sábado, 5 de septiembre de 2009

En el túnel del amor con el Boss

- ¿Y si estuviésemos equivocados?
- ¿Como?

Estaba con Xavi tomando el cafetito semanal cuando, de repente, me ha venido esta pregunta a la cabeza mientras recordaba el último mes que he pasado aguantando los comentarios sobre el concierto de Springsteen en la ciudad el 1 de agosto. Por lo visto y escuchado parece ser que todo el mundo asistió al “evento del año” y, dada mi condición de consumidor compulsivo de música, pocos ha sido los amigos, conocidos y allegados que en un momento u otro no se han puesto en contacto conmigo para hacerme partícipe de su emoción y preguntarme mi opinión.

Le cuento que, al margen de seguidores de radio fórmulas y fans rendidos (los del Boss y U2 con más frecuencia que los de otros lo son de esos artistas y punto, y no les pidas que oigan cualquier otra cosa por que en general no dan para más), gente cuyo criterio respeto como el rapsoda lleno de mar, el funcionario de caminos infinitos o el escultor de las noches árticas, han sucumbido a los encantos del de New Jersey y eso, como si nos hubiésemos metido de lleno en Matrix, me mosquea.

No volveré a repetir lo que pienso de Bruce ni de su banda de la calle E, pero si que me gustaría resaltar que los argumentos más repetidos a la hora de defender su actuación han sido que el tío es un profesional que da todo sobre el escenario, y que el grupo suena de muerte… Pero que leches, ¿profesionalidad y entrega no es eso lo mínimo que se puede exigir a alguien que teóricamente disfruta de su trabajo y que le ha cobrado entorno a 70 euros a cada uno de los 30000 espectadores que llenaban el estadio? ¿Es digno de mención que una banda de 13 tíos suene bien?

Pues parece que si, ya que cuando llega el momento de hablar de magia, improvisación y feelling empiezan las evasivas y las excusas (hombre, me dicen los menos talibanes del jefe, es un espectáculo muy medido en el que apenas hay margen para salirse del guión pero merece la pena, o al show le falta un poco de alma con mucha física y poca química pero hay que verlo al menos una vez… y cosas así) aunque a pesar de todo la satisfacción final es evidente y no dudan en considerarlo uno de los conciertos de su vida.

No creo en el rock de grandes estadios, y un polideportivo o una plaza de toros es el tamaño límite que me parece que debe tener un recinto para albergar un espectáculo musical. Creo que la esencia de la relación de un artista con el público es la de transmitir emociones a través de las canciones al margen de otro tipo de elementos superfluos como luces, bailes y efectos especiales (que pueden ayudar a completarlo pero no ser su fin). El resto es otra cosa (un acto social, una muesca mas en la pistola de los cazadores de momentos históricos...) y se le puede buscar un nombre pero, mientras lo que la gente escucha y ve es lo que los medios dicen que hay que escuchar y ver anulando su criterio, los mediocres con imagen siempre se impondrán a los talentosos que quedaran para felices minorías… Pero la vida es así…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

...serán mejores los Wilco esos, ya te digo. Como suele pasar con el españolito medio, se tiende a despellejar a todo lo que se mueve. Semos asín.

"ladran, luego cabalgamos, mi señor..."

Anónimo dijo...

Vamos, que somos todos unos borregos menos usted, no?

Típico del que se empeña en demostrar a todos lo diferente que cree que es...

Anónimo dijo...

No seré yo el principal valedor del Boss. No creo que fuera el concierto de mi vida. Pero me gustó mucho. Yo hubiera dejado el concierto en 2 horas y media.
Y me habría marchado más contento, puesto que el repertorio se llenó de rock n´rolles para abuelitas. Great Ball of fire, La Bamba... Demasiado complaciente con el público, y si escuchas directos de sus primeros tiempos, antes no era así.

En cuanto al número de músicos, no creo que ser un mayor número en el escenario deba traducirse en lograr un mejor sonido por cojones. Para mí, sí tiene mérito oir una canción y saber que se trata de la E Street al primer acorde. Y me agrada oir a unos tipos que toquen su instrumento a la perfección. Han creado su propio muro de sonido. El musculoso tenor de Clemons, el hammond del fallecido Federici, las guitarras de Van Zandt y Lofgren, el bajo de Tallent, y los solos de Bruce, nada del otro mundo, pero reconocibles al primer instante...

Y a mí, gran seguidor del modfather Weller, no me duele reconocer que Brendan O´Brien, su productor en muchos trabajos, ha dejado clara su impronta y ha dado lustre al sonido de la E Street en no pocas ocasiones.


Los Inhumanos también eran un montón y créeme, no transmiten la mismas sensaciones...

La E Street Band se ha convertido en una máquina perfectamente engrasada, y es cierto que puede que haya perdido gran parte de su capacidad de sorpresa, y de su magia. Que sean un negocio.

Y nada me jode más que ser otro borrego. Otro de esos tipos, que sólo van a un concierto y que compran tres discos al año... Ejecutivos de La Caixa, concejales chupopteros, y demás morralla víctima de triunfitos, adicta a los 40, sin ningún interés por investigar ni cultivar una afición que tanto menosprecian con su Mp3, y su manera de acercarse a la música como producto de consumo rápido.

Pero cuando escucho Thunder Road, letra en mano, no puedo evitar olvidar. Y emocionarme.

Yo defiendo los mejores momentos del Boss, que los tiene. Aunque también reconozco sus miserias. Ha escrito algunas canciones incontestables. Y también defiendo su particular imaginario: los camioneros, los parados, los working class hero, atrapados en su hastío existencial, gente cuya única redención posible es escapar con su coche rumbo a una autopista perdida. Y eso en una América llena de urbanizaciones fantasmales, de jornadas de trabajo interminables, tiene algo de sentido.

Boris Rozas dijo...

Los Inhumanos son la hostia...

Boris Rozas dijo...

...de malos. No te asustes, pollo! Ahí te han dado...