabar junto a Rubin otros tres discos para la serie “American” (“Unchained” en 1996 y grabado junto a Tom Petty and The Heartbreakers, “American III: Solitary man” en 2000 y “American IV: The man comes around” en 2002) y el suficiente número de temas para publicar con ellos otros dos tras su muerte (“American V: A hundred highways” en 2006 y “American VI”) y una caja recopilatoria (1993 a 2003) de cinco CD’s con muchísimos inéditos publicada en 2003 y que llamó “Unearthed”.
Por suerte Johnny murió cuando se encontraba en la cresta de la ola y pudo disfrutar en vida de los homenajes y reconocimiento que todo el mundo (tanto dentro de la profesión como fuera) le brindó. Cuando en mayo de 2003 June Carter Cash (su segunda esposa y compañera durante 35 años) murió por las complicaciones posteriores a una operación de corazón, fueron muchos los que comentaron que estaban tan unidos que no la sobreviviría mucho tiempo. Menos de cuatro meses después Johnny Cash, “el hombre de negro”, daba su último salto mortal. Ya no tendría que resucitar más, desde ese momento era inmortal.
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